/ miércoles 13 de marzo de 2019

Ya van 100 días de gobierno

El Agua del Molino


Lo cierto es que en política lo único predecible es lo impredecible. Ahora bien, lo conjeturable, basado obviamente en indicios u observaciones, es que la llamada por el Presidente López Obrador “cuarta transformación” pretende en primer lugar eliminar -plan político de austeridad- los privilegios abusivos de anteriores gobiernos -de lo cual muy pocos tienen o tenemos duda- y, después, ajustar o adecuar su gobierno al espíritu de tres momentos clave en la historia de México: La Independencia, la Reforma y la Revolución.

Es una empresa enorme, gigantesca, que quiere llevar a cabo pacíficamente mediante el Derecho y la Justicia. Éste es el propósito. Al respecto, los pasos iniciales del Presidente han sido desconcertantes a juicio de muchos e incluso criticables negativamente. Yo por mi parte le concedo al Presidente el beneficio de la duda, pues creo y sostengo que en esos pasos iniciales hay un claro propósito de utilidad y provecho para el pueblo, para el gobernado. Y añado que 100 días son un plazo muy breve con el fin de calificarlo de inepto, improvisado o incapaz de gobernar. E insisto: La tarea que el Presidente se ha echado a cuestas es enorme. Hay que esperar e ir viendo sin prejuzgar antes de tiempo.

Desde luego admito en él un estilo peculiar de gobernar -el estilo personal de gobernar del que hablara Cosío Villegas- y que en López Obrador es sorprendente. Lo notable en la especie es el índice de aprobación con que cuenta, entre el 73 y el 84%. Es decir, la gente sigue esperando de él lo que prometió, sin importar contradicciones o rectificaciones. Se mantiene viva y ardiendo la esperanza en ese índice revelador. ¿Por qué? Porque ha sido tan brutal el desgobierno, la irresponsabilidad y los privilegios abusivos, que se cree en el cambio por lo imperativo categórico que debe ser. Además, la manera de hablar del Presidente, que predomina en las “conferencias mañaneras”, no puede pasar por alto -¡sería imposible!- el Estado de Derecho del que habla tanto.

En otros términos, ya seamos sus críticos, simpatizantes o partidarios, lo innegable es que no puede tampoco ignorar o desacatar la Constitución; la que llegado el caso podría incluso modificar o reformar por medio de mecanismos rigurosamente jurídicos, ya que su partido, Morena, tiene en el país una mayoría abrumadora.

La mala crítica es a mí entender la escandalosa, sólo agorera de desastres y basada en razones endebles. Tan malo es alabar a coro como a coro denostar sin término medio alguno. Crítica que aparece a partir de meros indicios o inferencias.

En tal orden de ideas, yo prefiero el optimismo, darle al Presidente tiempo de que se ubique más allá de los famosos 100 días y de que vaya despejando y aclarando las dudas que, aunque necesarias y hasta comprensibles, no son tan grandes como la desilusión y la esperanza que hoy por hoy caracterizan al pueblo de México…


El Agua del Molino


Lo cierto es que en política lo único predecible es lo impredecible. Ahora bien, lo conjeturable, basado obviamente en indicios u observaciones, es que la llamada por el Presidente López Obrador “cuarta transformación” pretende en primer lugar eliminar -plan político de austeridad- los privilegios abusivos de anteriores gobiernos -de lo cual muy pocos tienen o tenemos duda- y, después, ajustar o adecuar su gobierno al espíritu de tres momentos clave en la historia de México: La Independencia, la Reforma y la Revolución.

Es una empresa enorme, gigantesca, que quiere llevar a cabo pacíficamente mediante el Derecho y la Justicia. Éste es el propósito. Al respecto, los pasos iniciales del Presidente han sido desconcertantes a juicio de muchos e incluso criticables negativamente. Yo por mi parte le concedo al Presidente el beneficio de la duda, pues creo y sostengo que en esos pasos iniciales hay un claro propósito de utilidad y provecho para el pueblo, para el gobernado. Y añado que 100 días son un plazo muy breve con el fin de calificarlo de inepto, improvisado o incapaz de gobernar. E insisto: La tarea que el Presidente se ha echado a cuestas es enorme. Hay que esperar e ir viendo sin prejuzgar antes de tiempo.

Desde luego admito en él un estilo peculiar de gobernar -el estilo personal de gobernar del que hablara Cosío Villegas- y que en López Obrador es sorprendente. Lo notable en la especie es el índice de aprobación con que cuenta, entre el 73 y el 84%. Es decir, la gente sigue esperando de él lo que prometió, sin importar contradicciones o rectificaciones. Se mantiene viva y ardiendo la esperanza en ese índice revelador. ¿Por qué? Porque ha sido tan brutal el desgobierno, la irresponsabilidad y los privilegios abusivos, que se cree en el cambio por lo imperativo categórico que debe ser. Además, la manera de hablar del Presidente, que predomina en las “conferencias mañaneras”, no puede pasar por alto -¡sería imposible!- el Estado de Derecho del que habla tanto.

En otros términos, ya seamos sus críticos, simpatizantes o partidarios, lo innegable es que no puede tampoco ignorar o desacatar la Constitución; la que llegado el caso podría incluso modificar o reformar por medio de mecanismos rigurosamente jurídicos, ya que su partido, Morena, tiene en el país una mayoría abrumadora.

La mala crítica es a mí entender la escandalosa, sólo agorera de desastres y basada en razones endebles. Tan malo es alabar a coro como a coro denostar sin término medio alguno. Crítica que aparece a partir de meros indicios o inferencias.

En tal orden de ideas, yo prefiero el optimismo, darle al Presidente tiempo de que se ubique más allá de los famosos 100 días y de que vaya despejando y aclarando las dudas que, aunque necesarias y hasta comprensibles, no son tan grandes como la desilusión y la esperanza que hoy por hoy caracterizan al pueblo de México…


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