Mauricio y Pablo tienen dos cosas en común, fueron deportados de Estados Unidos y sufren por estar lejos de sus hijos, mientras el primero está decidido a cruzar nuevamente de manera ilegal, el otro, espera que se resuelva su situación migratoria en un juzgado.
Bajo la sombra de las palmeras y de los árboles que se encuentran en el centenario Parque Héroes de Chapultepec, ambos platicaban de sus propias situaciones, que proviniendo de lugares tan lejanos, encontraron fuertes y cercanas coincidencias.
Pablo Herrera, proveniente de Oaxaca, tiene una pequeña hija de 2 años con una ciudadana norteamericana, que se quedó en Dakota del Sur, ya que él fue deportado el 4 de diciembre del 2017, por la frontera de Reynosa, Tamaulipas.
Recuerda que fue en el 2011 cuando cruzó hacia Estados Unidos por el lado de La Rumorosa, en una travesía que duró 5 días a pie.
Aún sin papeles logró conseguir un trabajo estable en la construcción en el Estado de Dakota del Norte, sin embargo, sufrió un accidente cuando cayó de una escalera al momento de instalar tabla roca en un domicilio, lo que lo dejó incapacitado para trabajar.
Aunado a lo anterior, su esposa que sufre de esquizofrenia, lo agredió, fue detenido debido a que ella misma hizo un reporte de que en su departamento había una persona que la quería matar, por ello fue detenido, encarcelado y repatriado.
Su hija fue recogida por el Estado, por lo que se encuentra en una especie de orfanato, situación que lo tiene muy triste.
Sin embargo, su caso lo lleva una abogada de aquella entidad al Norte de Estados Unidos, quien le ha recomendado que no se cruce de manera ilegal, ya que puede perder todo lo que ha ganado hasta el momento.
Decidió viajar de Reynosa a Mexicali, ya que considera que aquí hay más oportunidades de trabajo en la construcción, sin embargo, aún no se ha recuperado de la lesión en su pierna derecha.
Quiere regresar
Similar situación, pero no la misma es en la que se encuentra Mauricio Bedoya, quien fue repatriado hace un año y dos meses, después de pasar 24 años viviendo en Seattle, Washington, trabajando en la construcción.
Leía LA VOZ DE LA FRONTERA, le llamó la atención la nota principal.
Hizo familia con una ciudadana estadounidense, nativa del Estado de Montana, con quien procreó un hijo que a la fecha, cuenta con 22 años de edad.
Él fue sorprendido por la policía de aquella entidad cuando conducía un vehículo en estado de ebriedad, pero no fue deportado en aquella ocasión, ya que tenía una solicitud de asilo político.
En cambio fue enviado a un curso de Alcohólicos Anónimos, del cual logró juntar 90 firmas, pero de inmediato fue detenido cuando un juez le negó la visa humanitaria, por lo que duró 3 años en la cárcel.
Comentó que trataron de repatriarlo en dos ocasiones por avión, sin embargo, al padecer de alta presión, hepatitis C, depresión y ansiedad, no lo podían trasladar, sin embargo, la tercera ocasión, sí se lo llevaron, “todo enfermo”, lo que no se le hace justo.
Recordó que fue a finales de los años ochenta cuando tuvo que huir de su natal San Luis Río Colorado, Sonora, donde trabajaba como policía municipal.
Y es que participó en un operativo donde repelieron una agresión de un grupo que realizaba un robo, posteriormente dos de sus compañeros fueron asesinados, y él era el tercero, por lo que tenía que huir, por ello le fue concedido el asilo político.
Hoy quiere regresar a Seattle, Washington, volver con su esposa quien sufre cáncer, y se encuentra en quimioterapia, no puede trabajar y considera a su hijo muy joven para asumir esta responsabilidad, por lo que saltará el cerco a como dé lugar.
