/ viernes 7 de julio de 2023

La cervecería: ya un centenario por festejar

El auge y declive de esta empresa dieron como resultado una amplia serie de sucesos

Al mediodía de un domingo de verano, hace ya cien años, fechado como día 01 de julio de 1923, Miguel González y los hermanos William y Adolph Binner entregaban al mundo su idea: una fábrica de cerveza local (plenamente local) y que tuvo como atino histórico adoptar la denominación social de “Cervecería de Mexicali”, empresa que elaboró su producto insignia: la cerveza “Mexicali”.

En el apogeo de la Ley Seca la idea de cerveza real se adornaba con el cliché de “Beer,.. real beer” “Made rigth here and made rigth”.

Desde esa fecha y a lo largo de los siguientes cincuenta años, el auge y declive de esta empresa dieron como resultado una amplia serie de sucesos que se han transformado en pertenencia de la población mexicalenses hasta nuestros días. En pleno siglo XXI la idea y la imagen de la cervecería, sus afiches, sus vestigios, sus leyendas; todo se ha transformado en una ventana histórica para Mexicali.

En octubre de 1973, a partir del inesperado cierre de operaciones la empresa, la idea de la “cervecería” adquirió una nueva categoría en el imaginario social.

Fue en esas condiciones que la vida de la Mexicali comenzó a ser materia de interés colectivo inundando con grandes oleadas de nostalgia, donde cada anécdota, cada vestigio, cada objeto y cada idea, estuvieron creando una historia propia de la Cervecería de Mexicali.

A partir de entonces la vida de esta empresa empezaba a llenar algunos de los huecos históricos locales, haciendo de sus productos, sus marcas y su parafernalia, importantes símbolos que fueron transformados (o en estricto sentido rescatados) en testigos históricos para los mexicalenses.

Foto: María Ruiz | La Voz de la Frontera

Cada objeto, cada documento, cada historia; todo fue integrando un amplio conjunto de ideas sobre el concepto histórico que la cervecería es, hoy en día, para la identidad histórica de Mexicali.

Este último elemento adquiere trascendencia debido a que, hasta los años de 1970, Mexicali seguía siendo una ciudad alejada del espectro cultural mexicano y seguía siendo percibida mediante una imagen viva de su relación con los Estados Unidos. Para la opinión pública, tal situación provocaba un entrecejo de incredulidad en unos, y de envidia (en otros), al pensar que, para la ciudad de Mexicali, sería muy difícil argumentar referentes históricos locales trascendentes.

En base a la evidencia empírica, puede afirmarse que la idea de la cerveza como referente social de esta región, empezó a ser considerado a partir de la década de 1940, años en que la empresa decidió publicitarse como un símbolo de la mexicanidad local mediante su concepto de Old Mexico.

Si bien esa mexicanidad se publicitaba para el mercado de los Estados Unidos; localmente el consumidor asumía su identidad local, consumiendo la cerveza local: la “Mexicali”.

Este sencillo proceso de identidad local favoreció una idea cohesionada donde michoacanos, sonorenses, jaliscienses, zacatecanos, sinaloenses, potosinos, guanajuatenses, poblanos y todos quienes había migrado hacia esta región, transformaron una marca de cerveza en una marca de identidad social compartida.

En esta conmemoración centenaria la idea de la cervecería como ventana histórica adquiere así trascendencia, debido a que la cervecería brinda soporte para la construcción de la propia idea histórica de Mexicali, de sus personajes, de su desarrollo y, sobre todo, de su identidad.

La empresa cerró operaciones en octubre de 1973 y, desde entonces, ha alimentado historias propias emanadas desde la posesión una vieja botella, de una etiqueta manchada de humedad, de una fotografía amarillenta y, pocas veces, de un deteriorado documento que deja entrever los registros de operación en la vida de la empresa.

Se conoce mucho de la marca en su parafernalia, pero se conoce muy poco de la empresa y su operación. Se tiene una clara idea de su presencia en la historia local, no obstante, se desconoce el impacto histórico que ha aportado.

