/ jueves 11 de mayo de 2023

Los enemigos de la 4T

La Cuarta Transformación no necesita enemigos externos: Con sus proyectos, decisiones y acciones de gobierno se ha encargado de crear sus propios enemigos.

Los vientos de cambio que se anunciaban al inicio de este sexenio se han convertido en una tempestad interminable, que ha terminado por echar por tierra todas las promesas de campaña.

La respetabilidad que lograríamos en el exterior, con una férrea lucha contra la corrupción, se transformó en una administración pública caracterizada por el nepotismo, el influyentismo, el saqueo desmedido, los costos excesivos de las obras públicas y escándalos de corrupción, que han manchado de forma irremediable a la familia presidencial, a los leales al movimiento y a las obras insignia de este gobierno. La corrupción y la impunidad se adueñan de todo el país, mientras los beneficiarios del poder ostentan una vida palaciega de lujos y privilegios.

El lema de “primero los pobres” se ha transformado en un auténtico imperativo de clientelismo político, sumisión incondicional y adulación permanente hacia la figura presidencial, en medio de una nación que en estos años de gobierno ha visto con ojos atónitos el surgimiento de cuatro millones de nuevos pobres.

El sistema de salud que se nos prometió se transformó en una pesadilla para millones de personas, quienes hemos padecido el desabasto de medicamentos, la falta de atención de tercer nivel, el deterioro de nuestras instituciones de salud, la carencia de insumos y la criminal muerte de cientos de miles de mexicanas y mexicanos por causa de una pandemia, cuyos devastadores efectos se pudieron haber minimizado.

El régimen de libertades y de derechos que se anunciaba como un rayo de esperanza, se ha transformado en una pesadilla para periodistas, opositores, activistas, defensores de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil. Quienes deberían ser protegidos por el amplio abrazo del Estado, viven hoy bajo asedio y amenaza permanentes, son hostigados prácticamente todos los días desde el púlpito presidencial, con discursos que alientan el odio, la violencia y la destrucción y el desprecio por nuestras instituciones republicanas. El supuesto talante democrático del Presidente se ha transformado en una vía abierta a la dictadura, con el intento de supresión de órganos constitucionales autónomos, el avasallamiento del Poder Legislativo, amenazas al Poder Judicial y el uso faccioso de la procuración de justicia.

La 4T tiene dentro de sí misma sus propios enemigos. Bajo su perversa ley de conservación del poder nada se crea ni se transforma y todo se destruye. Bajo esta lógica, el movimiento se ha encargado de sepultar sus promesas, proyectos, delirios y fantasías, bajo las ruinas que está dejando a su paso. Ya no es necesario culpar a otras personas de ser enemigas del proyecto de la 4T; el proyecto es el enemigo interior que día a día carcome sus entrañas, alimenta sus fracasos y destruye toda esperanza.

La Cuarta Transformación no necesita enemigos externos: Con sus proyectos, decisiones y acciones de gobierno se ha encargado de crear sus propios enemigos.

Los vientos de cambio que se anunciaban al inicio de este sexenio se han convertido en una tempestad interminable, que ha terminado por echar por tierra todas las promesas de campaña.

La respetabilidad que lograríamos en el exterior, con una férrea lucha contra la corrupción, se transformó en una administración pública caracterizada por el nepotismo, el influyentismo, el saqueo desmedido, los costos excesivos de las obras públicas y escándalos de corrupción, que han manchado de forma irremediable a la familia presidencial, a los leales al movimiento y a las obras insignia de este gobierno. La corrupción y la impunidad se adueñan de todo el país, mientras los beneficiarios del poder ostentan una vida palaciega de lujos y privilegios.

El lema de “primero los pobres” se ha transformado en un auténtico imperativo de clientelismo político, sumisión incondicional y adulación permanente hacia la figura presidencial, en medio de una nación que en estos años de gobierno ha visto con ojos atónitos el surgimiento de cuatro millones de nuevos pobres.

El sistema de salud que se nos prometió se transformó en una pesadilla para millones de personas, quienes hemos padecido el desabasto de medicamentos, la falta de atención de tercer nivel, el deterioro de nuestras instituciones de salud, la carencia de insumos y la criminal muerte de cientos de miles de mexicanas y mexicanos por causa de una pandemia, cuyos devastadores efectos se pudieron haber minimizado.

El régimen de libertades y de derechos que se anunciaba como un rayo de esperanza, se ha transformado en una pesadilla para periodistas, opositores, activistas, defensores de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil. Quienes deberían ser protegidos por el amplio abrazo del Estado, viven hoy bajo asedio y amenaza permanentes, son hostigados prácticamente todos los días desde el púlpito presidencial, con discursos que alientan el odio, la violencia y la destrucción y el desprecio por nuestras instituciones republicanas. El supuesto talante democrático del Presidente se ha transformado en una vía abierta a la dictadura, con el intento de supresión de órganos constitucionales autónomos, el avasallamiento del Poder Legislativo, amenazas al Poder Judicial y el uso faccioso de la procuración de justicia.

La 4T tiene dentro de sí misma sus propios enemigos. Bajo su perversa ley de conservación del poder nada se crea ni se transforma y todo se destruye. Bajo esta lógica, el movimiento se ha encargado de sepultar sus promesas, proyectos, delirios y fantasías, bajo las ruinas que está dejando a su paso. Ya no es necesario culpar a otras personas de ser enemigas del proyecto de la 4T; el proyecto es el enemigo interior que día a día carcome sus entrañas, alimenta sus fracasos y destruye toda esperanza.