/ jueves 25 de marzo de 2021

Las mujeres no acceden a los gobiernos locales

Cada vez que llega marzo recordamos muchas de las problemáticas que día a día y en forma ininterrumpida padecen las mujeres. Lo denunciamos y como sociedad aparentamos concientizarnos, pero cuando llega el marzo siguiente notamos que los avances, en el caso que hayan existido, fueron magros. Eso también atañe a la participación política en los cargos ejecutivos más altos en América Latina.

Actualmente en la región no hay ninguna jefa de Estado dirigiendo los destinos de una nación y si visualizamos un escenario prospectivo de las elecciones presidenciales que restan para este 2021, las posibilidades existen, pero son minoritarias.

El balotaje presidencial ecuatoriano será entre dos hombres (Andrés Arauz y Guillermo Lasso); para los comicios peruanos hay casi una veintena de candidatos de los cuales solo dos son mujeres: La izquierdista Verónika Mendoza y la derechista Keiko Fujimori, que si bien tienen chances no lideran las encuestas.

En el segundo semestre del año habrá elecciones en Chile y en Nicaragua, países en los que de momento los precandidatos con posibilidades son hombres; también Honduras irá a las urnas. Allí la precandidata de Libre, Xiomara Castro de Zelaya, tiene chances claras de alcanzar la Presidencia.

Más allá de las jefaturas de Estado, en los gobiernos locales latinoamericanos, en el segundo nivel, la participación y elección de las mujeres también es deficitaria, apenas supera el 10% en la mayoría de los países del continente. Paraguay tiene 17 departamentos y un distrito capital (Asunción), mientras Perú cuenta con 26 circunscripciones de nivel regional. No hay ninguna gobernadora en estos 43 territorios, son todos varones.

En este nivel de gobierno también es sorprendente la situación de Brasil, el gigante latinoamericano tiene 27 unidades federativas y una sola gobernadora, Fátima Bezerra, del PT, en Río Grande del Norte.

México, otro de los gigantes latinoamericanos, también posee una participación femenina exigua en este nivel de gobierno. De 32 entidades, solo en Ciudad de México y Sonora hay gobernadoras, Claudia Scheinbaum (Morena) y Claudia Pavlovich (PRI), respectivamente. La situación no difiere mucho en el resto de América Latina y el Caribe. Solo tres países en América del Sur superan el 20% de mujeres ocupando el máximo cargo en el segundo nivel de gobierno siendo electas por voto popular: Ecuador, Bolivia y Venezuela. Mientras que la mejor participación femenina en este nivel de gobierno en la región, se encuentra en Nicaragua.

Existen países en los que los gobernantes locales son elegidos por los presidentes de la República, como los casos de Chile, Panamá y Guatemala. En estas naciones la voluntad política tampoco favorece a las mujeres...

Es evidente que el acceso a las jefaturas de Estado para las mujeres resulta casi hazañoso en América Latina y el Caribe, mientras que alcanzar los gobiernos de un segundo nivel también es sumamente difícil, quizás sea hora de buscar herramientas que permitan el acceso femenino a los cargos ejecutivos, tal como se hace en algunos países con las candidaturas al legislativo.

Cada vez que llega marzo recordamos muchas de las problemáticas que día a día y en forma ininterrumpida padecen las mujeres. Lo denunciamos y como sociedad aparentamos concientizarnos, pero cuando llega el marzo siguiente notamos que los avances, en el caso que hayan existido, fueron magros. Eso también atañe a la participación política en los cargos ejecutivos más altos en América Latina.

Actualmente en la región no hay ninguna jefa de Estado dirigiendo los destinos de una nación y si visualizamos un escenario prospectivo de las elecciones presidenciales que restan para este 2021, las posibilidades existen, pero son minoritarias.

El balotaje presidencial ecuatoriano será entre dos hombres (Andrés Arauz y Guillermo Lasso); para los comicios peruanos hay casi una veintena de candidatos de los cuales solo dos son mujeres: La izquierdista Verónika Mendoza y la derechista Keiko Fujimori, que si bien tienen chances no lideran las encuestas.

En el segundo semestre del año habrá elecciones en Chile y en Nicaragua, países en los que de momento los precandidatos con posibilidades son hombres; también Honduras irá a las urnas. Allí la precandidata de Libre, Xiomara Castro de Zelaya, tiene chances claras de alcanzar la Presidencia.

Más allá de las jefaturas de Estado, en los gobiernos locales latinoamericanos, en el segundo nivel, la participación y elección de las mujeres también es deficitaria, apenas supera el 10% en la mayoría de los países del continente. Paraguay tiene 17 departamentos y un distrito capital (Asunción), mientras Perú cuenta con 26 circunscripciones de nivel regional. No hay ninguna gobernadora en estos 43 territorios, son todos varones.

En este nivel de gobierno también es sorprendente la situación de Brasil, el gigante latinoamericano tiene 27 unidades federativas y una sola gobernadora, Fátima Bezerra, del PT, en Río Grande del Norte.

México, otro de los gigantes latinoamericanos, también posee una participación femenina exigua en este nivel de gobierno. De 32 entidades, solo en Ciudad de México y Sonora hay gobernadoras, Claudia Scheinbaum (Morena) y Claudia Pavlovich (PRI), respectivamente. La situación no difiere mucho en el resto de América Latina y el Caribe. Solo tres países en América del Sur superan el 20% de mujeres ocupando el máximo cargo en el segundo nivel de gobierno siendo electas por voto popular: Ecuador, Bolivia y Venezuela. Mientras que la mejor participación femenina en este nivel de gobierno en la región, se encuentra en Nicaragua.

Existen países en los que los gobernantes locales son elegidos por los presidentes de la República, como los casos de Chile, Panamá y Guatemala. En estas naciones la voluntad política tampoco favorece a las mujeres...

Es evidente que el acceso a las jefaturas de Estado para las mujeres resulta casi hazañoso en América Latina y el Caribe, mientras que alcanzar los gobiernos de un segundo nivel también es sumamente difícil, quizás sea hora de buscar herramientas que permitan el acceso femenino a los cargos ejecutivos, tal como se hace en algunos países con las candidaturas al legislativo.