Ceguera por diabetes: “Una nueva vida”

21% de los pacientes de Diabetes tipo 2 no está en control de su padecimiento

ÉRIKA GALLEGO

  · sábado 21 de abril de 2018

Foto Erika Gallego

Durante más de 25 años, Leopoldo Trujillo Olivo ejerció su profesión como contador público dentro de una de las empresas industriales mejor consolidadas de la ciudad, la cual tuvo que abandonar cuando de un momento a otro perdió totalmente la vista a consecuencia de la diabetes tipo 2 que le fue diagnosticada a los 26 años.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la diabetes mellitus es sin duda uno de los problemas más graves de salud pública en tiempos actuales al alcanzar niveles epidémicos, tal como ocurre en México donde la padecen más de 10 millones de personas.

Tan solo en Baja California, el Instituto Mexicano del Seguro Social tiene detectados 89 mil 370 pacientes con diabetes mellitus tipo 2 y lo que es aún más preocupante es que 18 mil 994 de ellos, es decir el 21%, no tiene control de la enfermedad, por lo que corren el mayor riesgo de sufrir las complicaciones de la enfermedad, una de ellas la afectación y pérdida de la visión.

Leopoldo, “Polo” como lo llaman sus compañeros en la clase de Braille a la que acude los martes y jueves en la Biblioteca Pública del Estado, define a la diabetes como una enfermedad dura e incierta, la cual le quitó la vista de manera rápida.

“La vista se fue poco a poco, tuve un viaje a la Ciudad de México y cuando venía en el avión se me subió la presión de los ojos y me reventó los vasitos, ahí me diagnosticaron el glaucoma; fue poco a poco, aunque el lado izquierdo ya lo había perdido; cuando bajé del avión en Mexicali se me empezó a nublar la vista hasta que fue total”.

La diabetes mellitus se presenta cuando el cuerpo pierde la capacidad para procesar el azúcar ocasionando que se quede en la sangre y no en las células en donde se procesa para convertirse en energía, afectando así la microcirculación que provoca que las arterias y venas de menor tamaño -ubicadas en los ojos, capilares y riñones- se destruyan.

La pérdida de la visión en “Polo” lo obligó a renunciar a su empleo para acceder a una incapacidad permanente a través del Seguro Social y a partir de ahí empezó para él lo que considera una nueva vida, un proceso que describe realmente difícil, aunque en todo momento contó con el apoyo y compañía de su esposa María Eugenia y sus hijos Elizabeth y Julio César.

“Fue un cambio total, muy difícil para mí y mi familia; es adaptarse a algo increíble que además fue relativamente rápido, si caí en depresión y yo mismo dije no es justo, así que decidí aceptarlo y salir adelante”.

Honesto, reconoce que desde joven supo su predisposición a la diabetes, ya que su mamá y hermanos la padecen, aunque por un tiempo decidió no hacer caso a las señales que enviaba su cuerpo hasta que la enfermedad se hizo presente.

Sin excepción, todos los días por la mañana “Polo” se inyecta una dosis de insulina, además de tener estricto control de sus comidas.

Sus ganas de salir adelante, pese a una condición que lo llevó a un estado de incapacidad irreversible, lo han mantenido en la búsqueda de aprendizaje en todas las áreas posibles para que su vida sea lo más apegada a la normalidad y en ese proceso ha llegado hasta grupos de invidentes donde ha conocido otros casos como el suyo.

“Te ayuda mucho saber que hay otras personas pasando por lo mismo que tú, aprendes e incluso ayudas a otros que apenas están empezando esta etapa de perder la vista”.

En la actualidad, “Polo” forma parte del grupo de débiles visuales que asisten a la Biblioteca Pública del Estado donde recibe clases de manualidades, tai chi y Braille, aunque reconoce que este último es complicado, aunque está decidido a dominarlo.

“A los diabéticos se nos dificulta más la lectura en Braille porque se lee con los dedos, nosotros perdemos la sensibilidad de las yemas de los dedos y es más difícil, no lo he podido dominar, pero le sigo haciendo la lucha”.

UNA CIUDAD NO APTA

Aunque Leopoldo y su familia han radicado siempre en una vivienda de dos pisos, para él no ha sido complicado desplazarse de un lado a otro, pues recuerda exactamente la ubicación y distancia entre las cosas.

Lo realmente difícil ha sido enfrentarse a una ciudad y a una sociedad que no está lista para apoyar a quienes carecen del sentido de la vista.

“Tengo que moverme en taxi porque el transporte en camión no ayuda; las calles y banquetas son complicadas y falta educación de parte de la gente porque a veces se nos complica movernos en algunos lugares”.