/ miércoles 23 de mayo de 2018

Vientos

“La última y nos vamos…”


Perdidos en los desvanes del soslayo ético, los etéreos pensamientos que engrandecen y crean admiración, esos que las nuevas generaciones han venido cambiando y que terminó de prostituirlo todo por el pragmatismo neoliberal. El terrible cambio ya alcanzó algunas religiones.

Entre mis viejos apuntes ya empolvados por los años, amarillentos de ancianidad, el pensamiento siempre presente de L.A. de Cueto: “Las pomposas palabras y los recónditos misterios de la política, son como los prestigios de la fantasmagoría, que sólo engañan a los espectadores candorosos. Puede aplicarse a muchos hombres políticos lo que Catón decía de los augures romanos: No pueden verse sin reírse”. Es la alegría del engaño, los subterfugios de la mala leche política, esa que a todos tiene hartos y va a contestarnos en México con una casi anticipada aberración que la mala política no alcanzó a discernir con tino y sabiduría.

Lo anterior lo traigo a colación por las dos rondas de “debates” que nos hemos obligado a tragar por oficio periodístico de las cuales hemos sacado solamente una sensación de vacío y una calificación de cero para los “debatientes”. La única conclusión o fruto obtenido por este escribidor, es que ninguno de los cuatro contendientes tiene talla de estadista ni en el discurso, ni en el temple, ni en la vocación mentida de contener un sentido de servidor público, porque en este sentido no tienen una historia fundamental. La excepción es Andrés Manuel, pero no tiene la cola muy limpia y eso ya es decir… Y peor aún, carecen de la personalidad que un presidente de México requiere. La banda presidencial que se cruzó Gustavo Díaz Ordaz, les queda muy grande.

Y hasta la facha de Madero los enceguece, ya no digamos la personalidad de don Benito Juárez García.

Nuestros presidenciables son como los fantasmas del bien o del mal: Todos hablan de ellos pero nadie los puede ver, antes nadie los hubiera visto y sólo se han materializado por la victoria de la publicidad que todos los mexicanos paga-impuestos la hacemos cierta con nuestro dinero y sin que nuestros “sagrados” representantes (cuerpo legislativo) lo impidan, porque eso sí, la chamba y su cuidado es primero y los demás que… bien usted ya lo sabe.

Ayer hablábamos de la política a la mexicana, entrecomillada, porque ni es política ni es algo parecido a la buena organización gubernamental, lo que prueba el convivio de los poderes Ejecutivo y Legislativo bajo la ceguera y sordina del Poder Judicial. Así andamos en las últimas notas del himno electoral que definirá, para bien o para mal, el futuro de México. Ese que usted lector o lectora, puede cambiar con su voto. Después evite el llanto y el reclamo: Si no vota, no tiene derecho al reclamo. Eso lo digo yo.


“La última y nos vamos…”


Perdidos en los desvanes del soslayo ético, los etéreos pensamientos que engrandecen y crean admiración, esos que las nuevas generaciones han venido cambiando y que terminó de prostituirlo todo por el pragmatismo neoliberal. El terrible cambio ya alcanzó algunas religiones.

Entre mis viejos apuntes ya empolvados por los años, amarillentos de ancianidad, el pensamiento siempre presente de L.A. de Cueto: “Las pomposas palabras y los recónditos misterios de la política, son como los prestigios de la fantasmagoría, que sólo engañan a los espectadores candorosos. Puede aplicarse a muchos hombres políticos lo que Catón decía de los augures romanos: No pueden verse sin reírse”. Es la alegría del engaño, los subterfugios de la mala leche política, esa que a todos tiene hartos y va a contestarnos en México con una casi anticipada aberración que la mala política no alcanzó a discernir con tino y sabiduría.

Lo anterior lo traigo a colación por las dos rondas de “debates” que nos hemos obligado a tragar por oficio periodístico de las cuales hemos sacado solamente una sensación de vacío y una calificación de cero para los “debatientes”. La única conclusión o fruto obtenido por este escribidor, es que ninguno de los cuatro contendientes tiene talla de estadista ni en el discurso, ni en el temple, ni en la vocación mentida de contener un sentido de servidor público, porque en este sentido no tienen una historia fundamental. La excepción es Andrés Manuel, pero no tiene la cola muy limpia y eso ya es decir… Y peor aún, carecen de la personalidad que un presidente de México requiere. La banda presidencial que se cruzó Gustavo Díaz Ordaz, les queda muy grande.

Y hasta la facha de Madero los enceguece, ya no digamos la personalidad de don Benito Juárez García.

Nuestros presidenciables son como los fantasmas del bien o del mal: Todos hablan de ellos pero nadie los puede ver, antes nadie los hubiera visto y sólo se han materializado por la victoria de la publicidad que todos los mexicanos paga-impuestos la hacemos cierta con nuestro dinero y sin que nuestros “sagrados” representantes (cuerpo legislativo) lo impidan, porque eso sí, la chamba y su cuidado es primero y los demás que… bien usted ya lo sabe.

Ayer hablábamos de la política a la mexicana, entrecomillada, porque ni es política ni es algo parecido a la buena organización gubernamental, lo que prueba el convivio de los poderes Ejecutivo y Legislativo bajo la ceguera y sordina del Poder Judicial. Así andamos en las últimas notas del himno electoral que definirá, para bien o para mal, el futuro de México. Ese que usted lector o lectora, puede cambiar con su voto. Después evite el llanto y el reclamo: Si no vota, no tiene derecho al reclamo. Eso lo digo yo.