/ miércoles 17 de julio de 2019

Salud en la sociedad y en el individuo

El Agua del Molino


Aparte del conocido desabastecimiento actual de medicinas -no sé en cuántas áreas-, el Presidente de la República afirma que no hay tal y que decirlo es politiquería; además añade de que nos faltan 200 mil médicos en el país para cumplir con la norma internacional de médicos generales y especialistas.

Yo concluyo en que hay insuficiencia de recursos para enfrentar la violencia en el cuerpo social y en el individual al nivel de pacientes y enfermos. Esto unido a los índices alarmantes de impunidad, se debe de tener muy en cuenta porque es trágico. El cuerpo social, constituido por el cuerpo individual, presenta problemas muy severos de enfermedad que se han de atender desde los espacios médicos y jurídicos o legales.

Ahora bien, sin salud física, incluida la moral, subjetiva y hasta espiritual, es muy difícil que se viva y conviva en sociedad. Lo anterior lo oye uno cotidianamente tanto en el medio oficial como en el particular y al oírlo los analistas de televisión, radio y prensa, se apresuran a comentarlo y opinar al respecto. Es como si se dijera -toda proporción guardada- que la casa se está incendiando y en lugar de proceder a apagar el incendio, se hicieran uno y mil comentarios destinados a quedarse uno allí parado y pasmado.

Hay opiniones brillantes, atinadas, concisas. Incluso se ofrecen soluciones muy claras y profundas. Y en el extremo, a todos nos consta, en el Poder Legislativo aparecen iniciativas de ley o se promulgan leyes ad hoc impulsadas por las esferas más altas del poder político. ¿Y qué pasa? Que la violencia física o moral, social, que la enfermedad en el cuerpo individual o colectivo sigue allí agazapada o a la vista, latente y causando daños incalculables.

Yo pienso que México está cayendo en un abismo de retórica generalizada. Lo evidente es que nos hundimos en la complejidad del análisis demostrando que conocemos perfectamente bien el problema, sus causas y sus consecuencias. Aquí lo paradójico consiste en que no somos ajenos a lo devastador del asunto. Hay una confusa organización -o desorganización- que se hunde en elaboradísimos proyectos para salir de la crisis. Lo que digo se expresa sin duda en una manifiesta política inestable. Y algo muy curioso, el Estado -o en concreto el Gobierno- va absorbiendo poco a poco tareas específicas de espacios morales o religiosos. Se habla de amor, de perdón, de solidaridad humana, de valores trascendentes… pero el desabastecimiento de medicinas continúa, la falta de médicos es indiscutible, la impunidad no se detiene y la violencia sigue cobrando vidas y sembrando el terror.

En suma, hay una crisis indudable en el cuerpo social y en lo tocante a salvaguardar la salud personal. Salud social y personal van y vienen en un terreno lleno de insuficiencias. Y lo que resalta es que el problema se conoce y se estudia; se discute y analiza con una atención desconcertante que no repercute en la realidad. Tal vez el ilustre Giovanni Sartori, autor de “Homo Videns: La Sociedad Teledirigida”, diría que vivimos y convivimos en el mar proceloso de los medios de comunicación y que todo se queda allí, estancado en la especulación.

El Agua del Molino


Aparte del conocido desabastecimiento actual de medicinas -no sé en cuántas áreas-, el Presidente de la República afirma que no hay tal y que decirlo es politiquería; además añade de que nos faltan 200 mil médicos en el país para cumplir con la norma internacional de médicos generales y especialistas.

Yo concluyo en que hay insuficiencia de recursos para enfrentar la violencia en el cuerpo social y en el individual al nivel de pacientes y enfermos. Esto unido a los índices alarmantes de impunidad, se debe de tener muy en cuenta porque es trágico. El cuerpo social, constituido por el cuerpo individual, presenta problemas muy severos de enfermedad que se han de atender desde los espacios médicos y jurídicos o legales.

Ahora bien, sin salud física, incluida la moral, subjetiva y hasta espiritual, es muy difícil que se viva y conviva en sociedad. Lo anterior lo oye uno cotidianamente tanto en el medio oficial como en el particular y al oírlo los analistas de televisión, radio y prensa, se apresuran a comentarlo y opinar al respecto. Es como si se dijera -toda proporción guardada- que la casa se está incendiando y en lugar de proceder a apagar el incendio, se hicieran uno y mil comentarios destinados a quedarse uno allí parado y pasmado.

Hay opiniones brillantes, atinadas, concisas. Incluso se ofrecen soluciones muy claras y profundas. Y en el extremo, a todos nos consta, en el Poder Legislativo aparecen iniciativas de ley o se promulgan leyes ad hoc impulsadas por las esferas más altas del poder político. ¿Y qué pasa? Que la violencia física o moral, social, que la enfermedad en el cuerpo individual o colectivo sigue allí agazapada o a la vista, latente y causando daños incalculables.

Yo pienso que México está cayendo en un abismo de retórica generalizada. Lo evidente es que nos hundimos en la complejidad del análisis demostrando que conocemos perfectamente bien el problema, sus causas y sus consecuencias. Aquí lo paradójico consiste en que no somos ajenos a lo devastador del asunto. Hay una confusa organización -o desorganización- que se hunde en elaboradísimos proyectos para salir de la crisis. Lo que digo se expresa sin duda en una manifiesta política inestable. Y algo muy curioso, el Estado -o en concreto el Gobierno- va absorbiendo poco a poco tareas específicas de espacios morales o religiosos. Se habla de amor, de perdón, de solidaridad humana, de valores trascendentes… pero el desabastecimiento de medicinas continúa, la falta de médicos es indiscutible, la impunidad no se detiene y la violencia sigue cobrando vidas y sembrando el terror.

En suma, hay una crisis indudable en el cuerpo social y en lo tocante a salvaguardar la salud personal. Salud social y personal van y vienen en un terreno lleno de insuficiencias. Y lo que resalta es que el problema se conoce y se estudia; se discute y analiza con una atención desconcertante que no repercute en la realidad. Tal vez el ilustre Giovanni Sartori, autor de “Homo Videns: La Sociedad Teledirigida”, diría que vivimos y convivimos en el mar proceloso de los medios de comunicación y que todo se queda allí, estancado en la especulación.

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