/ lunes 15 de enero de 2018

Estrategia$

2018, crecimiento débil con riesgo de más inflación

Los organismos internacionales, así como los analistas económicos privados del país, coinciden en que el crecimiento económico en 2018 será menor al del año que acaba de terminar. Entre las razones que mencionan destacan:

1) Desaceleración de diversas actividades económicas como resultado de los terremotos y huracanes de 2017.

2) Presión inflacionaria que ha mermado el poder adquisitivo de los consumidores, lo que ha resultado en una disminución del gasto y la demanda.

3) Alza de las tasas de interés, factor que inhibe la compra de bienes y servicios a crédito con tasas variables.

4) Incertidumbre entre inversionistas nacionales y extranjeros como resultado de las negociaciones en torno al TLCAN. 5) Impacto por reforma fiscal en EUA, factor que afectará la competitividad de las inversiones.

6) Incertidumbre en torno a las elecciones presidenciales en México, así como las legislativas en EUA y 7) Índices de inseguridad crecientes en todo el país, hecho que preocupa a inversionistas y consumidores.

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público y Banco de México coinciden hasta ahora que el PIB crecerá este año entre 2 y 3% para un promedio de 2.5%. Hace unos días, sin embargo, el Banco Mundial recortó su estimación de 2.2 a 2.1% y los analistas privados prevén oscile entre 1.9 y 2.3%. En lo personal, creo que se situará en un rango de 1.5 a 2.0%, en un escenario de relativa normalidad. No obstante, de presentarse condiciones adversas más severas, podríamos estar ante resultados comprendidos entre cero y 1%.

Si bien un crecimiento débil es motivo de reservas, este factor ha pasado a segundo lugar. En mi opinión, lo que más debe preocuparnos este año es la inflación, pues afecta a quienes menos tienen. De ahí que se diga que el alza generalizada de los precios es el impuesto de los pobres.

Las autoridades monetarias esperan un descenso importante de la inflación en los próximos meses, esto como resultado del efecto aritmético que tendrá el cambio de año base en las mediciones (programado para la segunda mitad de año), así como la aplicación de medidas correctivas.

Sin embargo, la mayoría de los analistas no anticipamos que la inflación descienda al objetivo anual de 3%. De hecho, prevemos que estará comprendida en un rango de 4 a 4.5%.

El comportamiento anterior está condicionado a varias premisas:

1) Que la volatilidad en el tipo de cambio no impacte la estructura de costos de las empresas, de tal manera que se vean obligadas a repercutirlo en los precios. Esto será posible en tanto no se rebase y se mantenga por arriba de los 20 pesos por dólar. Lo ideal será que oscile alrededor de 18.50 pesos por dólar a lo mucho.

2) Que los precios de los energéticos se conserven estables, aunque implique sacrificar ingresos presupuestales.

3) Que el Banco Central no titubee en llevar a cabo los ajustes necesarios a las tasas de interés para combatir eficazmente el alza de precios.

4) Que el Ejecutivo haga los ajustes presupuestales necesarios para evitar un aumento del déficit fiscal y, 5) Que empresas y población no modifiquen sus expectativas de inflación en forma significativa.

Esto último es de suma importancia, pues una vez que los agentes económicos empiezan a condicionar su comportamiento en base a expectativas y no a hechos reales, los precios pueden salirse de lo normal y con ello contribuir a una espiral mayor de lo previsto.

Cuando las expectativas se disparan, los consumidores reaccionan de manera inesperada. Algunos empiezan a hacer compras de más, lo que contribuye a que los oferentes eleven los precios ante una demanda pico o fuera de serie. Algo similar a lo que sucede cuando la población corre a aprovisionarse ante la proximidad de un fenómeno meteorológico que puede afectar el abasto de productos básicos. Así, es posible que los precios de los básicos se disparen y con ello no sólo impacte a este grupo, sino dé lugar a un efecto derrama hacia otros. Con ello, se nutre un proceso continuo de alza generalizado de precios.

El cambio de expectativas hace que los consumidores cambien sus preferencias. No sólo puede que opten por bienes duraderos cuyos precios esperan se comporten al alza, sino que pueden dejar de pagar sus impuestos en aras de tener la liquidez necesaria para comprar, hecho que afecta a las finanzas públicas y otras variables relevantes. Otros más puede que busquen refugio para sus ahorros en la compra de divisas, lo que contribuiría a acelerar la depreciación de nuestra moneda con sus secuelas.

En base a lo anterior, es de vital importancia que las autoridades empleen todos los recursos a su alcance para evitar que la inflación se salga de control. No hay que olvidar que existe compromiso en la CONASAMI de acordar el siguiente salario mínimo antes del 30 de abril próximo, lo que podría convertirse en incentivo para un cambio de expectativas. Sobre todo, en lo referente a la revisión de contratos laborales, mismos que el año pasado promediaron un aumento de 4.5%.

Con una inflación anual de 6.8% en 2017, los salarios contractuales quedaron rezagados en 2.3 puntos porcentuales y si a ello se le agrega la inflación esperada para este año, es casi seguro que las pretensiones sindicales rondaran -al menos- en un aumento de 7%.