Ahora bien, estos pasajes históricos se han vuelto de dominio público y, en tal condición, se han contaminado de ideas erróneas (sin sustento) sobre la historia de la cervecería, por lo que no resulta extraño que (en su mayoría) todo mexicalense esté trastocado por alguna idea de la “Mexicali” y esté en posesión o desee la posesión de un objeto de esta marca.

En esa dinámica participamos en la idea histórica de la marca y, mediante pláticas o entusiastas participaciones en las redes sociales, intentamos aportar argumentos relativos a la historia, y que nos conduzcan a descubrir porque la cervecería fungió más allá que la llana fábrica de cerveza, en un argumento aún vigente cincuenta años luego de su cierre.

Pese a ello el despertar de la curiosidad histórica ha estimulado, por largos años, la pepena de los vestigios tangibles; nacieron sí los furtivos ingresos al viejo edificio de la cervecería.

Posiblemente desde 1976 (posible año de conclusión para la liquidación de activos) y hasta 1986 (año del incendio) las iniciativas para incursionar al edificio abandonado de la fábrica de cerveza, se volvieron un reto para muchos curiosos de esas generaciones.

El reto de ese edificio era subir a su gigantesca torre. El ascenso implicaba angostas escaleras de concreto que dan ingreso a las antiguas salas de reposo y los grandes espacios vacíos donde estuvieron montados los equipos de elaboración; aquellos del viejo método con ollas y tuberías de cobre.

Habría sido el ingreso a los almacenes que contenían cajas y anaqueles resguardando numerosos vestigios documentales (propios de la empresa y de las marcas que se elaboraban), los sitios de mayor productividad histórica, resultado de los materiales que allí se habían depositado.

También se podía ingresar a los patios y a las calles internas. En esos espacios aparecían intactos grandes depósitos de botellas, cajas, maquinaria y algunos vehículos de muy viejo aspecto.

Todo el conjunto del viejo edificio, en esos años, parecía una caja del tiempo. Las sensaciones de encontrarse con documentos, mobiliario y equipo de uso pasado, permitía reflejar los años de operación de la fábrica.

Todos quienes participamos en estas incursiones sabían sus reglas: saltar por el lado de la maltera, ingresar al primer almacén y revisar si el guardia estaba en su oficina, aprovechar los almacenes y las cajas ya abiertas y, nunca, abrir algo que estuviera cerrado (condición que pocos cumplían).

Pero el hallazgo que implicaba el ingreso al edificio tuvo implicaciones duales. Primero, fragmentó el voluminoso inventario de documentos que registraban la operación de la empresa (prácticamente desde los años 30), así como el abundante almacenamiento de la parafernalia de las distintas cervezas que se elaboraban.

Segundo, y por paradójico que resulte, esta fragmentación de los vestigios de la cervecería permitió el rescate y la conservación de dichas joyas históricas.

En este amplio surtido de vestigios resalta la gran cantidad de sus objetos promocionales, sus envases o de las formas de como publicitaban sus productos, condiciones que ilustran los modos de consumo y que guiaron a ese reconocimiento de su imagen de producto, como imagen e identidad local.

De esta forma los abanicos, posters, encendedores, destapadores, vasos y tarros, ceniceros, mantas, plantillas para rotular fachadas, empaques, latas y botellas, charolas, hojas para menú, carpetas de entrenamiento y hasta carpetas de proyectos publicitarios (que no se realizaron) constituyen vestigios que hablan de la historia de la ciudad. Por medio de esos coleccionistas es posible conocer que la “Mexicali” intentó incursionar en el uso de la botella verde, algo poco común al final de los 50´s.

También se hace posible saber la forma en que la cervecería amplió su abanico de marcas, en un intento por consolidar su mercado de exportación, además de su cambio de imagen para cambiar sus diseños y modernizarse ante los cambios del mercado.

Foto: María Ruiz | La Voz de la Frontera

A pesar de que la cervecería puede constituir una aquilatada ventana histórica, no deja de ser víctima de conceptualizaciones históricamente erróneas.

