/ martes 27 de noviembre de 2018

¿Una presidencia dictatorial?

Vientos



Todos los analistas del hoy político coinciden en mirar lo que ya es una evidencia general: el resultado de las elecciones del 1 de julio anterior, que nos han arrojado a una dictadura constitucionalmente elegida y por lo tanto, legal.

Me dirijo a los lectores que admiten esta realidad, pero como este escribidor quisieran encontrar una respuesta, incluso por el mismo triunfador: el “presidente” electo, a minutos más el Supremo Poder Ejecutivo, como lo titula nuestra Carta Magna.

Curiosa la democracia mexicana que adolece de otros mecanismos electorales y que difícilmente cambiarán los actuales que les han otorgado, a un partido legalmente hegemónico, todo el poder como lo tuvo el partido soviético en su momento y el mundo democrático se le fue encima.

Cuando el PRI en sus tres formas estructurales de PNR, PRM y PRI finalmente, constituían un partido hegemónico, lo era en un sentido figurado y sobre todo, por saber usar el poder para mantenerlo. Lo perdió ahora a manos del presidente Peña Nieto por el empuje oposicionista que tampoco creía en la “avalancha” popular que terminó otorgándole todo el poder a “Morena” y por ende al tabasqueño querendón y simpático Andrés Manuel López Obrador. Hoy la mayoría de votos los tiene en ambas cámaras del Congreso de la Unión. Lo que quiera el presidente, lo aprobarán obviamente. Y por blindaje personal, los señores magistrados estarán también del lado “presidencial”. Así las cosas tenemos: un Supremo Poder Ejecutivo (nunca tan Supremo como hoy y que un “Peje” en campaña combatió tildándolo de Jefe de “la mafia del poder”); un Congreso de la Unión sumiso y un Poder Judicial con disfraz de justo y equitativo, pero a las órdenes del, digámoslo sin hipérbole, dictador.

Este fenómeno involuntario en lo constitucional, es una realidad. Pero es una realidad legitimada por la propia Constitución. Por lo tanto es una dictadura legal. Hoy más que nunca el escritor peruano Vargas Llosa justifica su aserto que le costó su silenciosa expulsión de México cuando nos llamó una “dictadura blanda”. La pregunta saltarina ahora será: ¿Y ahora qué tipo de dictadura tendremos?

Se dice que el poder embriaga y deforma a los espíritus buenos. Nuestro tabasqueño presidente electo, cuando esto escribo, es una persona que al parecer es de “buenas tripas” como dicen en la calle. ¿Será igual luego de que se sepa con la Banda Presidencial cruzando su pecho? ¿Amor y paz de cierto? ¿No sentirá pronto las cosquillas de don Porfirio? ¿Las de Juárez? ¿Las de Plutarco Elías Calles? ¿Las de Álvaro Obregón? El poder transforma, deforma, embriaga…

En fin, hemos arribado a una nueva forma política: la presidencia dictatorial constitucional. ¿Qué duración tendrá?



Vientos



Todos los analistas del hoy político coinciden en mirar lo que ya es una evidencia general: el resultado de las elecciones del 1 de julio anterior, que nos han arrojado a una dictadura constitucionalmente elegida y por lo tanto, legal.

Me dirijo a los lectores que admiten esta realidad, pero como este escribidor quisieran encontrar una respuesta, incluso por el mismo triunfador: el “presidente” electo, a minutos más el Supremo Poder Ejecutivo, como lo titula nuestra Carta Magna.

Curiosa la democracia mexicana que adolece de otros mecanismos electorales y que difícilmente cambiarán los actuales que les han otorgado, a un partido legalmente hegemónico, todo el poder como lo tuvo el partido soviético en su momento y el mundo democrático se le fue encima.

Cuando el PRI en sus tres formas estructurales de PNR, PRM y PRI finalmente, constituían un partido hegemónico, lo era en un sentido figurado y sobre todo, por saber usar el poder para mantenerlo. Lo perdió ahora a manos del presidente Peña Nieto por el empuje oposicionista que tampoco creía en la “avalancha” popular que terminó otorgándole todo el poder a “Morena” y por ende al tabasqueño querendón y simpático Andrés Manuel López Obrador. Hoy la mayoría de votos los tiene en ambas cámaras del Congreso de la Unión. Lo que quiera el presidente, lo aprobarán obviamente. Y por blindaje personal, los señores magistrados estarán también del lado “presidencial”. Así las cosas tenemos: un Supremo Poder Ejecutivo (nunca tan Supremo como hoy y que un “Peje” en campaña combatió tildándolo de Jefe de “la mafia del poder”); un Congreso de la Unión sumiso y un Poder Judicial con disfraz de justo y equitativo, pero a las órdenes del, digámoslo sin hipérbole, dictador.

Este fenómeno involuntario en lo constitucional, es una realidad. Pero es una realidad legitimada por la propia Constitución. Por lo tanto es una dictadura legal. Hoy más que nunca el escritor peruano Vargas Llosa justifica su aserto que le costó su silenciosa expulsión de México cuando nos llamó una “dictadura blanda”. La pregunta saltarina ahora será: ¿Y ahora qué tipo de dictadura tendremos?

Se dice que el poder embriaga y deforma a los espíritus buenos. Nuestro tabasqueño presidente electo, cuando esto escribo, es una persona que al parecer es de “buenas tripas” como dicen en la calle. ¿Será igual luego de que se sepa con la Banda Presidencial cruzando su pecho? ¿Amor y paz de cierto? ¿No sentirá pronto las cosquillas de don Porfirio? ¿Las de Juárez? ¿Las de Plutarco Elías Calles? ¿Las de Álvaro Obregón? El poder transforma, deforma, embriaga…

En fin, hemos arribado a una nueva forma política: la presidencia dictatorial constitucional. ¿Qué duración tendrá?