/ viernes 23 de octubre de 2020

Coronavirus: La amenaza continúa…

QUO VADIS

Si algo es innegable en México es que desde que ocurrió el primer caso a finales de febrero pasado, las cifras de contagios y muertos por Covid-19 aumentan exponencialmente, tanto que ya se advierte la necesidad de reanudar los cierres de empresas, confinamientos obligados en casa y restricciones en la vía pública…como ocurre en Francia y España que padecen (ellos sí) un rebrote de pronóstico reservado.

De nada ha servido en nuestro país los más de ocho meses de temores ciudadanos, entregas suicidas del personal médico para atender a enfermos y compras de pánico para supuestamente prevenirse cuando una mínima parte de la población desoye consejos y prioridades para contener la cadena de contagios. Al contrario, por aquí, por allá y acullá ocurren contemplaciones y permisibilidades que derivan en una simple reflexión: Pagan justos por pecadores.

Mientras, no hay posibilidad de que las políticas en salud pública cambien hacia métodos y prácticas más eficientes y demostradas en otros países, como el uso obligatorio de cubrebocas, sana distancia, realización masiva de pruebas y atención hospitalaria (no casera) temprana en aquellos que tienen los primeros síntomas del mortal virus. Tampoco hay en los meses por venir estrategias socio-económicas que permitan a millones el viacrucis de haber quedado en bancarrota por el cierre de sus pequeños negocios, el agotamiento de sus ahorros y/o el desempleo, todo esto en medio de una crisis económica paralela que se agudiza en la medida que pasa el tiempo y que, no hay que dudarlo, pondrán a prueba la capacidad de gobernabilidad en municipios, estados y el país entero.

Esto porque el hambre, la enfermedad, el desempleo, la inseguridad, etc., parecen conducir a un mismo destino, impropio e indeseable para millones de mexicanos, los que no tienen garantizado su futuro y, peor aún, sin herramientas y alternativas viables para salir adelante con esfuerzo propio, sino si acaso echando mano de lo que pueda extender la limitada capacidad humanitaria gubernamental o la benevolencia social que, conforme pasa el tiempo, se reduce.

Por todo eso, qué importante es -para poner a salvaguarda nuestra vida y la de los demás- que desde el más modesto hasta el más encumbrado ciudadano se cuide AL EXTREMO; entender que somos un país fallido en materia de salud (por lo que usted quiera y mande, pero fallido) y que no podremos evitar más contagios y muertes si no entendemos de una buena vez la relevancia de la prevención.

Nadie quiere, en sano juicio, enfermar y menos contagiar a un ser querido en situación de alto riesgo porque a la vista de la realidad es una muerte anunciada. Todos queremos salir ya de este gran problema que constituye el Covid-19, de tal suerte que en cada uno de nosotros y en función de nuestro libre albedrío está la solución…o el problema y en ese sentido, ni dudar que una minoría irresponsable puede hacer enorme daño. ¿O no?

pibenavarro115@gmail.com


QUO VADIS

Si algo es innegable en México es que desde que ocurrió el primer caso a finales de febrero pasado, las cifras de contagios y muertos por Covid-19 aumentan exponencialmente, tanto que ya se advierte la necesidad de reanudar los cierres de empresas, confinamientos obligados en casa y restricciones en la vía pública…como ocurre en Francia y España que padecen (ellos sí) un rebrote de pronóstico reservado.

De nada ha servido en nuestro país los más de ocho meses de temores ciudadanos, entregas suicidas del personal médico para atender a enfermos y compras de pánico para supuestamente prevenirse cuando una mínima parte de la población desoye consejos y prioridades para contener la cadena de contagios. Al contrario, por aquí, por allá y acullá ocurren contemplaciones y permisibilidades que derivan en una simple reflexión: Pagan justos por pecadores.

Mientras, no hay posibilidad de que las políticas en salud pública cambien hacia métodos y prácticas más eficientes y demostradas en otros países, como el uso obligatorio de cubrebocas, sana distancia, realización masiva de pruebas y atención hospitalaria (no casera) temprana en aquellos que tienen los primeros síntomas del mortal virus. Tampoco hay en los meses por venir estrategias socio-económicas que permitan a millones el viacrucis de haber quedado en bancarrota por el cierre de sus pequeños negocios, el agotamiento de sus ahorros y/o el desempleo, todo esto en medio de una crisis económica paralela que se agudiza en la medida que pasa el tiempo y que, no hay que dudarlo, pondrán a prueba la capacidad de gobernabilidad en municipios, estados y el país entero.

Esto porque el hambre, la enfermedad, el desempleo, la inseguridad, etc., parecen conducir a un mismo destino, impropio e indeseable para millones de mexicanos, los que no tienen garantizado su futuro y, peor aún, sin herramientas y alternativas viables para salir adelante con esfuerzo propio, sino si acaso echando mano de lo que pueda extender la limitada capacidad humanitaria gubernamental o la benevolencia social que, conforme pasa el tiempo, se reduce.

Por todo eso, qué importante es -para poner a salvaguarda nuestra vida y la de los demás- que desde el más modesto hasta el más encumbrado ciudadano se cuide AL EXTREMO; entender que somos un país fallido en materia de salud (por lo que usted quiera y mande, pero fallido) y que no podremos evitar más contagios y muertes si no entendemos de una buena vez la relevancia de la prevención.

Nadie quiere, en sano juicio, enfermar y menos contagiar a un ser querido en situación de alto riesgo porque a la vista de la realidad es una muerte anunciada. Todos queremos salir ya de este gran problema que constituye el Covid-19, de tal suerte que en cada uno de nosotros y en función de nuestro libre albedrío está la solución…o el problema y en ese sentido, ni dudar que una minoría irresponsable puede hacer enorme daño. ¿O no?

pibenavarro115@gmail.com