/ martes 31 de julio de 2018

Zona sísmica

VOZ CAMPESINA

En las últimas semanas se han dejado sentir con alguna frecuencia movimientos telúricos, por fortuna de baja y/o moderada magnitud, aunque muy cercanos epicentros.

El del domingo por la mañana en Ciudad Guadalupe Victoria (el ‘Km. 43’) alcanzó los 4.5 grados. Quizá no deberían sorprendernos esta clase de fenómenos debido a la naturaleza sísmica de nuestra región. Pero ya que científicamente resultan imposibles de anticipar en cualquier rango, debemos prepararnos como sociedad en el más amplio sentido para enfrentar sus eventuales consecuencias.

El 4 abril de 2010 dejó a Mexicali y aún más al valle, penosos recuerdos de casas súbitamente destruidas, eliminación de servicios básicos, etc., etc., y largo tiempo de sobrevivencia en campamentos donde el Ejército Mexicano instaló cocina y comedores comunitarios.

Dentro de la inmediatez posterior al suceso no se contaba con ningún elemento material de auxilio a la población, salvo el esfuerzo del H. Cuerpo de Bomberos, grupos civiles de rescatistas, etc., etc.

El temple de los habitantes, sumado al también innegable apoyo del gobierno, logró que se superara aquella inesperada crisis. A partir de entonces las instancias de Protección Civil reiteran el llamado a observar diversas medidas previas, durante y después del sismo, entre las cuales destaca mantener un paquete (‘kit’) elemental, resguardar documentos personales, etc., etc.

Sin embargo, pese a la difícil experiencia narrada, no se almacenan en puntos estratégicos del valle mexicalense (y/o la ciudad) artículos no-perecederos (plantas de luz, casas de campaña, latería, ropa, etc., etc.) cuya utilidad es urgentemente necesaria luego de ocurrir eventos sísmicos de elevada graduación y afectaciones.

Nada más lejos de esta columna que provocar temor o inquietud, sino sólo el afán de no pasar desapercibido que la Madre-Natura no ‘proporciona informes’ exactos de fechas, intensidad o dimensiones de acomodos subterráneos.

Tampoco debe borrarse de la memoria colectiva que en el 2010, cuando organismos externos nos ofrecieron ayuda, desde el nivel superior de la autoridad bajacaliforniana respondieron (palabras más, palabras menos): “No gracias, tenemos de todo”.

La distinta realidad fue sobradamente conocida. Además vale más prevenir que lamentar.

vozcampesina@hotmail.com


VOZ CAMPESINA

En las últimas semanas se han dejado sentir con alguna frecuencia movimientos telúricos, por fortuna de baja y/o moderada magnitud, aunque muy cercanos epicentros.

El del domingo por la mañana en Ciudad Guadalupe Victoria (el ‘Km. 43’) alcanzó los 4.5 grados. Quizá no deberían sorprendernos esta clase de fenómenos debido a la naturaleza sísmica de nuestra región. Pero ya que científicamente resultan imposibles de anticipar en cualquier rango, debemos prepararnos como sociedad en el más amplio sentido para enfrentar sus eventuales consecuencias.

El 4 abril de 2010 dejó a Mexicali y aún más al valle, penosos recuerdos de casas súbitamente destruidas, eliminación de servicios básicos, etc., etc., y largo tiempo de sobrevivencia en campamentos donde el Ejército Mexicano instaló cocina y comedores comunitarios.

Dentro de la inmediatez posterior al suceso no se contaba con ningún elemento material de auxilio a la población, salvo el esfuerzo del H. Cuerpo de Bomberos, grupos civiles de rescatistas, etc., etc.

El temple de los habitantes, sumado al también innegable apoyo del gobierno, logró que se superara aquella inesperada crisis. A partir de entonces las instancias de Protección Civil reiteran el llamado a observar diversas medidas previas, durante y después del sismo, entre las cuales destaca mantener un paquete (‘kit’) elemental, resguardar documentos personales, etc., etc.

Sin embargo, pese a la difícil experiencia narrada, no se almacenan en puntos estratégicos del valle mexicalense (y/o la ciudad) artículos no-perecederos (plantas de luz, casas de campaña, latería, ropa, etc., etc.) cuya utilidad es urgentemente necesaria luego de ocurrir eventos sísmicos de elevada graduación y afectaciones.

Nada más lejos de esta columna que provocar temor o inquietud, sino sólo el afán de no pasar desapercibido que la Madre-Natura no ‘proporciona informes’ exactos de fechas, intensidad o dimensiones de acomodos subterráneos.

Tampoco debe borrarse de la memoria colectiva que en el 2010, cuando organismos externos nos ofrecieron ayuda, desde el nivel superior de la autoridad bajacaliforniana respondieron (palabras más, palabras menos): “No gracias, tenemos de todo”.

La distinta realidad fue sobradamente conocida. Además vale más prevenir que lamentar.

vozcampesina@hotmail.com


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