PENSARES
Meses más tarde encontró en el arroyo un espejo, donde no se cansaba de mirarse y de admirarse por sus verdes ramas, aparentemente tenía todo lo que podía ambicionar y no necesitaba de nadie ni de nada, hasta ignoraba si existían otros árboles. Durante un día nublado ya que no se veía reflejado tuvo una idea, quiso levantar sus ramas, mirar lejos, como quien anhela nuevos horizontes, quiso descubrir lo que lo rodeaba, pero no fue posible, a pesar de que lo intentó varias veces, sus ramas como cansadas, seguían acariciando el arroyo.
Pensó en pedir ayuda, pero su orgullo se lo impedía y un escalofrío de tristeza sacudió su existencia. La brisa agitó una vez más en las aguas las largas ramas de la planta que luego pausadamente dejaban caer lágrimas de impotencia, porque ya no podía erguirse para apreciar lo que lo rodeaba, desde entonces ya no sueña con mirarse en el espejo del arroyo, hoy todos los que lo ven lo llaman Sauce llorón. En nuestra vida a veces sucede algo parecido, el egoísmo, salpicado de vanagloria nos impide realizarnos en la comunidad, en la familia y ser uno mismo.
El ser humano ha querido encontrar su reposo a la sombra de sí mismo y el resultado ha sido que sigue sin encontrarlo, cuando no descubrimos y no aceptamos el mundo que nos rodea, terminamos lamentando y pateando nuestra propia existencia. No se enciende una lámpara para esconderla, sino para colocarla en un candelero y así iluminar a todos en la casa.