/ sábado 15 de junio de 2019

[VIDEO]: Demeritan a los artistas urbanos en Tijuana

Pese a los riesgos que enfrentan, desde utilizar fuego o ser víctimas de un policía corrupto, no hay un apoyo por parte de la autoridad

Tijuana.- Es de noche y los automovilistas esperan la luz verde del semáforo para seguir su camino, cuando de repente dos cuerpos flacuchos se paran delante de ellos para hacer malabares con clavas encendidas.

Algunos observan atentos, otros voltean para los costados quizás pensando que eso los exenta de dar una moneda, pues no asistieron al espectáculo circense que se les presenta.

José Guadalupe Figueroa y su amigo se paran frente a frente para lanzar de un lado a otro lo que parece son bolas de fuego que quisieran quedar suspendidas.

Los malabaristas también están en sincronía con los viejos controladores de los semáforos en Tijuana, porque saben cuándo terminar el acto para pasar entre los autos por si alguien quiere dar algo.

Esta ocasión no hubo muchas monedas, pero con voz animada José platica parado en la semioscuridad que hacen los faros de los autos, la luz de los semáforos y las luminarias descompuestas.

Dice que puede jugar hasta con cuatro machetes, y prácticamente con todo lo que pese menos de un kilo.

"Para empezar, porque me gusta, después porque también es una forma de ganarte la vida", comenta el también equilibrista capaz de montar un monociclo mientras gira un balón en la cabeza y hace malabares.

Dice que en seis años no ha pasado de algún raspón o un piquete por fallar en la cuenta de las vueltas para tomar el machete de regreso mientras gira en el aire.

Esa suerte no la tuvo Moisés Hermosillo Álamo cuando en agosto del año pasado practicaba un número en el que pasaba fuego por su cuerpo.

“Tuve un accidente, un problema con la gasolina y me prendí”, cuenta después de hacer malabares con pequeñas pelotas junto a su hermano en un crucero de la zona centro.

El accidente dejó una cicatriz que se asoma en su mano izquierda donde lleva un guante de compresión, se alza por el cuello y toca parte del rostro.

La recomendación del médico es no exponerse al sol, pero Moisés dice que debe trabajar porque tiene un hijo de un año de edad.

¿Quién duda que malabaristas como ellos, pintores o dibujantes que usan paredes y banquetas como lienzos, bailarines en las calles de asfalto y concreto, o actores que toman la vía pública, son herederos de los antiguos juglares, saltimbanquis, trovadores y bufones?

¿Alguien en Tijuana recordará a los payasos en el transporte público?

Algunos subían en par a los camiones y se paraban en cada extremo para sostener casi a gritos una conversación que arrancaba risas a los pasajeros.

LOS ARTISTAS URBANOS EN TIJUANA

José Constantino Hernández Espinoza es profesor en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y conoce a esa comunidad artística porque ha trabajado con ella.

Reconoce que hay algunos apoyos desde las instituciones públicas, pero también deudas porque la presencia de estos personajes no es concebida como algo que enriquezca el espacio público, sino como una “mancha”.

“Decir artista callejero es demeritar”, asienta sin dudar por la mezcla de prejuicios que caen sobre quienes deciden hacer del arte en la vía pública su manera de vivir.

Dice que por 3 años la UABC prestó sus instalaciones para que los artistas practicaran, y ahora tienen el Centro Estatal de las Artes (CEART), aunque no se reúnen seguido porque los semáforos cambian y hay que trabajar.

Aunque eso signifique batallar con la policía municipal, que si bien les va, solo les ordenará que se retiren. Pero si es un uniformado corrupto les robarán el dinero, sus nada baratas herramientas de trabajo se quedarán tiradas, y ellos se irán detenidos.

La acusación de los oficiales será que están pidiendo dinero en la calle, y si no hay la suerte de encontrar un juez municipal que verdaderamente aplique justicia, acabarán 36 horas en la Estancia Municipal de Infractores (EMI).

Sí se pasan de lanza con uno, y uno no está haciéndoles nada malo. Nada más compartiendo arte (…) Yo ofrezco un show, y el que guste cooperar adelante. El que no, también, que tenga buen día, dice Moisés Hermosillo.

La promoción de estos talentos tampoco parece tener cabida en una ciudad turística que todo el tiempo busca razones, algunas con más suerte y tino que otras, para que la visiten.

Cuba, Nueva York y España tienen desde espacios definidos para encontrar a los artistas o sus obras, hasta reconocidos festivales como el Encuentro Internacional de Artistas Callejeros, que tendrá su edición 24 en agosto de este año.

