Desde hace 25 años Olegario Gómez García buscó suerte en el Norte del país. Ahora vive de la venta de camotes horneados, lo cual le ha permitido dar una buena calidad de vida a su familia.
Todos los días se levanta a las 7:00 horas para empezar a lavar los camotes. Después, los mete al horno del carrito camotero. Para que queden tiernos, debe de esperar al menos una hora para ofrecerlos a la venta.
El carrito emite el sonido clásico de un fuerte silbido, el cual le permite a la clientela saber que en sus alrededores alguien está vendiendo esta papa dulce.
Este artefacto es hecho en Guadalajara, Jalisco, con acero inoxidable, igual que las superficies de los restaurantes de alta cocina.
“Aquí puede cocinar todo tipo de productos, tamales o barbacoa”.
Olegario es nativo de Tehuacán, Puebla. Recuerda que fue un hombre llamado Goyo el que le mostró como darle un buen sazón a los camotes.
“Esto no es cocido con agua, es al horno, natural”.
Actualmente vive de este negocio en el que con cuatro carritos camoteros acerca esta delicia a los residentes de colonias como la Independencia, Villafontana, Residencias e incluso en el fraccionamiento Los Pinos.
“Ahí hay bastantes personas que me compran, hasta 300 pesos, como están muy buenos los dulces, los vendo en dos horas”.
A la clientela les ofrece la versión natural, es decir, sin nada; pero a los de gustos dulces, se los ofrece con leche condensada “La Lechera” o con miel de maple.
“Dicen por ahí que (el camote) es bueno para la dieta; a los que no pueden comer el dulce, así los vendo sin nada”.