/ martes 16 de abril de 2024

Cruzando Líneas | El eclipse, una promesa de la eternidad

Hay días que la fantasía nos salva de una realidad que nos arrasa como ola furiosa en huracán. Creer en algo, aunque lo sabemos imaginario, puede ser ese barco que nos lleve a puerto en tormentas internas.

Eso fue para mí el eclipse: Una historia de amor con un mensaje del más allá. No es ningún secreto que el manto del duelo nos ha cubierto mucho y muy seguido y la idea de la eternidad, de burlar la muerte en sueños y en la complicidad de la noche, me conforta. Por eso elijo, a conciencia plena, encobijarme con el aleteo de los colibríes, las estrellas fugaces y las leyendas de los astros que entrelazan en abrazos imposibles y esporádicos. Sé que no soy la única.

Foto: Sergio Caro | La Voz de la Frontera

Tenochtitlan fue fundada cuando la Luna y el Sol se estrecharon y, dicen, cayó en su reencuentro. De un universo a una civilización y de ahí al ser. Quizá este ánimo de conectarme desde la raíz de mis ancestros hasta el polvo mágico de estrellas de mis muertos viene justo de la historia de mi pueblo. Tal vez se hereda o multiplica en la sangre; a lo mejor es una memoria colectiva arrumbada en los genes.

Es muy probable que este eclipse no haya cambiado nada y sé que no lo revolucionó todo. Pero quise aferrarme a ese instante para saber que allá, en donde no los veo, están bien.

No soy una persona supersticiosa, pero entre más tiempo paso en esta tierra menos juzgo. Entendí que hay pedazos de nuestra esencia que se mueren si nos quitan la ilusión. Así que respeto los listones rojos y los broches en vientres abultados por la vida; los que se guardan cuando salen las estrellas y los que deciden soltar lo que sea que venga cargando por decisión propia o imposición.

Encontré un remanso en levantar la mirada, sin el descaro de la desnudez, con los ojos cubiertos por películas y lágrimas para ver un fenómeno que ojalá tenga la suerte de volver a presenciar después. Solo me queda tragar duro al pesar que tal vez el siguiente me toque ser a mí ese manto que cubre con dolor y nostalgia a los míos.

Ojalá sepan desde ya que un eclipse será para ellos un mensaje de amor. El reencuentro de la Luna y el Sol será mi promesa cumplida.

Gracias por cumplir con una promesa silenciosa que se quedó atorada en la garganta.

Hay días que la fantasía nos salva de una realidad que nos arrasa como ola furiosa en huracán. Creer en algo, aunque lo sabemos imaginario, puede ser ese barco que nos lleve a puerto en tormentas internas.

Eso fue para mí el eclipse: Una historia de amor con un mensaje del más allá. No es ningún secreto que el manto del duelo nos ha cubierto mucho y muy seguido y la idea de la eternidad, de burlar la muerte en sueños y en la complicidad de la noche, me conforta. Por eso elijo, a conciencia plena, encobijarme con el aleteo de los colibríes, las estrellas fugaces y las leyendas de los astros que entrelazan en abrazos imposibles y esporádicos. Sé que no soy la única.

Foto: Sergio Caro | La Voz de la Frontera

Tenochtitlan fue fundada cuando la Luna y el Sol se estrecharon y, dicen, cayó en su reencuentro. De un universo a una civilización y de ahí al ser. Quizá este ánimo de conectarme desde la raíz de mis ancestros hasta el polvo mágico de estrellas de mis muertos viene justo de la historia de mi pueblo. Tal vez se hereda o multiplica en la sangre; a lo mejor es una memoria colectiva arrumbada en los genes.

Es muy probable que este eclipse no haya cambiado nada y sé que no lo revolucionó todo. Pero quise aferrarme a ese instante para saber que allá, en donde no los veo, están bien.

No soy una persona supersticiosa, pero entre más tiempo paso en esta tierra menos juzgo. Entendí que hay pedazos de nuestra esencia que se mueren si nos quitan la ilusión. Así que respeto los listones rojos y los broches en vientres abultados por la vida; los que se guardan cuando salen las estrellas y los que deciden soltar lo que sea que venga cargando por decisión propia o imposición.

Encontré un remanso en levantar la mirada, sin el descaro de la desnudez, con los ojos cubiertos por películas y lágrimas para ver un fenómeno que ojalá tenga la suerte de volver a presenciar después. Solo me queda tragar duro al pesar que tal vez el siguiente me toque ser a mí ese manto que cubre con dolor y nostalgia a los míos.

Ojalá sepan desde ya que un eclipse será para ellos un mensaje de amor. El reencuentro de la Luna y el Sol será mi promesa cumplida.

Gracias por cumplir con una promesa silenciosa que se quedó atorada en la garganta.