/ lunes 3 de septiembre de 2018

Canadá, ejemplo de dignidad ante ultimátum de Trump

Estrategia$


Mi respeto y admiración para el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, por negarse a un acuerdo forzado, como pretendía el presidente Donald Trump al fijar como fecha límite el 31 de agosto en torno al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), so pena de dejarles fuera.

Independientemente de cómo finalicen las negociaciones, su arrojo es ejemplo de lo que debe hacer un gobierno soberano, congruente y enérgico que busca defender el interés y la dignidad de su pueblo, postura opuesta a la de nuestros representantes, quienes de último momento cedieron a las presiones a cambio de no se sabe qué.

En este contexto, la negociación entre México y EUA terminó con un giro desfavorable. Y podría convertirse en otra muestra vergonzosa de intimidación e imposición en la relación bilateral, tal y como lo fue el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, con el que cedimos más de la mitad del territorio nacional.

Es necesario recordar que al inicio de las negociaciones del TLCAN en 1990, Carlos Salinas de Gortari argumentó que era necesario un acuerdo trilateral porque la inclusión de Canadá -si bien implicaba riesgos- permitía que un país de bajo desarrollo económico con uno de mediano tamaño, sumaran fuerzas para negociar frente a la nación más poderosa del mundo.

Hoy en día esta condición no ha cambiado, de aquí que es injustificable la aceptación en principio de un acuerdo bilateral si Canadá queda excluida.

Durante un año el gobierno mexicano indicó que había partes del Tratado en las que no cedería. Así, afirmó que no convendría cancelar el capítulo 19 referente a la resolución de controversias, pues dejaría los diferendos a la justicia norteamericana. No obstante, lo hizo. Por fortuna Canadá insiste en que es un tema infranqueable y habrá que esperar cómo lo resuelven entre ellos.

Otro punto controversial resultó el acuerdo en paralelo que nos impone, a partir de 2020, un límite de 2.4 millones a la exportación de vehículos libre de aranceles o un valor de 90 mil millones de dólares. Sobre el excedente se aplicará un arancel de 25%. Se estima que el tope se alcanzará en 2024.

El gobierno presentó lo anterior como un logro al referirlo como un seguro para la exportación durante la vigencia del pacto. La realidad es un revés a la postura de que no aceptaría aranceles. Esto, junto con el cambio en las reglas de origen, favorece futuras inversiones en EUA y Canadá, a cambio de frenar la expansión del sector en México. Indudablemente, un triunfo para Trump.

Algunos dirán que Canadá México lo traicionó al abandonar posiciones de interés mutuo, pero no es así. Al menos no públicamente. Políticos de ese país (como Lisa Raitt, vicepresidenta del Partido Conservador) se han limitado a señalar: “Los mexicanos simplemente nos superaron”. Y es que ya sabían que en nuestro caso urgía resolver el impasse del sector automotriz, dada su relevancia en mantener la certidumbre a la inversión.

Lo que no esperaban es que se incluyeran otros temas como el capítulo 19, la propiedad intelectual y la cláusula de extinción.

Conforme se conocen los detalles de lo acordado, algunos sectores manifiestan preocupación. El Cuarto de Junto no funcionó, pues validó acuerdos perjudiciales. No obstante, el interés y la probabilidad de concluir satisfactoriamente el TLCAN se mantienen…

Estoy convencido que no conviene un tratado bilateral. Ojalá el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tenga la voluntad y la sapiencia para evitarlo.


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Mi respeto y admiración para el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, por negarse a un acuerdo forzado, como pretendía el presidente Donald Trump al fijar como fecha límite el 31 de agosto en torno al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), so pena de dejarles fuera.

Independientemente de cómo finalicen las negociaciones, su arrojo es ejemplo de lo que debe hacer un gobierno soberano, congruente y enérgico que busca defender el interés y la dignidad de su pueblo, postura opuesta a la de nuestros representantes, quienes de último momento cedieron a las presiones a cambio de no se sabe qué.

En este contexto, la negociación entre México y EUA terminó con un giro desfavorable. Y podría convertirse en otra muestra vergonzosa de intimidación e imposición en la relación bilateral, tal y como lo fue el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, con el que cedimos más de la mitad del territorio nacional.

Es necesario recordar que al inicio de las negociaciones del TLCAN en 1990, Carlos Salinas de Gortari argumentó que era necesario un acuerdo trilateral porque la inclusión de Canadá -si bien implicaba riesgos- permitía que un país de bajo desarrollo económico con uno de mediano tamaño, sumaran fuerzas para negociar frente a la nación más poderosa del mundo.

Hoy en día esta condición no ha cambiado, de aquí que es injustificable la aceptación en principio de un acuerdo bilateral si Canadá queda excluida.

Durante un año el gobierno mexicano indicó que había partes del Tratado en las que no cedería. Así, afirmó que no convendría cancelar el capítulo 19 referente a la resolución de controversias, pues dejaría los diferendos a la justicia norteamericana. No obstante, lo hizo. Por fortuna Canadá insiste en que es un tema infranqueable y habrá que esperar cómo lo resuelven entre ellos.

Otro punto controversial resultó el acuerdo en paralelo que nos impone, a partir de 2020, un límite de 2.4 millones a la exportación de vehículos libre de aranceles o un valor de 90 mil millones de dólares. Sobre el excedente se aplicará un arancel de 25%. Se estima que el tope se alcanzará en 2024.

El gobierno presentó lo anterior como un logro al referirlo como un seguro para la exportación durante la vigencia del pacto. La realidad es un revés a la postura de que no aceptaría aranceles. Esto, junto con el cambio en las reglas de origen, favorece futuras inversiones en EUA y Canadá, a cambio de frenar la expansión del sector en México. Indudablemente, un triunfo para Trump.

Algunos dirán que Canadá México lo traicionó al abandonar posiciones de interés mutuo, pero no es así. Al menos no públicamente. Políticos de ese país (como Lisa Raitt, vicepresidenta del Partido Conservador) se han limitado a señalar: “Los mexicanos simplemente nos superaron”. Y es que ya sabían que en nuestro caso urgía resolver el impasse del sector automotriz, dada su relevancia en mantener la certidumbre a la inversión.

Lo que no esperaban es que se incluyeran otros temas como el capítulo 19, la propiedad intelectual y la cláusula de extinción.

Conforme se conocen los detalles de lo acordado, algunos sectores manifiestan preocupación. El Cuarto de Junto no funcionó, pues validó acuerdos perjudiciales. No obstante, el interés y la probabilidad de concluir satisfactoriamente el TLCAN se mantienen…

Estoy convencido que no conviene un tratado bilateral. Ojalá el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tenga la voluntad y la sapiencia para evitarlo.