/ lunes 18 de junio de 2018

¿Puede un Presidente acabar con la corrupción?

Estrategia$


Estoy seguro de que muchos mexicanos se hacen la misma pregunta. Más cuándo todos los contendientes reconocen que es el principal problema que aqueja al país y afirman tener la solución.

Antes de contestar, demos por hecho que quien resulte triunfante efectivamente tiene toda la intención de hacer lo que esté a su alcance para combatir el flagelo. Que está dispuesto a ser ejemplo de honestidad y utilizar toda la fuerza de las instituciones para luchar contra los corruptos que operan a la sombra del poder público.

De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU) y otros organismos internacionales, se estima que la corrupción en países como el nuestro alcanza un valor del 5% del Producto Interno Bruto (PIB). En 2016, la suma fue de 18.8 billones, lo que implica que el problema alcanzó cerca de 1 billón de pesos.

Uno de los candidatos afirma que la lucha contra la corrupción permitiría ahorros presupuestales equivalentes a 500 mil millones de pesos anuales. Esta cifra representa aproximadamente el 10% del presupuesto total de egresos de la Federación, mismo que en 2017 representó poco más del 27% del PIB.

La propuesta anterior implica reducir la corrupción del 5 al 2.7% del PIB, cifra que estaría dentro de los márgenes que los organismos internacionales consideran viable para un país con características similares al nuestro. En otras palabras, es una meta factible de alcanzar si se adoptan las políticas y estrategias adecuadas para ello.

Dicho lo anterior, ¿cuáles serían los principales obstáculos que se tendrían que enfrentar?

1.- Contribuyen al fenómeno de la corrupción básicamente políticos, funcionarios públicos, empresarios y crimen organizado.

2.- Han creado a lo largo de décadas una maquinaria que no sólo trabaja a su favor, sino que lo hace de manera efectiva y eficaz. Esta situación explica porqué el problema lejos de disminuir crece día a día.

3.- Los corruptos forman un ejército. Están infiltrados en los niveles jerárquicos más altos de todos los órganos y poderes de gobierno. Se conocen y reconocen entre sí y han creado redes de complicidad, gracias a las cuales gozan de impunidad.

4.- Controlan a los partidos políticos. Tienen cargos de diputados y senadores. Están al frente de Secretarías de Estado, Direcciones, Subdirecciones y jefaturas departamentales. Ocupan deberes de ministros, magistrados y jueces. Están al frente de gobiernos estatales y municipales. Los hay como delegados y ediles.

También hay líderes sindicales, lo mismo en el sector público y privado. Y no se puede pasar por alto a empresarios que buscan beneficio para sí mismos o de grupo. Algunos destacan por los negocios que obtienen a través de su participación en las cúpulas empresariales.

Varias organizaciones sociales sin fines de lucro no quedan exentas de estos personajes. Y lo mismo el sector educativo que abarca desde rectores, directores de escuela y maestros en todos los niveles.

5.- Si bien es cierto que la mayoría de los servidores públicos son honestos, los corruptos predominan en puestos donde pueden cometer los actos ilegales. No es aventurado afirmar que representan decenas de miles distribuidos a lo largo y ancho del país.

6.- Aun si se identificara a todos y cada uno de quienes encajan en este grupo, no hay que olvidar que las facultades de un Presidente para removerlos (ya no digamos enjuiciarlos y aplicarles castigo) sólo abarca al ámbito del Ejecutivo federal, lo que significa no poder extender la lucha a los demás poderes. Y menos aún, al empresarial y al crimen organizado.

7.- Pensando positivamente, si el trabajo presidencial lograra el 100% de su objetivo, aunque importante no sería definitivo. Y es que dicho éxito significaría reducir en un 25 a 35% el nivel de problema actual.

8.- Hay que destacar también que los resultados positivos no se lograrían a corto plazo. Los niveles de corrupción que prevalecen hoy día son resultado de la inacción durante varias décadas.

De aquí que puede anticiparse que la mejoría tardaría años en manifestarse.

9.- A toda acción una reacción. Los corruptos no se van a quedar sin hacer nada. Van a contratacar por todos los medios a su alcance. Basta ver los resultados obtenidos con el Sistema Nacional Anticorrupción. Tres años y nada, pura simulación hasta ahora.

10.- No cabe la menor duda: El reto por delante es titánico. No sólo implica desenmascarar, remover y castigar a los corruptos, sino encontrar a miles de personas honestas, capacitadas, con voluntad y valor para enfrentarse a un ejército que lleva décadas fortaleciendo sus trincheras y ganando mil y una batallas.

El próximo Presidente no tiene posibilidad de éxito si no dispone de un plan estratégico para la lucha que espera al país. La buena voluntad no es suficiente. Se necesitan muchos aliados dentro y fuera del país. Habrá que modificar las estructuras políticas y revisar las bases legales, entre muchas otras acciones. Y sobre todo, tener la inteligencia y la disposición para aplicar mano dura cuando las circunstancias lo exijan.

En este tema nada es imposible, especialmente cuando la sociedad decide combatir el mal. Hay que ser optimistas. No hay de otra.


