/ martes 9 de enero de 2024

Cruzando Líneas | La creciente electoral

Los extremos políticos son como la corriente del río: Desbordan, arrasan… pasan. Los que no saben esperar, terminan atascados en lodo, sucios, ahogados y arrepentidos.

Los pacientes retroceden; saben que el agua volverá a su cauce cuando deje de llover aquí y allá, de donde viene la creciente; los salpica el fango sí, pero no se ensucian las manos. Se plantan de los dos lados y a veces se ven de frente; se desafían, pero no dan un paso adelante porque saben que terminarán como los otros, los menos juiciosos, atascados.

imagen Ilustrativa | Freepik

Este 2024 será un año de aguas altas en México y Estados Unidos. Aún no llega la riada, pero sabemos que será brutal. Nos inundará y solo si estamos conscientes de su temporalidad, lograremos librarla enteros. No importa cuán seco sea el terreno cuando se trata de elecciones y poder, las aguas que se caldean penetran hasta lo más árido del desierto. ¿Quiénes serán arrasados? Nos falta muy poco para descubrirlo.

La polarización electoral es muy peligrosa y lo son todavía más quienes la provocan por estrategia o fanatismo. En cuestiones ideológicas buscamos cámaras de eco y cuando nuestras ideas no rebotan, las condenamos y las destrozamos. En los extremos no existe el diálogo. Y esto no es nada nuevo. El “divide y vencerás” es un ataque para las voces del centro, que se pierden entre las vociferaciones de los que confrontan todo.

Pero si los centrados, los pacientes y los de en medio somos más, ¿por qué permitimos que sean unos cuantos los que marquen la pauta? ¿Por qué aceptamos que los partidos políticos descalifiquen, cataloguen y destruyan a los rivales en lugar de fortalecer la democracia con propuestas y candidatos? ¿Por qué normalizamos lo violento? ¿Por qué convertimos a la democracia en una guerra?

El antídoto para la polarización no es solo el sentido común, si no el diálogo y la voluntad. Hay que tener las ganas y el valor de escuchar activamente las diferencias sin la necesidad de encontrar soluciones o coincidencias. El secreto está en el respeto, a uno mismo, a los otros, a los que vendrán. Las decisiones que tomamos hoy moldean el futuro político. ¿Qué permitimos y qué condenamos?

En los últimos ciclos electorales hemos cruzado muchas líneas. Hemos normalizado lo que antes pensábamos imposible. En Estados Unidos nos enfrentamos a acusaciones de fraude electoral, acoso sexual, asaltos y corrupción. En México la violencia, la falta de transparencia, el fanatismo, las desapariciones y la desinformación. Todo ahora se nos hace normal. Poco nos sacude y nos escandaliza. ¿Qué sigue?

La vara con la que antes medíamos a los candidatos y funcionarios no es la misma y los tiempos son más desafiantes. Los estándares han cambiado; los hemos bajado. Nos conformamos con menos de todo; ya no es el bueno y el malo… es el peor y el menos peor. ¿Eso queremos? ¿Con eso nos conformamos? ¿Quién tiene la última palabra?

Mailtoo: maritza@conectaarizona.com

Los extremos políticos son como la corriente del río: Desbordan, arrasan… pasan. Los que no saben esperar, terminan atascados en lodo, sucios, ahogados y arrepentidos.

Los pacientes retroceden; saben que el agua volverá a su cauce cuando deje de llover aquí y allá, de donde viene la creciente; los salpica el fango sí, pero no se ensucian las manos. Se plantan de los dos lados y a veces se ven de frente; se desafían, pero no dan un paso adelante porque saben que terminarán como los otros, los menos juiciosos, atascados.

imagen Ilustrativa | Freepik

Este 2024 será un año de aguas altas en México y Estados Unidos. Aún no llega la riada, pero sabemos que será brutal. Nos inundará y solo si estamos conscientes de su temporalidad, lograremos librarla enteros. No importa cuán seco sea el terreno cuando se trata de elecciones y poder, las aguas que se caldean penetran hasta lo más árido del desierto. ¿Quiénes serán arrasados? Nos falta muy poco para descubrirlo.

La polarización electoral es muy peligrosa y lo son todavía más quienes la provocan por estrategia o fanatismo. En cuestiones ideológicas buscamos cámaras de eco y cuando nuestras ideas no rebotan, las condenamos y las destrozamos. En los extremos no existe el diálogo. Y esto no es nada nuevo. El “divide y vencerás” es un ataque para las voces del centro, que se pierden entre las vociferaciones de los que confrontan todo.

Pero si los centrados, los pacientes y los de en medio somos más, ¿por qué permitimos que sean unos cuantos los que marquen la pauta? ¿Por qué aceptamos que los partidos políticos descalifiquen, cataloguen y destruyan a los rivales en lugar de fortalecer la democracia con propuestas y candidatos? ¿Por qué normalizamos lo violento? ¿Por qué convertimos a la democracia en una guerra?

El antídoto para la polarización no es solo el sentido común, si no el diálogo y la voluntad. Hay que tener las ganas y el valor de escuchar activamente las diferencias sin la necesidad de encontrar soluciones o coincidencias. El secreto está en el respeto, a uno mismo, a los otros, a los que vendrán. Las decisiones que tomamos hoy moldean el futuro político. ¿Qué permitimos y qué condenamos?

En los últimos ciclos electorales hemos cruzado muchas líneas. Hemos normalizado lo que antes pensábamos imposible. En Estados Unidos nos enfrentamos a acusaciones de fraude electoral, acoso sexual, asaltos y corrupción. En México la violencia, la falta de transparencia, el fanatismo, las desapariciones y la desinformación. Todo ahora se nos hace normal. Poco nos sacude y nos escandaliza. ¿Qué sigue?

La vara con la que antes medíamos a los candidatos y funcionarios no es la misma y los tiempos son más desafiantes. Los estándares han cambiado; los hemos bajado. Nos conformamos con menos de todo; ya no es el bueno y el malo… es el peor y el menos peor. ¿Eso queremos? ¿Con eso nos conformamos? ¿Quién tiene la última palabra?

Mailtoo: maritza@conectaarizona.com