/ domingo 6 de diciembre de 2020

La Nueva Normalidad en Mexicali

La Espiga


“Por amor de Dios abran ya la economía”. Fue el clamor desesperado de un comerciante de Mexicali afectado por el cierre bastante prolongado de su local y es que vivir con la pandemia del Covid 19 (acechando en todas partes y en todo momento) resultaba ser una Nueva Normalidad muy extraña.

En realidad era una anormalidad si recordamos los tiempos cuando podíamos salir a caminar a los parques y el mayor contratiempo era esquivar los desechos de las mascotas de nuestros vecinos. En Mexicali la Nueva Normalidad significó observar las enormes filas de clientes de las instituciones bancarias formados en pleno calorón cachanilla, resignados a padecer un buen tiempo antes de ingresar a los templos del dinero. Adultos mayores, señoras embarazadas, hombres con bastón o andaderas sufriendo por la SANA DISTANCIA de todos los días afuera de los Bancos, esperando a que los altos ejecutivos se decidan abrir todas las sucursales existentes para brindar el servicio como debe ser.

La Nueva Normalidad implicaba que los restaurantes cerrados solo ofrecieran alimentos PARA LLEVAR, con lo que se extrañaban los convivios familiares dentro de los locales refrigerados. En los mercados la Nueva Normalidad quería decir aglomeraciones y más aglomeraciones de gente esperando su turno para recibir el bautizo sagrado con gel antibacterial, la toma de temperatura corporal y la limpieza del carrito con el trapo impregnado de la sustancia milagrosa compuesta de agua, alcohol etílico y propileglicol. Ya dentro del mercado la pregunta obligada al jefe de piso era: ¿Dónde está la cheve, cuándo llegará, cuándo empezarán a vender la bebida predilecta de los mexicalenses…? Y sus respuestas apenas audibles: “No sabemos, de repente llega y se acaba de volada…En poco tiempo vemos las caras tristes de los señores que no alcanzaron el sublime néctar ambarino…”.

La pregunta era: ¿Para qué propiciar el surgimiento del mercado negro a través de “aguajes”? ¿Para qué cerrar los centros de producción y distribución de cerveza? Para tratar de evitar las aglomeraciones de fiesteros voraces y en esto sí acertaron las autoridades sanitarias.

La Nueva Normalidad impuso sus restricciones y prohibiciones, pero al detener todas las actividades productivas de los centros urbanos se alteró la vida económica y social de las comunidades, afectando en mayor grado a los pequeños comerciantes, quienes sin ingresos regulares vieron incrementada su penuria familiar.

Cerrar los pequeños comercios establecidos implicó dejar en la calle de la amargura a miles de personas privadas de su sustento diario, hundidos por la falta de ventas, por la falta de ingresos para proveer a sus familias.

En los grandes centros comerciales se extrañaba el bullicio de los niños y jóvenes esperando a que los abuelitos les compraran algo, de perdida la 1 para la mitad de 1.

La Nueva Normalidad en Mexicali mantuvo medio aplacados a los cachanillas fiesteros, a los que les gustaba el baile y la música durante las noches interminables de diversión en los patios de sus casas, esos sí debieron esperar a que se contuviera un poco la pandemia, a que regresara gradualmente aquella vieja normalidad que tanto extrañamos.


La Espiga


“Por amor de Dios abran ya la economía”. Fue el clamor desesperado de un comerciante de Mexicali afectado por el cierre bastante prolongado de su local y es que vivir con la pandemia del Covid 19 (acechando en todas partes y en todo momento) resultaba ser una Nueva Normalidad muy extraña.

En realidad era una anormalidad si recordamos los tiempos cuando podíamos salir a caminar a los parques y el mayor contratiempo era esquivar los desechos de las mascotas de nuestros vecinos. En Mexicali la Nueva Normalidad significó observar las enormes filas de clientes de las instituciones bancarias formados en pleno calorón cachanilla, resignados a padecer un buen tiempo antes de ingresar a los templos del dinero. Adultos mayores, señoras embarazadas, hombres con bastón o andaderas sufriendo por la SANA DISTANCIA de todos los días afuera de los Bancos, esperando a que los altos ejecutivos se decidan abrir todas las sucursales existentes para brindar el servicio como debe ser.

La Nueva Normalidad implicaba que los restaurantes cerrados solo ofrecieran alimentos PARA LLEVAR, con lo que se extrañaban los convivios familiares dentro de los locales refrigerados. En los mercados la Nueva Normalidad quería decir aglomeraciones y más aglomeraciones de gente esperando su turno para recibir el bautizo sagrado con gel antibacterial, la toma de temperatura corporal y la limpieza del carrito con el trapo impregnado de la sustancia milagrosa compuesta de agua, alcohol etílico y propileglicol. Ya dentro del mercado la pregunta obligada al jefe de piso era: ¿Dónde está la cheve, cuándo llegará, cuándo empezarán a vender la bebida predilecta de los mexicalenses…? Y sus respuestas apenas audibles: “No sabemos, de repente llega y se acaba de volada…En poco tiempo vemos las caras tristes de los señores que no alcanzaron el sublime néctar ambarino…”.

La pregunta era: ¿Para qué propiciar el surgimiento del mercado negro a través de “aguajes”? ¿Para qué cerrar los centros de producción y distribución de cerveza? Para tratar de evitar las aglomeraciones de fiesteros voraces y en esto sí acertaron las autoridades sanitarias.

La Nueva Normalidad impuso sus restricciones y prohibiciones, pero al detener todas las actividades productivas de los centros urbanos se alteró la vida económica y social de las comunidades, afectando en mayor grado a los pequeños comerciantes, quienes sin ingresos regulares vieron incrementada su penuria familiar.

Cerrar los pequeños comercios establecidos implicó dejar en la calle de la amargura a miles de personas privadas de su sustento diario, hundidos por la falta de ventas, por la falta de ingresos para proveer a sus familias.

En los grandes centros comerciales se extrañaba el bullicio de los niños y jóvenes esperando a que los abuelitos les compraran algo, de perdida la 1 para la mitad de 1.

La Nueva Normalidad en Mexicali mantuvo medio aplacados a los cachanillas fiesteros, a los que les gustaba el baile y la música durante las noches interminables de diversión en los patios de sus casas, esos sí debieron esperar a que se contuviera un poco la pandemia, a que regresara gradualmente aquella vieja normalidad que tanto extrañamos.