/ martes 26 de diciembre de 2023

CRUZANDO LINEAS | Los huecos de la Navidad

Trato de empacar en dos maletas lo que apenas me cabe en el corazón de este año. Es complicado, es buscar llenar huecos con bufandas y zapatos con calcetines navideños.

No es la ropa ni los abrigos, es lo que cargamos cada vez que nos vamos. Es ir y venir en hogares que se sienten nuestros y son ajenos, pero en los que crecimos. Lo echamos todo aquí, apretado, con tal de llevar los brazos libres para apapachar a los que más queremos. ¡Cómo me gusta esta época!

Foto: Imagen Ilustrativa | Freepik

Qué fecha escogió Dios para llevarse a papá. No romantizo su muerte ni mucho menos su ausencia. Celebro su presencia como en los atardeceres que, como ya les había contado, se me hacen la muestra más real de que los finales también pueden ser bellos. Y lo recuerdo. Lo siento. Lo sueño. Lo veo en mis hijos y pienso que él quizá también veía el reflejo de sus ancestros en mí. Pienso en ese misterio de la familia que no conocimos, mientras abrazamos -si tenemos suerte- a los que nos llenan de vida.

Mis hijos están creciendo tan rápido que este año me dediqué, según yo, a espolvorearles un poco de magia. No tardan en empezar a cuestionar los regalos debajo del árbol, la historia de un hombre bonachón que recorre el mundo en una noche, la esencia del encantamiento navideño y esa inocencia que vamos dejando morir poco a poco a puro golpe de realidad.

En ese afán de llenarlos de luces, copos de nieve, cuentos y chocolates caliente, entendí que, aunque no haya nada más, ellos son mi llama… ellos son el espíritu de todas mis navidades. Con ellos revivo a mi padre, mi inocencia, mis sueños, mis ganas de escribirle a Santa…Entonces comprendo que yo también lleno con sus sonrisas y ocurrencias mis recovecos; soy una maleta humana llena de recuerdos, haciendo espacio para un par de memorias más.

Siempre me ha encantado esta fiesta. cellos. Es redescubrir el mundo y despertar la capacidad de asombro. Es entender que es necesario sacudirse esa magia y entender que crecer también es parte del proceso. Es verlos cada vez más de ellos y menos míos. Es saber que soltar también es un regalo de Navidad. Pero aún me toman de la mano. Es distinto. Buscan mis brazos por compañía y no por protección; me tocan, se cuelgan de mi cuello porque quieren hacerlo; un acto muy salvaje de amor. Y después de uno de mis intentos de bañarlos de espíritu navideño, después de caminar unos 12 mil pasos, mi hijo me apretó la mano y me dijo con cariño: “Tenemos mucha suerte de que seas nuestra mamá, eso es todo lo que pedimos para Navidad”. Ahí morí poquito de amor. Mika, más seria y juiciosa como es, solo asintió. Ahora sé que puedo vaciarlo todo, puedo viajar ligera, lo único que necesito es esto. ¡Feliz Navidad! Que sus manos y brazos estén llenos y su corazón en busca de huecos; porque los tesoros no se cargan, se viven, se sueltan, se recuerdan y te dicen mamá.

Mailto: maritza@conectaarizona.com

Trato de empacar en dos maletas lo que apenas me cabe en el corazón de este año. Es complicado, es buscar llenar huecos con bufandas y zapatos con calcetines navideños.

No es la ropa ni los abrigos, es lo que cargamos cada vez que nos vamos. Es ir y venir en hogares que se sienten nuestros y son ajenos, pero en los que crecimos. Lo echamos todo aquí, apretado, con tal de llevar los brazos libres para apapachar a los que más queremos. ¡Cómo me gusta esta época!

Foto: Imagen Ilustrativa | Freepik

Qué fecha escogió Dios para llevarse a papá. No romantizo su muerte ni mucho menos su ausencia. Celebro su presencia como en los atardeceres que, como ya les había contado, se me hacen la muestra más real de que los finales también pueden ser bellos. Y lo recuerdo. Lo siento. Lo sueño. Lo veo en mis hijos y pienso que él quizá también veía el reflejo de sus ancestros en mí. Pienso en ese misterio de la familia que no conocimos, mientras abrazamos -si tenemos suerte- a los que nos llenan de vida.

Mis hijos están creciendo tan rápido que este año me dediqué, según yo, a espolvorearles un poco de magia. No tardan en empezar a cuestionar los regalos debajo del árbol, la historia de un hombre bonachón que recorre el mundo en una noche, la esencia del encantamiento navideño y esa inocencia que vamos dejando morir poco a poco a puro golpe de realidad.

En ese afán de llenarlos de luces, copos de nieve, cuentos y chocolates caliente, entendí que, aunque no haya nada más, ellos son mi llama… ellos son el espíritu de todas mis navidades. Con ellos revivo a mi padre, mi inocencia, mis sueños, mis ganas de escribirle a Santa…Entonces comprendo que yo también lleno con sus sonrisas y ocurrencias mis recovecos; soy una maleta humana llena de recuerdos, haciendo espacio para un par de memorias más.

Siempre me ha encantado esta fiesta. cellos. Es redescubrir el mundo y despertar la capacidad de asombro. Es entender que es necesario sacudirse esa magia y entender que crecer también es parte del proceso. Es verlos cada vez más de ellos y menos míos. Es saber que soltar también es un regalo de Navidad. Pero aún me toman de la mano. Es distinto. Buscan mis brazos por compañía y no por protección; me tocan, se cuelgan de mi cuello porque quieren hacerlo; un acto muy salvaje de amor. Y después de uno de mis intentos de bañarlos de espíritu navideño, después de caminar unos 12 mil pasos, mi hijo me apretó la mano y me dijo con cariño: “Tenemos mucha suerte de que seas nuestra mamá, eso es todo lo que pedimos para Navidad”. Ahí morí poquito de amor. Mika, más seria y juiciosa como es, solo asintió. Ahora sé que puedo vaciarlo todo, puedo viajar ligera, lo único que necesito es esto. ¡Feliz Navidad! Que sus manos y brazos estén llenos y su corazón en busca de huecos; porque los tesoros no se cargan, se viven, se sueltan, se recuerdan y te dicen mamá.

Mailto: maritza@conectaarizona.com