El teatro, los actos circenses, el grafiti y otros atractivos convocan a cientos de personas, pero aquí no siempre quieren a los artistas urbanos cerca de los turistas.

En la zona centro, a unos metros de la icónica Avenida Revolución, al menos quedaron temporalmente los rostros de Angelina Jolie y Selena Gómez que Jonathan Reyes pintó con tiza en la banqueta.

Me quitaron de allí, que porque estaba muy cerca de la revu. Y si ves el trabajo, todos los que pasaron les gusta lo que hago, me dan trabajo. No hice nada malo

Jonathan es del Estado de México, tiene 10 años en Tijuana y desde hace 2 dibuja en las calles, donde consigue algunas monedas y a veces trabajo como rotulista o tatuador.

Hacer un retrato en el pavimento le exige hasta cuatro horas, y aunque se desvanecerá en alrededor de una semana, eso no le importa.

“Así es esto, el que lo vio lo vio, y si le tomaron foto va a quedar allí”, dice retocando el rostro que pretende parecerse a Mario Moreno “Cantinflas”, “El mimo de México”. Ése de aspecto humilde con un remedo de chaleco y una bacha de cigarro entre los dedos.

Omar Silva, coordinador de animación y culturas populares en el Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC), dice que aunque no hay un vínculo estrecho con los artistas urbanos, sí han trabajado con ellos.

Les facilitan plataformas para presentarse, los invitan a eventos públicos o a dar talleres, pero no siempre les resulta conveniente.

Me he topado con la situación que me dicen: “Yo gano más en el semáforo, ¿para qué voy a batallar haciendo trámites? (…) Es una organización urbana que ellos mismos manejan, comenta.

Un “buen día” pueden ser alrededor de 800 pesos, y un “mal día” unos 100 pesos, con jornadas de trabajo desde cuatro hasta ocho o diez horas en algunas ocasiones.

Además no sorprende que algunos de ellos no solo cambien de semáforo, sino también de ciudad, tal como hacían los artistas de la Edad Media que entretenían por igual al pueblo que a la Corte.

“Los artistas de calle, por más que los levanten, los persigan y los quiten de su espacio, allí están y allí van a estar”, dice el profesor José Constantino.

Aquí el espectador no está obligado a pagar por la actuación, pero sí al menos a reconocer y valorar el talento y la dedicación.



Tijuana.- Es de noche y los automovilistas esperan la luz verde del semáforo para seguir su camino, cuando de repente dos cuerpos flacuchos se paran delante de ellos para hacer malabares con clavas encendidas.

Algunos observan atentos, otros voltean para los costados quizás pensando que eso los exenta de dar una moneda, pues no asistieron al espectáculo circense que se les presenta.

José Guadalupe Figueroa y su amigo se paran frente a frente para lanzar de un lado a otro lo que parece son bolas de fuego que quisieran quedar suspendidas.

Los malabaristas también están en sincronía con los viejos controladores de los semáforos en Tijuana, porque saben cuándo terminar el acto para pasar entre los autos por si alguien quiere dar algo.

Esta ocasión no hubo muchas monedas, pero con voz animada José platica parado en la semioscuridad que hacen los faros de los autos, la luz de los semáforos y las luminarias descompuestas.

Dice que puede jugar hasta con cuatro machetes, y prácticamente con todo lo que pese menos de un kilo.

"Para empezar, porque me gusta, después porque también es una forma de ganarte la vida", comenta el también equilibrista capaz de montar un monociclo mientras gira un balón en la cabeza y hace malabares.

Dice que en seis años no ha pasado de algún raspón o un piquete por fallar en la cuenta de las vueltas para tomar el machete de regreso mientras gira en el aire.

Esa suerte no la tuvo Moisés Hermosillo Álamo cuando en agosto del año pasado practicaba un número en el que pasaba fuego por su cuerpo.

“Tuve un accidente, un problema con la gasolina y me prendí”, cuenta después de hacer malabares con pequeñas pelotas junto a su hermano en un crucero de la zona centro.

El accidente dejó una cicatriz que se asoma en su mano izquierda donde lleva un guante de compresión, se alza por el cuello y toca parte del rostro.

La recomendación del médico es no exponerse al sol, pero Moisés dice que debe trabajar porque tiene un hijo de un año de edad.

¿Quién duda que malabaristas como ellos, pintores o dibujantes que usan paredes y banquetas como lienzos, bailarines en las calles de asfalto y concreto, o actores que toman la vía pública, son herederos de los antiguos juglares, saltimbanquis, trovadores y bufones?

