/ miércoles 28 de febrero de 2024

El Muro | Pregonar con ejemplos

Podemos llegar a actuar con amor, con el corazón, el estómago; en ocasiones cerebralmente, con indiferencia o hasta hacer las cosas con las patas, pero casi nunca pregonamos con ejemplos constructivos.

Foto: Imagen Ilustrativa | Freepik

Somos incoherentes, por eso no avanzamos. Exigimos universitarios despiertos, innovadores, proponedores, lectores, cultos, responsables, cumplidos, pero es bien raro conocer a un docente lector de alto rendimiento, animoso, visionario, autocrítico. Así no se puede.

En general, la docencia involucra horas nalga de clase pizarrón, la cual puede cumplirse con pasión y quizá sea útil para algunos temas puntuales, mas no para todos, mucho menos todo el tiempo. Aprender oyendo a una persona hablar por horas, es para la mayoría de los estudiantes una de las cosas más aburridas, menos eficaces que ofrece el sistema escolarizado, pero así se estila.

La creatividad es el ingrediente menos socorrido, pero lo más rentable si lo que se busca son aprendizajes significativos. En la Universidad de California, campus Berkeley, un grupo de docentes comprometidos diseñaron un modelo para la enseñanza dinámica de la teoría sociológica. Los alumnos leen textos manejables, es decir, poco densos, no tan extensos, luego arman diálogos ficticios entre distintos pensadores. Para finalizar, ponen en práctica lo leído, recorriendo su comunidad, tomando fotos, elaborando esquemas (“Living theory: Principles… Teoría viva: Principios y prácticas para enseñar teoría social etnográficamente”).

Ahora bien, si las universidades son el ente representativo de sus comunidades, el sitio especializado para buscar mejoras, entonces deberíamos esperar que además de innovadoras fueran incluyentes, amorosas, protectoras, pero eso no ocurre. Discriminan al diferente, reprimen a los espíritus libres, a los creativos, estigmatizan las condiciones neuroatípicas, sin molestarse en entenderlas.

Una investigación reciente, publicada apenas el 21 de febrero pasado, sorprende con la hipótesis de que el déficit de atención por hiperactividad podría ser un rasgo evolutivo heredado, valioso en los tiempos primitivos, en los cuales la exploración de alternativas para alimentarse, era la diferencia entre vivir o morir (“Attentions deficits… Déficits de atención relacionados con la propensión a explorar mientras se busca comida”). Hoy, el hiperactivo es medicado, controlado, hipervigilado, antes de contemplar opciones para aprovechar sus energías.

Podemos exigir una mejor sociedad, criticar al gobierno, siempre y cuando nuestra vida cotidiana sea un derroche de modelos positivos. Si no es así, al menos deberíamos guardar prudente silencio.

Mailto: vicmarcen09@gmail.com

Podemos llegar a actuar con amor, con el corazón, el estómago; en ocasiones cerebralmente, con indiferencia o hasta hacer las cosas con las patas, pero casi nunca pregonamos con ejemplos constructivos.

Foto: Imagen Ilustrativa | Freepik

Somos incoherentes, por eso no avanzamos. Exigimos universitarios despiertos, innovadores, proponedores, lectores, cultos, responsables, cumplidos, pero es bien raro conocer a un docente lector de alto rendimiento, animoso, visionario, autocrítico. Así no se puede.

En general, la docencia involucra horas nalga de clase pizarrón, la cual puede cumplirse con pasión y quizá sea útil para algunos temas puntuales, mas no para todos, mucho menos todo el tiempo. Aprender oyendo a una persona hablar por horas, es para la mayoría de los estudiantes una de las cosas más aburridas, menos eficaces que ofrece el sistema escolarizado, pero así se estila.

La creatividad es el ingrediente menos socorrido, pero lo más rentable si lo que se busca son aprendizajes significativos. En la Universidad de California, campus Berkeley, un grupo de docentes comprometidos diseñaron un modelo para la enseñanza dinámica de la teoría sociológica. Los alumnos leen textos manejables, es decir, poco densos, no tan extensos, luego arman diálogos ficticios entre distintos pensadores. Para finalizar, ponen en práctica lo leído, recorriendo su comunidad, tomando fotos, elaborando esquemas (“Living theory: Principles… Teoría viva: Principios y prácticas para enseñar teoría social etnográficamente”).

Ahora bien, si las universidades son el ente representativo de sus comunidades, el sitio especializado para buscar mejoras, entonces deberíamos esperar que además de innovadoras fueran incluyentes, amorosas, protectoras, pero eso no ocurre. Discriminan al diferente, reprimen a los espíritus libres, a los creativos, estigmatizan las condiciones neuroatípicas, sin molestarse en entenderlas.

Una investigación reciente, publicada apenas el 21 de febrero pasado, sorprende con la hipótesis de que el déficit de atención por hiperactividad podría ser un rasgo evolutivo heredado, valioso en los tiempos primitivos, en los cuales la exploración de alternativas para alimentarse, era la diferencia entre vivir o morir (“Attentions deficits… Déficits de atención relacionados con la propensión a explorar mientras se busca comida”). Hoy, el hiperactivo es medicado, controlado, hipervigilado, antes de contemplar opciones para aprovechar sus energías.

Podemos exigir una mejor sociedad, criticar al gobierno, siempre y cuando nuestra vida cotidiana sea un derroche de modelos positivos. Si no es así, al menos deberíamos guardar prudente silencio.

Mailto: vicmarcen09@gmail.com