Mitos y leyendas han inundado la memoria colectiva, como la del inexistente “químico alemán” que elaboraba la cerveza o, lo relativo a que se usaban puros ingredientes europeos para elaborar la cerveza, hasta el argumento de que la “Mexicali” se vendía en todo el mundo, o la misma fecha de inicio de operaciones; misma que Abelardo Rodríguez hizo publicar como el 4 de julio de 1924 para acreditarse esta inversión en su período gubernamental.

En uno de estos argumentos se asevera, erróneamente, que la Cervecería de Mexicali era más grande la Compañía Cervecera Azteca y que la incapacidad operativa de ésta, obligó a su venta.

Más aún, se da como cierto el falso argumento de la propuesta económica (mediante un cheque en blanco) que se recibió Víctor González Ibs (presidente de la Cervecería de Mexicali), por parte de Eugenio Garza Sada (presidente de la Cervecería Cuauhtémoc) para la compra de la empresa.

De esa forma emergen numerosos mitos resultado del imaginario y la necesidad de tener una historia de la cervecería, y que se han transformados en auténticas leyendas urbanas que romantizan esa parte de la historia de Mexicali.

Ahora, con una conciencia histórica más desarrollada, el aprecio por los sucesos locales y, especialmente, por la historia de la Cervecería de Mexicali, ha transformado a dichos vestigios como verdaderos tesoros y fuentes de información primaria.

Todos son producto de nuestra arqueología urbana una arqueología empírica, aficionada, muy entusiasta. De forma similar (toda proporción guardad) y en vías a la conmemoración del centenario de la Cervecería de Mexicali, nuestra cervecería, nuestro emblema histórico por excelencia, tuvo en encierro una importante etapa histórica de Mexicali; cuando el desarrollo económico local impulsaba el apogeo de un Mexicali pujante, el hogar para una sociedad fronteriza sui generis.

Conmemorar este centenario es honrar la memoria histórica mexicalense para que se resguarde el precedente a las nuevas generaciones.

*Miembro de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali

Al mediodía de un domingo de verano, hace ya cien años, fechado como día 01 de julio de 1923, Miguel González y los hermanos William y Adolph Binner entregaban al mundo su idea: una fábrica de cerveza local (plenamente local) y que tuvo como atino histórico adoptar la denominación social de “Cervecería de Mexicali”, empresa que elaboró su producto insignia: la cerveza “Mexicali”.

En el apogeo de la Ley Seca la idea de cerveza real se adornaba con el cliché de “Beer,.. real beer” “Made rigth here and made rigth”.

Desde esa fecha y a lo largo de los siguientes cincuenta años, el auge y declive de esta empresa dieron como resultado una amplia serie de sucesos que se han transformado en pertenencia de la población mexicalenses hasta nuestros días. En pleno siglo XXI la idea y la imagen de la cervecería, sus afiches, sus vestigios, sus leyendas; todo se ha transformado en una ventana histórica para Mexicali.

En octubre de 1973, a partir del inesperado cierre de operaciones la empresa, la idea de la “cervecería” adquirió una nueva categoría en el imaginario social.

Fue en esas condiciones que la vida de la Mexicali comenzó a ser materia de interés colectivo inundando con grandes oleadas de nostalgia, donde cada anécdota, cada vestigio, cada objeto y cada idea, estuvieron creando una historia propia de la Cervecería de Mexicali.

A partir de entonces la vida de esta empresa empezaba a llenar algunos de los huecos históricos locales, haciendo de sus productos, sus marcas y su parafernalia, importantes símbolos que fueron transformados (o en estricto sentido rescatados) en testigos históricos para los mexicalenses.

Foto: María Ruiz | La Voz de la Frontera

Cada objeto, cada documento, cada historia; todo fue integrando un amplio conjunto de ideas sobre el concepto histórico que la cervecería es, hoy en día, para la identidad histórica de Mexicali.