Si la precarización salarial es ya tema que amerita la aplicación de soluciones urgentes, un descontrol de la inflación podría llevar a niveles de descontento social no previstos. Más cuando las remuneraciones de otros segmentos han estado sujetos también a un deterioro notable. Habrá que estar muy pendientes de esta evolución.

erovirosa01@gmail.com

2018, crecimiento débil con riesgo de más inflación

Los organismos internacionales, así como los analistas económicos privados del país, coinciden en que el crecimiento económico en 2018 será menor al del año que acaba de terminar. Entre las razones que mencionan destacan:

1) Desaceleración de diversas actividades económicas como resultado de los terremotos y huracanes de 2017.

2) Presión inflacionaria que ha mermado el poder adquisitivo de los consumidores, lo que ha resultado en una disminución del gasto y la demanda.

3) Alza de las tasas de interés, factor que inhibe la compra de bienes y servicios a crédito con tasas variables.

4) Incertidumbre entre inversionistas nacionales y extranjeros como resultado de las negociaciones en torno al TLCAN. 5) Impacto por reforma fiscal en EUA, factor que afectará la competitividad de las inversiones.

6) Incertidumbre en torno a las elecciones presidenciales en México, así como las legislativas en EUA y 7) Índices de inseguridad crecientes en todo el país, hecho que preocupa a inversionistas y consumidores.

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público y Banco de México coinciden hasta ahora que el PIB crecerá este año entre 2 y 3% para un promedio de 2.5%. Hace unos días, sin embargo, el Banco Mundial recortó su estimación de 2.2 a 2.1% y los analistas privados prevén oscile entre 1.9 y 2.3%. En lo personal, creo que se situará en un rango de 1.5 a 2.0%, en un escenario de relativa normalidad. No obstante, de presentarse condiciones adversas más severas, podríamos estar ante resultados comprendidos entre cero y 1%.

Si bien un crecimiento débil es motivo de reservas, este factor ha pasado a segundo lugar. En mi opinión, lo que más debe preocuparnos este año es la inflación, pues afecta a quienes menos tienen. De ahí que se diga que el alza generalizada de los precios es el impuesto de los pobres.

Las autoridades monetarias esperan un descenso importante de la inflación en los próximos meses, esto como resultado del efecto aritmético que tendrá el cambio de año base en las mediciones (programado para la segunda mitad de año), así como la aplicación de medidas correctivas.

Sin embargo, la mayoría de los analistas no anticipamos que la inflación descienda al objetivo anual de 3%. De hecho, prevemos que estará comprendida en un rango de 4 a 4.5%.

El comportamiento anterior está condicionado a varias premisas:

1) Que la volatilidad en el tipo de cambio no impacte la estructura de costos de las empresas, de tal manera que se vean obligadas a repercutirlo en los precios. Esto será posible en tanto no se rebase y se mantenga por arriba de los 20 pesos por dólar. Lo ideal será que oscile alrededor de 18.50 pesos por dólar a lo mucho.

2) Que los precios de los energéticos se conserven estables, aunque implique sacrificar ingresos presupuestales.

3) Que el Banco Central no titubee en llevar a cabo los ajustes necesarios a las tasas de interés para combatir eficazmente el alza de precios.

4) Que el Ejecutivo haga los ajustes presupuestales necesarios para evitar un aumento del déficit fiscal y, 5) Que empresas y población no modifiquen sus expectativas de inflación en forma significativa.

Esto último es de suma importancia, pues una vez que los agentes económicos empiezan a condicionar su comportamiento en base a expectativas y no a hechos reales, los precios pueden salirse de lo normal y con ello contribuir a una espiral mayor de lo previsto.

Cuando las expectativas se disparan, los consumidores reaccionan de manera inesperada. Algunos empiezan a hacer compras de más, lo que contribuye a que los oferentes eleven los precios ante una demanda pico o fuera de serie. Algo similar a lo que sucede cuando la población corre a aprovisionarse ante la proximidad de un fenómeno meteorológico que puede afectar el abasto de productos básicos. Así, es posible que los precios de los básicos se disparen y con ello no sólo impacte a este grupo, sino dé lugar a un efecto derrama hacia otros. Con ello, se nutre un proceso continuo de alza generalizado de precios.

El cambio de expectativas hace que los consumidores cambien sus preferencias. No sólo puede que opten por bienes duraderos cuyos precios esperan se comporten al alza, sino que pueden dejar de pagar sus impuestos en aras de tener la liquidez necesaria para comprar, hecho que afecta a las finanzas públicas y otras variables relevantes. Otros más puede que busquen refugio para sus ahorros en la compra de divisas, lo que contribuiría a acelerar la depreciación de nuestra moneda con sus secuelas.

En base a lo anterior, es de vital importancia que las autoridades empleen todos los recursos a su alcance para evitar que la inflación se salga de control. No hay que olvidar que existe compromiso en la CONASAMI de acordar el siguiente salario mínimo antes del 30 de abril próximo, lo que podría convertirse en incentivo para un cambio de expectativas. Sobre todo, en lo referente a la revisión de contratos laborales, mismos que el año pasado promediaron un aumento de 4.5%.

Con una inflación anual de 6.8% en 2017, los salarios contractuales quedaron rezagados en 2.3 puntos porcentuales y si a ello se le agrega la inflación esperada para este año, es casi seguro que las pretensiones sindicales rondaran -al menos- en un aumento de 7%.

Si la precarización salarial es ya tema que amerita la aplicación de soluciones urgentes, un descontrol de la inflación podría llevar a niveles de descontento social no previstos. Más cuando las remuneraciones de otros segmentos han estado sujetos también a un deterioro notable. Habrá que estar muy pendientes de esta evolución.

erovirosa01@gmail.com