/ viernes 7 de febrero de 2020

De la mano de Dios…

Quo Vadis


Dicen los que presumen saber en México que no hay porqué alarmarse frente a la nueva y mortal cepa del coronavirus…

Ni los casi 500 decesos ocurridos en China en lo que va de este enero, ni los casi 2,500 casos identificados como positivos en ese mismo país y en otra veintena más alrededor del mundo, convencen a nuestras autoridades especializadas en la necesidad de extremar precauciones…¿Para qué?, si estamos (¿?) preparados…

Sin embargo, partes específicas de la población mexicana ya muestra rasgos no solo de inconformidad a la pasividad y omisiones oficiales, sino de auténtico miedo a padecer esa terrible enfermedad que al ritmo que avanza podría desembocar en una pandemia (enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región). Ahí está, por ejemplo, lo ocurrido a la directora de una primaria en la comunidad de Tetelpa, en Zacatepec, Morelos, quien fue impedida de presentarse al plantel luego de abrazar efusivamente a su hijo cuando llegó de China junto con otro reducido grupo de estudiantes y, por si fuera poco, él declaró ante cámaras de la prensa que ninguna autoridad los revisó y menos los puso en cuarentena, como ocurre ahora con otro grupo de mexicanos que de China llegaron a Francia.

Hay muchas más historias alrededor del mortal coronavirus que “bombardean” a los receptores de programas de televisión, radio, prensa escrita y millones que “navegan” en redes. Mientras, la ciencia hace lo suyo: Informa y confirma que no hay -hasta el momento- tratamiento ni vacuna contra esta séptima cepa del coronavirus, solo que causa la muerte de los humanos más frágiles y débiles.

En suma, la humanidad está frente a una nueva bacteria que mata, como muchas otras que han causado la muerte de más humanos que todos los que han perdido la vida en guerras en la historia de la humanidad y por ello no sobra recalcar la necesidad de que todos y cada uno asumamos los mínimos y máximos cuidados que aconsejan quienes viven en carne propia cómo se les mueren cientos en horas en China.

Ante este escenario recordar es vivir y aunque no es lo mismo, pero es igual, recordemos cómo los mexicalenses en particular y los residentes de Baja California, California y Sonora en lo general, sufrimos, pero salimos vivos (excepto cuatro) del terremoto de 7.2 grados Richter que nos sacudió en 2010. En aquel tiempo el mensaje de boca en boca era que los mexicalenses estábamos “tomados de la mano de Dios”…y qué bueno que así se manifieste la gratitud y fe de estar vivos, pero también hubo amplias reflexiones y acciones de fondo y forma que nos exigían entonces como ahora la necesidad de estar mejor preparados para un desastre natural que en cualquier momento puede volver a ocurrir.

¿Y qué ha pasado? Que la sociedad en conjunto, gobernados y gobernantes, avanzamos, pero no estamos preparados para afrontar otro terremoto igual o peor porque simple y llanamente no atendemos la prevención, sino hasta que el destino quizá -y tan solo quizá- nos alcance. ¿O no?

Quo Vadis


Dicen los que presumen saber en México que no hay porqué alarmarse frente a la nueva y mortal cepa del coronavirus…

Ni los casi 500 decesos ocurridos en China en lo que va de este enero, ni los casi 2,500 casos identificados como positivos en ese mismo país y en otra veintena más alrededor del mundo, convencen a nuestras autoridades especializadas en la necesidad de extremar precauciones…¿Para qué?, si estamos (¿?) preparados…

Sin embargo, partes específicas de la población mexicana ya muestra rasgos no solo de inconformidad a la pasividad y omisiones oficiales, sino de auténtico miedo a padecer esa terrible enfermedad que al ritmo que avanza podría desembocar en una pandemia (enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región). Ahí está, por ejemplo, lo ocurrido a la directora de una primaria en la comunidad de Tetelpa, en Zacatepec, Morelos, quien fue impedida de presentarse al plantel luego de abrazar efusivamente a su hijo cuando llegó de China junto con otro reducido grupo de estudiantes y, por si fuera poco, él declaró ante cámaras de la prensa que ninguna autoridad los revisó y menos los puso en cuarentena, como ocurre ahora con otro grupo de mexicanos que de China llegaron a Francia.

Hay muchas más historias alrededor del mortal coronavirus que “bombardean” a los receptores de programas de televisión, radio, prensa escrita y millones que “navegan” en redes. Mientras, la ciencia hace lo suyo: Informa y confirma que no hay -hasta el momento- tratamiento ni vacuna contra esta séptima cepa del coronavirus, solo que causa la muerte de los humanos más frágiles y débiles.

En suma, la humanidad está frente a una nueva bacteria que mata, como muchas otras que han causado la muerte de más humanos que todos los que han perdido la vida en guerras en la historia de la humanidad y por ello no sobra recalcar la necesidad de que todos y cada uno asumamos los mínimos y máximos cuidados que aconsejan quienes viven en carne propia cómo se les mueren cientos en horas en China.

Ante este escenario recordar es vivir y aunque no es lo mismo, pero es igual, recordemos cómo los mexicalenses en particular y los residentes de Baja California, California y Sonora en lo general, sufrimos, pero salimos vivos (excepto cuatro) del terremoto de 7.2 grados Richter que nos sacudió en 2010. En aquel tiempo el mensaje de boca en boca era que los mexicalenses estábamos “tomados de la mano de Dios”…y qué bueno que así se manifieste la gratitud y fe de estar vivos, pero también hubo amplias reflexiones y acciones de fondo y forma que nos exigían entonces como ahora la necesidad de estar mejor preparados para un desastre natural que en cualquier momento puede volver a ocurrir.

¿Y qué ha pasado? Que la sociedad en conjunto, gobernados y gobernantes, avanzamos, pero no estamos preparados para afrontar otro terremoto igual o peor porque simple y llanamente no atendemos la prevención, sino hasta que el destino quizá -y tan solo quizá- nos alcance. ¿O no?