Este último elemento adquiere trascendencia debido a que, hasta los años de 1970, Mexicali seguía siendo una ciudad alejada del espectro cultural mexicano y seguía siendo percibida mediante una imagen viva de su relación con los Estados Unidos. Para la opinión pública, tal situación provocaba un entrecejo de incredulidad en unos, y de envidia (en otros), al pensar que, para la ciudad de Mexicali, sería muy difícil argumentar referentes históricos locales trascendentes.

En base a la evidencia empírica, puede afirmarse que la idea de la cerveza como referente social de esta región, empezó a ser considerado a partir de la década de 1940, años en que la empresa decidió publicitarse como un símbolo de la mexicanidad local mediante su concepto de Old Mexico.

Si bien esa mexicanidad se publicitaba para el mercado de los Estados Unidos; localmente el consumidor asumía su identidad local, consumiendo la cerveza local: la “Mexicali”.

Este sencillo proceso de identidad local favoreció una idea cohesionada donde michoacanos, sonorenses, jaliscienses, zacatecanos, sinaloenses, potosinos, guanajuatenses, poblanos y todos quienes había migrado hacia esta región, transformaron una marca de cerveza en una marca de identidad social compartida.

En esta conmemoración centenaria la idea de la cervecería como ventana histórica adquiere así trascendencia, debido a que la cervecería brinda soporte para la construcción de la propia idea histórica de Mexicali, de sus personajes, de su desarrollo y, sobre todo, de su identidad.

La empresa cerró operaciones en octubre de 1973 y, desde entonces, ha alimentado historias propias emanadas desde la posesión una vieja botella, de una etiqueta manchada de humedad, de una fotografía amarillenta y, pocas veces, de un deteriorado documento que deja entrever los registros de operación en la vida de la empresa.

Se conoce mucho de la marca en su parafernalia, pero se conoce muy poco de la empresa y su operación. Se tiene una clara idea de su presencia en la historia local, no obstante, se desconoce el impacto histórico que ha aportado.

Ahora bien, estos pasajes históricos se han vuelto de dominio público y, en tal condición, se han contaminado de ideas erróneas (sin sustento) sobre la historia de la cervecería, por lo que no resulta extraño que (en su mayoría) todo mexicalense esté trastocado por alguna idea de la “Mexicali” y esté en posesión o desee la posesión de un objeto de esta marca.

En esa dinámica participamos en la idea histórica de la marca y, mediante pláticas o entusiastas participaciones en las redes sociales, intentamos aportar argumentos relativos a la historia, y que nos conduzcan a descubrir porque la cervecería fungió más allá que la llana fábrica de cerveza, en un argumento aún vigente cincuenta años luego de su cierre.

Pese a ello el despertar de la curiosidad histórica ha estimulado, por largos años, la pepena de los vestigios tangibles; nacieron sí los furtivos ingresos al viejo edificio de la cervecería.

Posiblemente desde 1976 (posible año de conclusión para la liquidación de activos) y hasta 1986 (año del incendio) las iniciativas para incursionar al edificio abandonado de la fábrica de cerveza, se volvieron un reto para muchos curiosos de esas generaciones.

El reto de ese edificio era subir a su gigantesca torre. El ascenso implicaba angostas escaleras de concreto que dan ingreso a las antiguas salas de reposo y los grandes espacios vacíos donde estuvieron montados los equipos de elaboración; aquellos del viejo método con ollas y tuberías de cobre.

Habría sido el ingreso a los almacenes que contenían cajas y anaqueles resguardando numerosos vestigios documentales (propios de la empresa y de las marcas que se elaboraban), los sitios de mayor productividad histórica, resultado de los materiales que allí se habían depositado.

También se podía ingresar a los patios y a las calles internas. En esos espacios aparecían intactos grandes depósitos de botellas, cajas, maquinaria y algunos vehículos de muy viejo aspecto.

Todo el conjunto del viejo edificio, en esos años, parecía una caja del tiempo. Las sensaciones de encontrarse con documentos, mobiliario y equipo de uso pasado, permitía reflejar los años de operación de la fábrica.