Estrategia$


Estoy seguro de que muchos mexicanos se hacen la misma pregunta. Más cuándo todos los contendientes reconocen que es el principal problema que aqueja al país y afirman tener la solución.

Antes de contestar, demos por hecho que quien resulte triunfante efectivamente tiene toda la intención de hacer lo que esté a su alcance para combatir el flagelo. Que está dispuesto a ser ejemplo de honestidad y utilizar toda la fuerza de las instituciones para luchar contra los corruptos que operan a la sombra del poder público.

De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU) y otros organismos internacionales, se estima que la corrupción en países como el nuestro alcanza un valor del 5% del Producto Interno Bruto (PIB). En 2016, la suma fue de 18.8 billones, lo que implica que el problema alcanzó cerca de 1 billón de pesos.

Uno de los candidatos afirma que la lucha contra la corrupción permitiría ahorros presupuestales equivalentes a 500 mil millones de pesos anuales. Esta cifra representa aproximadamente el 10% del presupuesto total de egresos de la Federación, mismo que en 2017 representó poco más del 27% del PIB.

La propuesta anterior implica reducir la corrupción del 5 al 2.7% del PIB, cifra que estaría dentro de los márgenes que los organismos internacionales consideran viable para un país con características similares al nuestro. En otras palabras, es una meta factible de alcanzar si se adoptan las políticas y estrategias adecuadas para ello.

Dicho lo anterior, ¿cuáles serían los principales obstáculos que se tendrían que enfrentar?

1.- Contribuyen al fenómeno de la corrupción básicamente políticos, funcionarios públicos, empresarios y crimen organizado.

2.- Han creado a lo largo de décadas una maquinaria que no sólo trabaja a su favor, sino que lo hace de manera efectiva y eficaz. Esta situación explica porqué el problema lejos de disminuir crece día a día.

3.- Los corruptos forman un ejército. Están infiltrados en los niveles jerárquicos más altos de todos los órganos y poderes de gobierno. Se conocen y reconocen entre sí y han creado redes de complicidad, gracias a las cuales gozan de impunidad.

4.- Controlan a los partidos políticos. Tienen cargos de diputados y senadores. Están al frente de Secretarías de Estado, Direcciones, Subdirecciones y jefaturas departamentales. Ocupan deberes de ministros, magistrados y jueces. Están al frente de gobiernos estatales y municipales. Los hay como delegados y ediles.

También hay líderes sindicales, lo mismo en el sector público y privado. Y no se puede pasar por alto a empresarios que buscan beneficio para sí mismos o de grupo. Algunos destacan por los negocios que obtienen a través de su participación en las cúpulas empresariales.

Varias organizaciones sociales sin fines de lucro no quedan exentas de estos personajes. Y lo mismo el sector educativo que abarca desde rectores, directores de escuela y maestros en todos los niveles.

5.- Si bien es cierto que la mayoría de los servidores públicos son honestos, los corruptos predominan en puestos donde pueden cometer los actos ilegales. No es aventurado afirmar que representan decenas de miles distribuidos a lo largo y ancho del país.

6.- Aun si se identificara a todos y cada uno de quienes encajan en este grupo, no hay que olvidar que las facultades de un Presidente para removerlos (ya no digamos enjuiciarlos y aplicarles castigo) sólo abarca al ámbito del Ejecutivo federal, lo que significa no poder extender la lucha a los demás poderes. Y menos aún, al empresarial y al crimen organizado.

7.- Pensando positivamente, si el trabajo presidencial lograra el 100% de su objetivo, aunque importante no sería definitivo. Y es que dicho éxito significaría reducir en un 25 a 35% el nivel de problema actual.

8.- Hay que destacar también que los resultados positivos no se lograrían a corto plazo. Los niveles de corrupción que prevalecen hoy día son resultado de la inacción durante varias décadas.

De aquí que puede anticiparse que la mejoría tardaría años en manifestarse.

9.- A toda acción una reacción. Los corruptos no se van a quedar sin hacer nada. Van a contratacar por todos los medios a su alcance. Basta ver los resultados obtenidos con el Sistema Nacional Anticorrupción. Tres años y nada, pura simulación hasta ahora.

10.- No cabe la menor duda: El reto por delante es titánico. No sólo implica desenmascarar, remover y castigar a los corruptos, sino encontrar a miles de personas honestas, capacitadas, con voluntad y valor para enfrentarse a un ejército que lleva décadas fortaleciendo sus trincheras y ganando mil y una batallas.

El próximo Presidente no tiene posibilidad de éxito si no dispone de un plan estratégico para la lucha que espera al país. La buena voluntad no es suficiente. Se necesitan muchos aliados dentro y fuera del país. Habrá que modificar las estructuras políticas y revisar las bases legales, entre muchas otras acciones. Y sobre todo, tener la inteligencia y la disposición para aplicar mano dura cuando las circunstancias lo exijan.

En este tema nada es imposible, especialmente cuando la sociedad decide combatir el mal. Hay que ser optimistas. No hay de otra.