Voz Campesina
Según queja de la organización extranjera Sea Shepherd, que protege especies marinas (en aguas de San Felipe a la ‘vaquita’), sus embarcaciones han sido objeto de disparos de bombas molotov, así como derribados algunos de los drones que utilizan para dicha labor, adjudicándole a pescadores furtivos de totoaba disparar contra los barcos.
Aunque por fortuna nadie ha resultado herido, la Secretaría de Marina se vio obligada a repeler el ataque. Como tampoco se ha apresado a nadie, es claro que la violencia podrá fácilmente ir en aumento, ya que lo que a este nuevo formato delictivo le interesa es el comercio ilegal del pez al que en la lejana China consideran poderoso afrodisiaco. De tal valor resulta su ‘mar-(co)tráfico’ que ya nada se menciona acerca de la igualmente codiciada y protegida tortuga (caguama).
Respecto al ‘oro marino’, es decir la totoaba, se desconocen estudios científicos sobre su probable extinción, que pese a su inmoderada captura desde largo tiempo atrás, quizá no corra muy alto riesgo.
Quienes padecen indiscriminadamente las consecuencias del tema son los moradores del puerto de San Felipe, cuyo principal motor económico era la pesca. Sin poder negarse que cualquier turista rehúya la violencia delictiva dentro y/o fuera del mar, pues suena lógico que la imaginen también presente en playas y zona urbana.
Más allá de las compensaciones que el gobierno federal otorga a los ex pescadores sanfelipenses, es obvio que cada economía familiar se reduce, debiendo incluir a las que practican actividades distintas. Llama la atención el hecho de que no se regule legalmente, mínimo con fines deportivos, la pesca de totoaba en tanto se determina si se encuentra o no en peligro de extinguirse.
Ante el nulo posicionamiento y acciones al efecto de actuales y próximas autoridades competentes, legisladores, etc., etc., habrá que seguir esperando. Ojalá la delincuencia dé tregua.