¿Alguien en Tijuana recordará a los payasos en el transporte público?

Algunos subían en par a los camiones y se paraban en cada extremo para sostener casi a gritos una conversación que arrancaba risas a los pasajeros.

LOS ARTISTAS URBANOS EN TIJUANA

José Constantino Hernández Espinoza es profesor en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y conoce a esa comunidad artística porque ha trabajado con ella.

Reconoce que hay algunos apoyos desde las instituciones públicas, pero también deudas porque la presencia de estos personajes no es concebida como algo que enriquezca el espacio público, sino como una “mancha”.

“Decir artista callejero es demeritar”, asienta sin dudar por la mezcla de prejuicios que caen sobre quienes deciden hacer del arte en la vía pública su manera de vivir.

Dice que por 3 años la UABC prestó sus instalaciones para que los artistas practicaran, y ahora tienen el Centro Estatal de las Artes (CEART), aunque no se reúnen seguido porque los semáforos cambian y hay que trabajar.

Aunque eso signifique batallar con la policía municipal, que si bien les va, solo les ordenará que se retiren. Pero si es un uniformado corrupto les robarán el dinero, sus nada baratas herramientas de trabajo se quedarán tiradas, y ellos se irán detenidos.

La acusación de los oficiales será que están pidiendo dinero en la calle, y si no hay la suerte de encontrar un juez municipal que verdaderamente aplique justicia, acabarán 36 horas en la Estancia Municipal de Infractores (EMI).

Sí se pasan de lanza con uno, y uno no está haciéndoles nada malo. Nada más compartiendo arte (…) Yo ofrezco un show, y el que guste cooperar adelante. El que no, también, que tenga buen día, dice Moisés Hermosillo.

La promoción de estos talentos tampoco parece tener cabida en una ciudad turística que todo el tiempo busca razones, algunas con más suerte y tino que otras, para que la visiten.

Cuba, Nueva York y España tienen desde espacios definidos para encontrar a los artistas o sus obras, hasta reconocidos festivales como el Encuentro Internacional de Artistas Callejeros, que tendrá su edición 24 en agosto de este año.

El teatro, los actos circenses, el grafiti y otros atractivos convocan a cientos de personas, pero aquí no siempre quieren a los artistas urbanos cerca de los turistas.

En la zona centro, a unos metros de la icónica Avenida Revolución, al menos quedaron temporalmente los rostros de Angelina Jolie y Selena Gómez que Jonathan Reyes pintó con tiza en la banqueta.

Me quitaron de allí, que porque estaba muy cerca de la revu. Y si ves el trabajo, todos los que pasaron les gusta lo que hago, me dan trabajo. No hice nada malo

Jonathan es del Estado de México, tiene 10 años en Tijuana y desde hace 2 dibuja en las calles, donde consigue algunas monedas y a veces trabajo como rotulista o tatuador.

Hacer un retrato en el pavimento le exige hasta cuatro horas, y aunque se desvanecerá en alrededor de una semana, eso no le importa.

“Así es esto, el que lo vio lo vio, y si le tomaron foto va a quedar allí”, dice retocando el rostro que pretende parecerse a Mario Moreno “Cantinflas”, “El mimo de México”. Ése de aspecto humilde con un remedo de chaleco y una bacha de cigarro entre los dedos.

Omar Silva, coordinador de animación y culturas populares en el Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC), dice que aunque no hay un vínculo estrecho con los artistas urbanos, sí han trabajado con ellos.

Les facilitan plataformas para presentarse, los invitan a eventos públicos o a dar talleres, pero no siempre les resulta conveniente.

Me he topado con la situación que me dicen: “Yo gano más en el semáforo, ¿para qué voy a batallar haciendo trámites? (…) Es una organización urbana que ellos mismos manejan, comenta.

Un “buen día” pueden ser alrededor de 800 pesos, y un “mal día” unos 100 pesos, con jornadas de trabajo desde cuatro hasta ocho o diez horas en algunas ocasiones.

Además no sorprende que algunos de ellos no solo cambien de semáforo, sino también de ciudad, tal como hacían los artistas de la Edad Media que entretenían por igual al pueblo que a la Corte.

“Los artistas de calle, por más que los levanten, los persigan y los quiten de su espacio, allí están y allí van a estar”, dice el profesor José Constantino.

Aquí el espectador no está obligado a pagar por la actuación, pero sí al menos a reconocer y valorar el talento y la dedicación.



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