/ jueves 29 de noviembre de 2018

Y pensar que hace seis años…

Vientos


Hoy, a las doce de la noche en punto, se acaba el sueño de “Cenicienta”. Se esfuminará todo el poder: el señor presidente de México, licenciado Enrique Peña Nieto, dejará de serlo. Y estará, si no solo, sí encerrado en sus más íntimos pensamientos. Será en automático sin un minuto más. Y asumirá el poder el que lo buscó con obsesión, con furia… y hasta con rabia. ¿Y quién asume ese poder terrible entre la hora precisa y la fiesta del protocolo?

Hacia adelante un destino inédito. El pasado ya fue y no puede corregirse y el presente se convierte en pasado al iniciarse. Se sabe que hay un futuro, pero es algo desconocido. Y a ese futuro se enfrenta el que llega con ansias de… sólo el que llega lo sabe en cuanto a preforma, pero inédito también. ¿Hay pacto de no agresión? El que llega es Andrés Manuel López Obrador y a pesar de su sueño de “amor y paz”, mañana, como siempre, puede sentir la presencia de la vieja amargura para descargarla en el que fue jefe de “la mafia del poder”… y si “el pueblo le pide” que acuse y encarcele, ¿quién no puede negar las posibilidades de que una Gordillo encuentre la puntilla en otro puntillero?

México violento, aturrullado por tanta violencia, molesto por lo que considera un mar de sacrificios, tiene ansias de venganza. Y el objetivo puede ser el vértice piramidal que ya no lo será.

Hace muchos años don Porfirio, antes de abordar el trasatlántico “Ipiranga” que lo llevaría a Francia en una necesaria autoexpulsión, dijo: “Ya soltaron al tigre: vamos a ver quién le agarrará la cola”. Y muchos años después don Jesús Reyes Heroles recomendó no despertar al “México bronco” y fue López Obrador el que lo despertó…

Nuestro mundo político está siendo manejado, de pronto, por la inconciencia. Quienes creíamos pensantes, están descubriéndose insensatos. El poder embriaga y deforma al espíritu. Una dictadura no se asimila en la democracia: es su antagónica. Y un pueblo que no ha logrado entender lo que esto es, hasta que lo entienda en su carne lo comprenderá… y entonces será muy tarde ya.

Por alguna razón íntima, creo en la buena fe de Andrés Manuel. Creo que tiene intenciones de pasar a la historia como el mejor de los presidentes. Por eso cita a Juárez como modelo. Pero olvida que hubo un momento de la vida y la desesperanza de don Benito, lo hizo aventurar -son sus hechos- la reelección presidencial. La tentación espiritual del mexicano es monárquica. Así lo hicieron con su educación religiosa pre y pos colonial. Nuestro Dios es punta piramidal. Nuestro presidencialismo no es divino, pero se llama SUPREMO Poder Ejecutivo. Imposible negar nuestra condición anímica.

Ahí se va uno. Iniciándose diciembre en su primer segundo, un nuevo Supremo Poder nace. Y no es Dios ni Santoclós. Saludemos al destino inédito que llega. Y deseémosle éxito antes de tirar la primera piedra.


Vientos


Hoy, a las doce de la noche en punto, se acaba el sueño de “Cenicienta”. Se esfuminará todo el poder: el señor presidente de México, licenciado Enrique Peña Nieto, dejará de serlo. Y estará, si no solo, sí encerrado en sus más íntimos pensamientos. Será en automático sin un minuto más. Y asumirá el poder el que lo buscó con obsesión, con furia… y hasta con rabia. ¿Y quién asume ese poder terrible entre la hora precisa y la fiesta del protocolo?

Hacia adelante un destino inédito. El pasado ya fue y no puede corregirse y el presente se convierte en pasado al iniciarse. Se sabe que hay un futuro, pero es algo desconocido. Y a ese futuro se enfrenta el que llega con ansias de… sólo el que llega lo sabe en cuanto a preforma, pero inédito también. ¿Hay pacto de no agresión? El que llega es Andrés Manuel López Obrador y a pesar de su sueño de “amor y paz”, mañana, como siempre, puede sentir la presencia de la vieja amargura para descargarla en el que fue jefe de “la mafia del poder”… y si “el pueblo le pide” que acuse y encarcele, ¿quién no puede negar las posibilidades de que una Gordillo encuentre la puntilla en otro puntillero?

México violento, aturrullado por tanta violencia, molesto por lo que considera un mar de sacrificios, tiene ansias de venganza. Y el objetivo puede ser el vértice piramidal que ya no lo será.

Hace muchos años don Porfirio, antes de abordar el trasatlántico “Ipiranga” que lo llevaría a Francia en una necesaria autoexpulsión, dijo: “Ya soltaron al tigre: vamos a ver quién le agarrará la cola”. Y muchos años después don Jesús Reyes Heroles recomendó no despertar al “México bronco” y fue López Obrador el que lo despertó…

Nuestro mundo político está siendo manejado, de pronto, por la inconciencia. Quienes creíamos pensantes, están descubriéndose insensatos. El poder embriaga y deforma al espíritu. Una dictadura no se asimila en la democracia: es su antagónica. Y un pueblo que no ha logrado entender lo que esto es, hasta que lo entienda en su carne lo comprenderá… y entonces será muy tarde ya.

Por alguna razón íntima, creo en la buena fe de Andrés Manuel. Creo que tiene intenciones de pasar a la historia como el mejor de los presidentes. Por eso cita a Juárez como modelo. Pero olvida que hubo un momento de la vida y la desesperanza de don Benito, lo hizo aventurar -son sus hechos- la reelección presidencial. La tentación espiritual del mexicano es monárquica. Así lo hicieron con su educación religiosa pre y pos colonial. Nuestro Dios es punta piramidal. Nuestro presidencialismo no es divino, pero se llama SUPREMO Poder Ejecutivo. Imposible negar nuestra condición anímica.

Ahí se va uno. Iniciándose diciembre en su primer segundo, un nuevo Supremo Poder nace. Y no es Dios ni Santoclós. Saludemos al destino inédito que llega. Y deseémosle éxito antes de tirar la primera piedra.