En medio de una comunidad con no más de 50 viviendas, casi todas construidas con retazos de madera, destaca un predio donde unos columpios acompañan tres pequeñas aulas en las que todos los días tres jóvenes se encargan de la educación de 37 niños que aun sin agua ni energía eléctrica desean aprender.
Para llegar a la escuela donde estudian estos niños mexicalenses repartidos en tres grupos multigrado, es necesario primero ir hasta el kilómetro 7.5 de la carretera Mexicali-San Felipe, de ahí hay que atravesar más de 6 kilómetros a lo largo de un camino de terracería rodeado de canales y sembradíos de trigo. Así se llega a la colonia Colorado, conocida también como Ladrillera, habitada por 50 familias que subsisten sin los servicios más básicos, empleándose como pepenadores o fabricantes artesanales de ladrillo, una comunidad rezagada también en lo educativo, pese a que un buen número de niños la habitan.
En Baja California el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) tiene detectadas 149 comunidades a donde el Sistema Educativo Estatal no puede llegar por encontrarse en sitios lejanos y de difícil acceso.
Por ello se recurre a los propios habitantes que voluntariamente desean llevar la educación hasta donde no hay maestros. María Evelia Osuna y su hermana Esther, junto a Laura Arévalo, son las encargadas de operar una de las 29 de esas escuelas localizadas en Mexicali. Los salones En la escuela sin agua ni luz, los niños desde nivel preescolar, primaria y secundaria comparten salones.
En el primer salón estudian 15 pequeñitos, unos de edad preescolar y otros entre primer y segundo grado de primaria y en un mismo espacio, la maestra Laura debe dividirse para los tres niveles que atiende al mismo tiempo. En la segunda aula a cargo de Esther están 16 niños que cursan del tercero al sexto grado de primaria.
El tercer salón corresponde a los seis alumnos de secundaria, a cargo de María Evelia. Ella cursó también