La llamada época del Cine de Oro en México, tuvo un lugar importante en esta ciudad capital, que a principios de los cuarenta llegó para implementar lo que hoy es recordado con nostalgia por muchos como los primeros lugares en los que familias enteras disfrutaban del séptimo arte, tanto nacional como extranjero.
Legado de recuerdo y aventuras le dejó a la familia Cital el haber laborado en varios de los cines emblemáticos de Mexicali, siendo uno de sus integrantes, Ramón, de 72 años, quien recuerda cómo era la vida dentro de estas compañías.
Ramón Cital Mendoza era mi padre, él trabaja en aquel tiempo en el cine Iris, mi padre era aseador o talachero, por él yo empecé a trabar alrededor de los 12 años en un cine que era de una colonia, en la colonia Cuauhtémoc, se llamaba el cine Tepeyac, yo iba a pasar las películas ahí me enseñaron a trabajar.
Unas paredes de madera, sin cielo, con piso de arena y bancas, en donde incluso se presentaban artistas de la talla de Tintán, Shilinsky y Antonio Aguilar, es donde inició su trajinar por los diversos cines de la localidad, los cuales formaban parte de varias compañías operadoras, tales como Cinematografía Cadena de Oro que inició en 1958 y era integrada por los cines Lux, Iris, Reforma y Bujazán, al igual que la Compañía Operadora de Teatros que contaba con los cines Cali, Curto y Mexicali, California 70 y Variedades.
Teniendo como puesto base como su padre, aseador, a los 15 años, por allá de 1961, don Ramón inició su experiencia en el cine Variedades, recorriendo posteriormente varios de ellos no solo como intendencia, sino como quien pasaba las historias a través del rollo, como cácaro.
Empecé a trabajar como muchos compañeros en el aseo, de ahí me fui a trabajar de las casetas pasando películas, el famoso cácaro, duré casi 30 años y aunque no era yo el de la base, me mandaban cuando había incapacidades, faltas o vacaciones.
Como aseador, guarda casas, en taquilla, dulcería y claro, como cácaro, se desenvolvió el ahora hombre de la tercera edad durante casi tres décadas que duró trabajando en estos lugares, en los que recuerda no solo las multitudes que llegaban a ver los estrenos de la época, sino a los grandes cantantes y personalidades que también se daban cita en estos recintos que por su grandeza eran también usados como centros de espectáculos.
Pedro Infante se presentó en el cine Curto en 1957 y fue una de sus películas, Escuela de rateros, de las que más recuerdo, pues tenía él como un año de muerto y mucha gente fue a verlo; de internacionales, Dr. Zhivago, Los 10 mandamientos, películas para las que la gente hacía filas de una cuadra.
Con salas de casi 3 mil butacas como el cine Cali o tres niveles y cerca de 4 mil asientos, como el Reforma, todos ellos vestidos de alfombras y candelabros, es donde vivió desde 1961 hasta 1988 parte de su historia Ramón Cital, quien con cariño evoca aquellos años de trabajo.
