/ domingo 29 de julio de 2018

Destruyen “tormentosa relación” con el juego

Una de las acciones para dejar la adicción a los casinos, es deshacerse de las tarjetas de cliente distinguido que les brindan en esos negocios.

Con un “hasta nunca y no te espero volver a ver”, un grupo de personas en tratamiento por la ludopatía, dijeron adiós al juego al destruir sus tarjetas de cliente distinguido de los casinos y tirarlas a donde pertenecen, al cesto de la basura.

El doctor Eutiquio Pasos lleva años tratando de consolidar un grupo de jugadores compulsivos o ludópatas, enfermedad difícil de tratar, en la que es muy fácil recaer, sobre todo, cuando las tentaciones se encuentran con grandes y luminosos letreros, a la vista de todos.

Señala que en estos casos, la familia es un factor de cambio, ya que es ésta la que generalmente pide ayuda por su enfermo, sin embargo con el tiempo se dan cuenta que son ellos mismos quienes requieren de más apoyo.

Es solo cuando la familia pone límites al adicto, cuando estos reaccionan y se dan cuenta de que requieren apoyo, ya que cuando no se sufre, no se busca ayuda.

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LA TERAPIA

Un par de minutos después de las 20:00 horas, empezaron a llegar las primeras personas a la terapia grupal, a quienes se les nombrará como “A”, “B” y “C”, por respeto a su privacidad.

Para esto, “C” llegó muy contenta porque acudió al cumpleaños de su nieta, había ayudado con el pastel, una actividad muy cotidiana a la que se había negado por andar en los casinos y que ahora la ha llenado de alegría.

Sin embargo, a pesar de llevar 6 semanas de tratamiento, aún siente ansiedad por las noches, así como palpitaciones, situación que antes solucionaba poniéndose cualquier pantalón y peinándose un chongo e ir corriendo a un casino.

Por su parte, “A” dijo que su problema apareció cuando se instalaron los casinos en Mexicali, con anterioridad acudía solo de manera esporádica a Cocopa o a Viejas, pero al transitar por las calles de la ciudad, sentía una emoción y como que las luces la llamaban.

Al principio jugaba 3 ó 4 horas, perdía 1 mil pesos y se iba, pero sin darse cuenta, se vio jugando cada vez más hasta quedarse sin dinero.

Mientras “C” añadió que no se compran ni un sándwich, pueden pasar horas frente a la máquina y no se levantan ni a comer.

Prosiguió “A”, “ya me daba miedo, ya me daba vergüenza ver a mis hermanos, le pedí prestado ellos y a mis papás”.

“Mi hijo me decía muchas cosas, al último iba y me sacaba del casino de madrugada. Regresas porque crees que vas a recuperar lo perdido. Yo quisiera recuperar el tiempo perdido”, remata “C”.

Con un “hasta nunca y no te espero volver a ver”, un grupo de personas en tratamiento por la ludopatía, dijeron adiós al juego al destruir sus tarjetas de cliente distinguido de los casinos y tirarlas a donde pertenecen, al cesto de la basura.

El doctor Eutiquio Pasos lleva años tratando de consolidar un grupo de jugadores compulsivos o ludópatas, enfermedad difícil de tratar, en la que es muy fácil recaer, sobre todo, cuando las tentaciones se encuentran con grandes y luminosos letreros, a la vista de todos.

Señala que en estos casos, la familia es un factor de cambio, ya que es ésta la que generalmente pide ayuda por su enfermo, sin embargo con el tiempo se dan cuenta que son ellos mismos quienes requieren de más apoyo.

Es solo cuando la familia pone límites al adicto, cuando estos reaccionan y se dan cuenta de que requieren apoyo, ya que cuando no se sufre, no se busca ayuda.

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Un par de minutos después de las 20:00 horas, empezaron a llegar las primeras personas a la terapia grupal, a quienes se les nombrará como “A”, “B” y “C”, por respeto a su privacidad.

Para esto, “C” llegó muy contenta porque acudió al cumpleaños de su nieta, había ayudado con el pastel, una actividad muy cotidiana a la que se había negado por andar en los casinos y que ahora la ha llenado de alegría.

Sin embargo, a pesar de llevar 6 semanas de tratamiento, aún siente ansiedad por las noches, así como palpitaciones, situación que antes solucionaba poniéndose cualquier pantalón y peinándose un chongo e ir corriendo a un casino.

Por su parte, “A” dijo que su problema apareció cuando se instalaron los casinos en Mexicali, con anterioridad acudía solo de manera esporádica a Cocopa o a Viejas, pero al transitar por las calles de la ciudad, sentía una emoción y como que las luces la llamaban.

Al principio jugaba 3 ó 4 horas, perdía 1 mil pesos y se iba, pero sin darse cuenta, se vio jugando cada vez más hasta quedarse sin dinero.

Mientras “C” añadió que no se compran ni un sándwich, pueden pasar horas frente a la máquina y no se levantan ni a comer.

Prosiguió “A”, “ya me daba miedo, ya me daba vergüenza ver a mis hermanos, le pedí prestado ellos y a mis papás”.

“Mi hijo me decía muchas cosas, al último iba y me sacaba del casino de madrugada. Regresas porque crees que vas a recuperar lo perdido. Yo quisiera recuperar el tiempo perdido”, remata “C”.

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