Con más de seis mil piezas y artículos, enseres domésticos y otros que han sido recolectados poco a poco este 15 de marzo cumplió 31 años de haber sido fundado el Museo Regional “Los Pioneros de Mexicali” que empezó como una afición tras ver como se perdían muchos objetos de valor histórico.
Una de las piezas que son preferencia de Adolfo Javier Galván Pérez, el coleccionista aficionado que ha logrado en tres décadas el archivo histórico más nutrido de Baja California, es una copa con las iniciales de Abelardo l. Rodríguez, con cintas doradas en los bordes que siempre tiene a la mano en el escritorio de su oficina.
Es oficina abierta rodeada por decenas de muñecos de juguete y piezas inéditas a cualquier ojo, porque atrás, tiene una pared de tablas convertidas a sus espaldas en estantes donde parecen sobrevivir a la mirada visitante, divididos en secciones ordenadas “como Dios me dio a entender…” explica entre sonrisas.
El museo nos cuenta, “tiene un desorden bien ordenado” porque ha tratado de “darle orden” conforme le han llegado donaciones de mexicalenses que conscientes no han querido que se pierdan muchos enseres con valor cultural por ejemplo, una televisión antigua de pantalla redonda descansando en piso casi cubierta con otros objetos.
Mira esta es la silla del químico de la cervecería de Mexicali Adolfo Winder, de origen alemán y a quien le achacan el sabor que distinguió a esta bebida que por varias décadas fue un orgullo para los mexicalenses y en tiene reposando otros objetos, como una muñeca antigua de factura china que forma parte de la colección.
Hay otros televisores de la “tercera edad” al pie de las entradas de las minisecciones, en donde pueden verse juntos versiones temáticas de la vida de los indígenas que vivían de las aguas del Río Colorado o del Missisipi, de la lucha, de los monos uniformados de trabajadores de oficios y profesiones en los Estados Unidos.
Muy específicos porque a mediados del siglo pasado la intención era identificar a una enfermera, un médico, un mecánico, un obrero de la industria, uno de la construcción, choferes, campesinos, o migrantes de varias nacionalidades para tener un contro sobre ellos y fueran identificables de cometer una falta.
Esa fue la explicación que Galván Pérez encontró en tanto mostraba la primera cámara y la primera reproductora de imágenes de televisión que hubo en Mexicali o bien, una de las imprentas primeras que hubo en el país y que eran utilizadas antes, durante y después del porfiriato.
Decenas de fotografías de las bodas de conocidos, empresarios, políticos, funcionarios, sindicalistas, entre otros de la década de los 60s, 70s, 80s, 90s, y más acá, o recortes de su juventud cuando participaban como estudiantes en las revueltas juveniles en temas contra aumentos al transporte urbano entre otros.
Es un museo lleno de historia que se ubica casi enfrente del monumento a Rodolfo Sánchez Taboada, y que inició con hojas de periódicos de La Voz de la Frontera el 15 de marzo de 1987 en que le llegó la idea y en donde “soy el único loco en la familia” y que ha aumentado su acerbo gracias a donaciones o compras.
Llenó de muñecos activos representando cosas cotidianas, explica que la idea de conseguirlos y organizarlos se debió a que llaman mucho el interés de los niños, y no obstante el esfuerzo que realiza, dice que no ha encontrado apoyo de las autoridades culturales para mejorar la presentación del mismo.
Cuenta con un espacio donde antes fueron oficinas de una empresa, luego almacén, y con un sótano que afirma fueron las primeras instalaciones del centro de trabajo “no me creen pero en este nivel estaba el piso en esta zona de Mexicali, pues con la urbanización rellenaron de tierra y se tuvo que construir en otro nivel…”
Menciona satisfecho que cuenta con el apoyo de la familia en este empeño por resguardar las cosas que tienen un valor y significado histórico para Mexicali, y espera más adelante contar con un espacio más amplio donde se pueda apreciar con más claridad lo que ha coleccionado a lo largo de tres décadas.
