/ viernes 26 de marzo de 2021

Menores, entre la escuela y el Covid-19

Quo Vadis


El día 23 pasado se publicó a ocho columnas en un diario de circulación nacional que: “En el último año (marzo 2020-marzo 2021) han fallecido 518 menores de edad por complicaciones de Covid-19”.

La cifra debe ser sumamente preocupante para cualquier padre de familia cuando voces desautorizadas suponen que el coronavirus --que sigue matando a millones de personas en el mundo-- causa pocos o nulos efectos negativos en la población infantil. Este falso argumento fue atajado recientemente por la especialista María Van Kerkhove, de la Organización Mundial de la Salud al señalar: “Los niños se pueden contagiar y pueden infectar. Algunos son asintomáticos. Sabemos que suelen tener síntomas leves, pero hemos visto niños morir por coronavirus y fueron infectados a través del contacto con sus padres u otros adultos”.

Así las cosas y ante el empecinamiento de reactivar las clases presenciales en México la pregunta surge: ¿Quiénes, cómo y cuándo van a obligar a los menores de edad a recluirse en un salón de clases donde ocurrirán acercamientos que pueden derivar en nuevas cadenas de contagios por la simple razón de que efectivamente se trata de personas que suelen ser asintomáticas, pero no sin riesgo de multiplicar el virus o de morir?

Por eso, antes de exponer a infantes en aulas hay países que se apresuran a concluir pruebas Fase Tres de vacunas disponibles y no son pocos los que no desesperan y antes de reactivar la economía o el sector educativo echan mano de todo recurso público y privado a su alcance para multiplicar la vacunación en la población en general.

Siendo autocríticos, los mexicanos no debemos engañarnos como sociedad. Si por la Semana Mayor y otros “relajamientos sociales” ya se avizora grave repunte de contagios y muertes en el mundo, aquí no será la excepción y menos cuando se mantienen abiertos aire, mar y tierra a visitantes propios y extraños, es incalculable el número de contagiados no detectados, el programa de vacunación es seriamente modesto y desafortunadamente hay pésima imagen de México en el orbe por el hallazgo de vacunas falsas, la descarada venta de certificados de vacunación o pruebas de Covid positivas y/o negativas igualmente ilícitas.

Recordemos que a un año de distancia de que se desencadenó la infernal pandemia miles de hogares pasaron de la irresponsable reunión al doloroso luto porque murieron los más vulnerables, muchos de ellos cautivos en casa. Hoy la alerta mundial sigue para todos, pero en especial para los niños, de tal suerte que, para como están los escenarios en México, la pregunta se repite: ¿Quiénes van a asumir la altísima responsabilidad de obligar a los menores a clases presenciales? y sin subestimar deserciones y desinterés de los escolares en los contenidos de la educación virtual ¿por qué la prisa de reactivar las aulas cuando la mayoría de la población sigue en alto riesgo y las inconsistencias de la educación son de otra naturaleza?...¿O no?

Quo Vadis


El día 23 pasado se publicó a ocho columnas en un diario de circulación nacional que: “En el último año (marzo 2020-marzo 2021) han fallecido 518 menores de edad por complicaciones de Covid-19”.

La cifra debe ser sumamente preocupante para cualquier padre de familia cuando voces desautorizadas suponen que el coronavirus --que sigue matando a millones de personas en el mundo-- causa pocos o nulos efectos negativos en la población infantil. Este falso argumento fue atajado recientemente por la especialista María Van Kerkhove, de la Organización Mundial de la Salud al señalar: “Los niños se pueden contagiar y pueden infectar. Algunos son asintomáticos. Sabemos que suelen tener síntomas leves, pero hemos visto niños morir por coronavirus y fueron infectados a través del contacto con sus padres u otros adultos”.

Así las cosas y ante el empecinamiento de reactivar las clases presenciales en México la pregunta surge: ¿Quiénes, cómo y cuándo van a obligar a los menores de edad a recluirse en un salón de clases donde ocurrirán acercamientos que pueden derivar en nuevas cadenas de contagios por la simple razón de que efectivamente se trata de personas que suelen ser asintomáticas, pero no sin riesgo de multiplicar el virus o de morir?

Por eso, antes de exponer a infantes en aulas hay países que se apresuran a concluir pruebas Fase Tres de vacunas disponibles y no son pocos los que no desesperan y antes de reactivar la economía o el sector educativo echan mano de todo recurso público y privado a su alcance para multiplicar la vacunación en la población en general.

Siendo autocríticos, los mexicanos no debemos engañarnos como sociedad. Si por la Semana Mayor y otros “relajamientos sociales” ya se avizora grave repunte de contagios y muertes en el mundo, aquí no será la excepción y menos cuando se mantienen abiertos aire, mar y tierra a visitantes propios y extraños, es incalculable el número de contagiados no detectados, el programa de vacunación es seriamente modesto y desafortunadamente hay pésima imagen de México en el orbe por el hallazgo de vacunas falsas, la descarada venta de certificados de vacunación o pruebas de Covid positivas y/o negativas igualmente ilícitas.

Recordemos que a un año de distancia de que se desencadenó la infernal pandemia miles de hogares pasaron de la irresponsable reunión al doloroso luto porque murieron los más vulnerables, muchos de ellos cautivos en casa. Hoy la alerta mundial sigue para todos, pero en especial para los niños, de tal suerte que, para como están los escenarios en México, la pregunta se repite: ¿Quiénes van a asumir la altísima responsabilidad de obligar a los menores a clases presenciales? y sin subestimar deserciones y desinterés de los escolares en los contenidos de la educación virtual ¿por qué la prisa de reactivar las aulas cuando la mayoría de la población sigue en alto riesgo y las inconsistencias de la educación son de otra naturaleza?...¿O no?