/ miércoles 8 de noviembre de 2023

El Muro | Las migraciones

Los miembros de la caravana migrante aspiran ingresar a Estados Unidos, no desean permanecer en México. Evitan ser considerados como refugiados aquí porque eso los inhabilitaría para solicitar esa opción al gobierno norteamericano.

Quienes no consigan ser aceptados en el otro lado permanecerán en nuestras fronteras, en busca de entrar de cualquier forma, incluso la indocumentada.

Foto: Yajanny Jove | La Voz de la Frontera

Ingresar a Estados Unidos por la vía de algunos de los recursos disponibles luce complicado para los centroamericanos. De entrada, para ser refugiado se debe demostrar temor justificado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, opinión política o por pertenecer a cierto grupo social. Luce más probable el éxito para un palestino, un ucraniano que para un hondureño (uscis.gov).

En el lapso que estén en nuestras fronteras o incluso si deciden quedarse a vivir, deberían ser tratados con respeto, en primer lugar por un acto de humanidad; segundo, porque nadie deja su hogar nomás por puro gusto; tercero, quienes emigran no necesariamente están huyendo por ser delincuentes; cuarto, Mexicali presume ser tierra de migrantes.

De cualquier forma, para quien esté preocupado por alguna “invasión” centroamericana, los datos recolectados por el INEGI podrían tranquilizarlo: Los hondureños, haitianos y salvadoreños en la capital de Baja California no llegan ni a 2 mil personas, o sea, el 0.19% de la población, que comparado con los 156 mil cachanillas con alguna discapacidad o un tipo de problema mental, los cuales -por cierto- ni los topamos, no pintan.

Claro, hace 100 años las cosas lucían bien distintas. Sin contar a chinos, japoneses ni indios, en 1926 el 8% de la población había emigrado desde Europa. Hoy los europeos representan el 0.02 % del total.

En el Mexicali de los gloriosos años veinte del siglo pasado, había personas de Alemania, Austria, Bulgaria, Checoslovaquia, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Inglaterra, Irlanda, Italia, Lituania, Polonia, Rumania, Rusia, Suiza, Yugoslavia, también de Armenia, Líbano, Turquía, Filipinas y Argentina.

Sea como sea, la población en movilidad merece respeto, un trato digno. Tan es así que la Agencia de las Naciones Unidas para la Migración acaba de inaugurar una oficina en un edificio ubicado por la zona dorada, lo cual se suma a otras acciones realizadas por la autoridad, los ciudadanos.

vicmarcen09@gmail.com


Los miembros de la caravana migrante aspiran ingresar a Estados Unidos, no desean permanecer en México. Evitan ser considerados como refugiados aquí porque eso los inhabilitaría para solicitar esa opción al gobierno norteamericano.

Quienes no consigan ser aceptados en el otro lado permanecerán en nuestras fronteras, en busca de entrar de cualquier forma, incluso la indocumentada.

Foto: Yajanny Jove | La Voz de la Frontera

Ingresar a Estados Unidos por la vía de algunos de los recursos disponibles luce complicado para los centroamericanos. De entrada, para ser refugiado se debe demostrar temor justificado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, opinión política o por pertenecer a cierto grupo social. Luce más probable el éxito para un palestino, un ucraniano que para un hondureño (uscis.gov).

En el lapso que estén en nuestras fronteras o incluso si deciden quedarse a vivir, deberían ser tratados con respeto, en primer lugar por un acto de humanidad; segundo, porque nadie deja su hogar nomás por puro gusto; tercero, quienes emigran no necesariamente están huyendo por ser delincuentes; cuarto, Mexicali presume ser tierra de migrantes.

De cualquier forma, para quien esté preocupado por alguna “invasión” centroamericana, los datos recolectados por el INEGI podrían tranquilizarlo: Los hondureños, haitianos y salvadoreños en la capital de Baja California no llegan ni a 2 mil personas, o sea, el 0.19% de la población, que comparado con los 156 mil cachanillas con alguna discapacidad o un tipo de problema mental, los cuales -por cierto- ni los topamos, no pintan.

Claro, hace 100 años las cosas lucían bien distintas. Sin contar a chinos, japoneses ni indios, en 1926 el 8% de la población había emigrado desde Europa. Hoy los europeos representan el 0.02 % del total.

En el Mexicali de los gloriosos años veinte del siglo pasado, había personas de Alemania, Austria, Bulgaria, Checoslovaquia, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Inglaterra, Irlanda, Italia, Lituania, Polonia, Rumania, Rusia, Suiza, Yugoslavia, también de Armenia, Líbano, Turquía, Filipinas y Argentina.

Sea como sea, la población en movilidad merece respeto, un trato digno. Tan es así que la Agencia de las Naciones Unidas para la Migración acaba de inaugurar una oficina en un edificio ubicado por la zona dorada, lo cual se suma a otras acciones realizadas por la autoridad, los ciudadanos.

vicmarcen09@gmail.com