/ miércoles 22 de mayo de 2024

El Muro | Whitexicans

Lo whitexican existe, es un estilo de vida, no un mito, tampoco la invención de acomplejados, flojos, sin ambición.

La ciencia confirma la segregación producto del color de piel (“Skin color and colorism: Global research…”, “Social stratification in Mexico: Disentangling…”). Negar esa realidad, sólo hará más complicado mejorar la vida de millones de personas no güeras, con talento, capacidad, inteligencia como cualquier humano en el mundo.

Foto: Imágen Ilustrativa / Freepik

Lo whitexican, white mexican, es tan poderoso que a pesar de ser minoría, impone su narrativa del éxito, descalifica a sus oponentes, acusándolos de victimizarse. Se queja de la existencia de movimientos sociales diseñados para quitarle privilegios con el fin de regalárselos a los jodidos.

Pero no se trata de quitarle a quien tiene, se trata de establecer condiciones para que todos tengan, al menos, lo esencial para llevar una vida digna, como lo marca la Constitución.

Al estar en posiciones de poder, la güeritocracia, el gobierno de la gente blanca, fortalece el discurso whitexican de la meritocracia, aquel en donde todos pueden cumplir sus sueños materiales, siempre y cuando se esfuercen mucho, sin tomar en cuenta que ellos triunfaron, en buena medida, gracias a las relaciones privilegiadas, el capital económico de su familia.

A veces, un whitexican ni siquiera tiene que ser rico… ni güero, solo creer que lo es y abrazar la filosofía de la vida privilegiada, imitar, criticar, a pesar de que nuestra realidad es otra. En México, ser una mujer, indígena, prieta, que no habla español, es una condena al fracaso.(“Por mi raza hablará la desigualdad”, Oxfam 2019/ “The color palette”).

En Baja California andamos por el estilo. El “Análisis del fenómeno del abstencionismo…”, elaborado por el Colef, revela que el 94.8% de ciudadanos encuestados recomienda “que las personas de piel morena participen como candidatos en las elecciones…”.

Las acciones afirmativas, en este caso obligar a los partidos políticos a incluir a grupos históricamente excluidos, hizo énfasis en la mujer y los grupos LGBTQ, por ser rentables en materia de atención inmediata y votos potenciales, pero minimizó a los indígenas y morenos.

En el actual proceso, las alternativas políticas whitexicans leyeron mal la realidad. En vez de preocuparse por al menos fingir un compromiso social, construyendo un discurso inclusivo, dedicaron casi seis años a pelear con la autoridad federal, para al final improvisar una candidatura, que se nota fuera de lugar, incómoda, particularmente alejada del sentimiento de millones de personas, que no tienen la culpa de no ser güeros.

Lo whitexican existe, es un estilo de vida, no un mito, tampoco la invención de acomplejados, flojos, sin ambición.

La ciencia confirma la segregación producto del color de piel (“Skin color and colorism: Global research…”, “Social stratification in Mexico: Disentangling…”). Negar esa realidad, sólo hará más complicado mejorar la vida de millones de personas no güeras, con talento, capacidad, inteligencia como cualquier humano en el mundo.

Foto: Imágen Ilustrativa / Freepik

Lo whitexican, white mexican, es tan poderoso que a pesar de ser minoría, impone su narrativa del éxito, descalifica a sus oponentes, acusándolos de victimizarse. Se queja de la existencia de movimientos sociales diseñados para quitarle privilegios con el fin de regalárselos a los jodidos.

Pero no se trata de quitarle a quien tiene, se trata de establecer condiciones para que todos tengan, al menos, lo esencial para llevar una vida digna, como lo marca la Constitución.

Al estar en posiciones de poder, la güeritocracia, el gobierno de la gente blanca, fortalece el discurso whitexican de la meritocracia, aquel en donde todos pueden cumplir sus sueños materiales, siempre y cuando se esfuercen mucho, sin tomar en cuenta que ellos triunfaron, en buena medida, gracias a las relaciones privilegiadas, el capital económico de su familia.

A veces, un whitexican ni siquiera tiene que ser rico… ni güero, solo creer que lo es y abrazar la filosofía de la vida privilegiada, imitar, criticar, a pesar de que nuestra realidad es otra. En México, ser una mujer, indígena, prieta, que no habla español, es una condena al fracaso.(“Por mi raza hablará la desigualdad”, Oxfam 2019/ “The color palette”).

En Baja California andamos por el estilo. El “Análisis del fenómeno del abstencionismo…”, elaborado por el Colef, revela que el 94.8% de ciudadanos encuestados recomienda “que las personas de piel morena participen como candidatos en las elecciones…”.

Las acciones afirmativas, en este caso obligar a los partidos políticos a incluir a grupos históricamente excluidos, hizo énfasis en la mujer y los grupos LGBTQ, por ser rentables en materia de atención inmediata y votos potenciales, pero minimizó a los indígenas y morenos.

En el actual proceso, las alternativas políticas whitexicans leyeron mal la realidad. En vez de preocuparse por al menos fingir un compromiso social, construyendo un discurso inclusivo, dedicaron casi seis años a pelear con la autoridad federal, para al final improvisar una candidatura, que se nota fuera de lugar, incómoda, particularmente alejada del sentimiento de millones de personas, que no tienen la culpa de no ser güeros.