Todos quienes participamos en estas incursiones sabían sus reglas: saltar por el lado de la maltera, ingresar al primer almacén y revisar si el guardia estaba en su oficina, aprovechar los almacenes y las cajas ya abiertas y, nunca, abrir algo que estuviera cerrado (condición que pocos cumplían).

Pero el hallazgo que implicaba el ingreso al edificio tuvo implicaciones duales. Primero, fragmentó el voluminoso inventario de documentos que registraban la operación de la empresa (prácticamente desde los años 30), así como el abundante almacenamiento de la parafernalia de las distintas cervezas que se elaboraban.

Segundo, y por paradójico que resulte, esta fragmentación de los vestigios de la cervecería permitió el rescate y la conservación de dichas joyas históricas.

En este amplio surtido de vestigios resalta la gran cantidad de sus objetos promocionales, sus envases o de las formas de como publicitaban sus productos, condiciones que ilustran los modos de consumo y que guiaron a ese reconocimiento de su imagen de producto, como imagen e identidad local.

De esta forma los abanicos, posters, encendedores, destapadores, vasos y tarros, ceniceros, mantas, plantillas para rotular fachadas, empaques, latas y botellas, charolas, hojas para menú, carpetas de entrenamiento y hasta carpetas de proyectos publicitarios (que no se realizaron) constituyen vestigios que hablan de la historia de la ciudad. Por medio de esos coleccionistas es posible conocer que la “Mexicali” intentó incursionar en el uso de la botella verde, algo poco común al final de los 50´s.

También se hace posible saber la forma en que la cervecería amplió su abanico de marcas, en un intento por consolidar su mercado de exportación, además de su cambio de imagen para cambiar sus diseños y modernizarse ante los cambios del mercado.

Foto: María Ruiz | La Voz de la Frontera

A pesar de que la cervecería puede constituir una aquilatada ventana histórica, no deja de ser víctima de conceptualizaciones históricamente erróneas.

Mitos y leyendas han inundado la memoria colectiva, como la del inexistente “químico alemán” que elaboraba la cerveza o, lo relativo a que se usaban puros ingredientes europeos para elaborar la cerveza, hasta el argumento de que la “Mexicali” se vendía en todo el mundo, o la misma fecha de inicio de operaciones; misma que Abelardo Rodríguez hizo publicar como el 4 de julio de 1924 para acreditarse esta inversión en su período gubernamental.

En uno de estos argumentos se asevera, erróneamente, que la Cervecería de Mexicali era más grande la Compañía Cervecera Azteca y que la incapacidad operativa de ésta, obligó a su venta.

Más aún, se da como cierto el falso argumento de la propuesta económica (mediante un cheque en blanco) que se recibió Víctor González Ibs (presidente de la Cervecería de Mexicali), por parte de Eugenio Garza Sada (presidente de la Cervecería Cuauhtémoc) para la compra de la empresa.

De esa forma emergen numerosos mitos resultado del imaginario y la necesidad de tener una historia de la cervecería, y que se han transformados en auténticas leyendas urbanas que romantizan esa parte de la historia de Mexicali.

Ahora, con una conciencia histórica más desarrollada, el aprecio por los sucesos locales y, especialmente, por la historia de la Cervecería de Mexicali, ha transformado a dichos vestigios como verdaderos tesoros y fuentes de información primaria.

Todos son producto de nuestra arqueología urbana una arqueología empírica, aficionada, muy entusiasta. De forma similar (toda proporción guardad) y en vías a la conmemoración del centenario de la Cervecería de Mexicali, nuestra cervecería, nuestro emblema histórico por excelencia, tuvo en encierro una importante etapa histórica de Mexicali; cuando el desarrollo económico local impulsaba el apogeo de un Mexicali pujante, el hogar para una sociedad fronteriza sui generis.

Conmemorar este centenario es honrar la memoria histórica mexicalense para que se resguarde el precedente a las nuevas generaciones.

*Miembro de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali

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