/ martes 28 de mayo de 2019

¿Votar, sufragar o “refragar”?

El Muro


Un voto es una promesa, por eso a la ceremonia matrimonial se le terminó llamando boda porque la parte del intercambio de compromisos es lo más impactante del evento.

Pero en tiempo de campaña las promesas son para los candidatos. El resto sufraga, es decir, da el visto bueno en la urna.

En latín existe una contraparte para el acto de sufragar: Refragor, que significa oponerse (“gloriae suae non refragari” o “me opongo a su gloria”), pero desafortunadamente nunca llegó al castellano.

Abstención es el acto consciente de no participar en algo porque resulta complicado. La indiferencia, el desinterés, el “refragor” o la cobardía, es otra cosa. Cuando un diputado evita con su inasistencia enfrentar una votación que afectará intereses, en las memorias legislativas no aparece su nombre seguido de la palabra abstención.

Por lo tanto, no deberíamos llamar abstencionismo a la indiferencia del elector, a menos que podamos comprobar las razones por las cuales hizo de todo, menos visitar la casilla.

En Singapur la autoridad retira los derechos cívicos por no emitir el sufragio, hasta que justifiques los motivos de la inasistencia. Al menos 20 factores que inciden en la no participación han sido estudiados y van desde la influencia del clima, cuestiones hereditarias, hasta la facilidad de acceso a las urnas.

Expertos internacionales en asuntos electorales utilizan la expresión “Voter turnout” (participación ciudadana) y casi ni se menciona la palabra abstención. En nuestra pequeña aldea cachanilla algunos sufren porque aseguran que la participación va a la baja (cuando en realidad se ha mantenido estable en los últimos 20 años, en un promedio del 37.26%), un fenómeno que viven los países donde existen elecciones libres.

En las legislaciones del mundo de habla inglesa se utiliza “compulsory voting” (en castellano se traduce como voto compulsivo, expresión que se entiende en el sentido obsesivo, lo cual no es el caso) o sea, el acto regido bajo presión de la autoridad. Nosotros no tenemos ese problema porque de acuerdo a la Constitución el voto no solo es obligatorio (obligación quiere decir exhibir a alguien para que cumpla su deber), sino también un derecho y una prerrogativa (que en latín significa, el primero en votar).

La cosa es que nadie da pie con bola para encontrar la forma de motivar el voto por más premios o castigos implementados. En diversos países a la gente se le multa, se le impide realizar transacciones bancarias o incluso va a la cárcel, aunque también se le premia con incentivos como reducción de multas o la posibilidad de trabajar en el gobierno. Pero mientras son peras o manzanas, hay que ir a sufragar -o a “refragar”- el domingo.

El Muro


Un voto es una promesa, por eso a la ceremonia matrimonial se le terminó llamando boda porque la parte del intercambio de compromisos es lo más impactante del evento.

Pero en tiempo de campaña las promesas son para los candidatos. El resto sufraga, es decir, da el visto bueno en la urna.

En latín existe una contraparte para el acto de sufragar: Refragor, que significa oponerse (“gloriae suae non refragari” o “me opongo a su gloria”), pero desafortunadamente nunca llegó al castellano.

Abstención es el acto consciente de no participar en algo porque resulta complicado. La indiferencia, el desinterés, el “refragor” o la cobardía, es otra cosa. Cuando un diputado evita con su inasistencia enfrentar una votación que afectará intereses, en las memorias legislativas no aparece su nombre seguido de la palabra abstención.

Por lo tanto, no deberíamos llamar abstencionismo a la indiferencia del elector, a menos que podamos comprobar las razones por las cuales hizo de todo, menos visitar la casilla.

En Singapur la autoridad retira los derechos cívicos por no emitir el sufragio, hasta que justifiques los motivos de la inasistencia. Al menos 20 factores que inciden en la no participación han sido estudiados y van desde la influencia del clima, cuestiones hereditarias, hasta la facilidad de acceso a las urnas.

Expertos internacionales en asuntos electorales utilizan la expresión “Voter turnout” (participación ciudadana) y casi ni se menciona la palabra abstención. En nuestra pequeña aldea cachanilla algunos sufren porque aseguran que la participación va a la baja (cuando en realidad se ha mantenido estable en los últimos 20 años, en un promedio del 37.26%), un fenómeno que viven los países donde existen elecciones libres.

En las legislaciones del mundo de habla inglesa se utiliza “compulsory voting” (en castellano se traduce como voto compulsivo, expresión que se entiende en el sentido obsesivo, lo cual no es el caso) o sea, el acto regido bajo presión de la autoridad. Nosotros no tenemos ese problema porque de acuerdo a la Constitución el voto no solo es obligatorio (obligación quiere decir exhibir a alguien para que cumpla su deber), sino también un derecho y una prerrogativa (que en latín significa, el primero en votar).

La cosa es que nadie da pie con bola para encontrar la forma de motivar el voto por más premios o castigos implementados. En diversos países a la gente se le multa, se le impide realizar transacciones bancarias o incluso va a la cárcel, aunque también se le premia con incentivos como reducción de multas o la posibilidad de trabajar en el gobierno. Pero mientras son peras o manzanas, hay que ir a sufragar -o a “refragar”- el domingo.