/ miércoles 14 de febrero de 2024

Convergencia Asiática 

Gustavo de Hoyos Walther

En estos días nos enteramos del hecho de que México sobrepasó a China como el principal país exportador hacia Estados Unidos. Esto tiene su principal explicación en la batalla que están escenificando los dos colosos económicos del mundo.

Foto: Imagen Ilustrativa | Freepik

En efecto, ha sido la política de Estados Unidos, desde hace varios años, intentar minar el poderío económico chino. Después de que Nixon y Kissinger hubieran decidido abrir sus relaciones diplomáticas con China, a principios de la década de los 70s del siglo pasado, las relaciones entre estos países fueron más estrechas, a pesar de la guerra fría. Esto no cambio inmediatamente después de Deng Xiaoping llevará a China adoptar la economía de mercado, aunque dentro de una estructura políticamente autoritaria.

Las preocupaciones de Washington comenzaron cuando fue obvio que el paradigma económico chino planteado por Deng estaba teniendo demasiado éxito. La transformación de China, de ser un país casi subdesarrollado a convertirse en la máxima potencia mundial, sólo después de Estados Unidos, fue sorprendente y vertiginosa.

En los últimos años, la relación entre Beijing y Washington se puede caracterizar como una de extrema rivalidad. El gobierno estadounidense está aprovechando la relativa debilidad china debida a los efectos negativos de la pandemia en la región asiática. Como sabemos, en ningún lugar se dislocaron tanto las cadenas de distribución y comercio como en esta región.

Como resultado de esto, México ya está aprovechando las oportunidades que se han abierto. Sin embargo, el reciente incremento de exportaciones mexicanas se debe menos a la virtud de la política industrial del actual gobierno y más a la gravedad de la confrontación sino-estadounidense.

Lo que es recomendable hacer ahora es poner al día la infraestructura del país para aprovechar las novedosas tecnologías de la cuarta revolución industrial y reorientar el modelo productivo mexicano hacia la exportación. Paradójicamente, mucho podemos aprender de la experiencia asiática. Así como, a finales del siglo XIX, el Japón de la reforma Meiji envió comitivas de expertos a varias partes desarrolladas del planeta para aprender de su experiencia en materia política, económica y jurídica, ahora México necesita hacer lo mismo y aprender de la experiencia de China, Japón o los antiguos tigres asiáticos, respecto del uso y desarrollo de las tecnologías de vanguardia para la industria de exportación. Así podríamos comenzar con lo que yo llamo nuestra “Convergencia Asiática”. Esta convergencia no debe ser en menoscabo de nuestra principal relación estratégica con Estados Unidos y más bien tiene que ser complementaria a ella. Es urgente, entonces, comenzar estas conversaciones al interior de mecanismos diplomáticos de concertación como el APEC y otros.

Mientras más rápido demos este giro, más rápido podremos aprovechar las nuevas tecnologías existentes para convertirnos en un gran país exportador, no de materias primas, sino de productos y servicios de alto valor. Nuestra “Convergencia Asiática” y nuestro nuevo modelo exportador deben ser los pivotes de nuestro futuro desarrollo.

Gustavo de Hoyos Walther

En estos días nos enteramos del hecho de que México sobrepasó a China como el principal país exportador hacia Estados Unidos. Esto tiene su principal explicación en la batalla que están escenificando los dos colosos económicos del mundo.

Foto: Imagen Ilustrativa | Freepik

En efecto, ha sido la política de Estados Unidos, desde hace varios años, intentar minar el poderío económico chino. Después de que Nixon y Kissinger hubieran decidido abrir sus relaciones diplomáticas con China, a principios de la década de los 70s del siglo pasado, las relaciones entre estos países fueron más estrechas, a pesar de la guerra fría. Esto no cambio inmediatamente después de Deng Xiaoping llevará a China adoptar la economía de mercado, aunque dentro de una estructura políticamente autoritaria.

Las preocupaciones de Washington comenzaron cuando fue obvio que el paradigma económico chino planteado por Deng estaba teniendo demasiado éxito. La transformación de China, de ser un país casi subdesarrollado a convertirse en la máxima potencia mundial, sólo después de Estados Unidos, fue sorprendente y vertiginosa.

En los últimos años, la relación entre Beijing y Washington se puede caracterizar como una de extrema rivalidad. El gobierno estadounidense está aprovechando la relativa debilidad china debida a los efectos negativos de la pandemia en la región asiática. Como sabemos, en ningún lugar se dislocaron tanto las cadenas de distribución y comercio como en esta región.

Como resultado de esto, México ya está aprovechando las oportunidades que se han abierto. Sin embargo, el reciente incremento de exportaciones mexicanas se debe menos a la virtud de la política industrial del actual gobierno y más a la gravedad de la confrontación sino-estadounidense.

Lo que es recomendable hacer ahora es poner al día la infraestructura del país para aprovechar las novedosas tecnologías de la cuarta revolución industrial y reorientar el modelo productivo mexicano hacia la exportación. Paradójicamente, mucho podemos aprender de la experiencia asiática. Así como, a finales del siglo XIX, el Japón de la reforma Meiji envió comitivas de expertos a varias partes desarrolladas del planeta para aprender de su experiencia en materia política, económica y jurídica, ahora México necesita hacer lo mismo y aprender de la experiencia de China, Japón o los antiguos tigres asiáticos, respecto del uso y desarrollo de las tecnologías de vanguardia para la industria de exportación. Así podríamos comenzar con lo que yo llamo nuestra “Convergencia Asiática”. Esta convergencia no debe ser en menoscabo de nuestra principal relación estratégica con Estados Unidos y más bien tiene que ser complementaria a ella. Es urgente, entonces, comenzar estas conversaciones al interior de mecanismos diplomáticos de concertación como el APEC y otros.

Mientras más rápido demos este giro, más rápido podremos aprovechar las nuevas tecnologías existentes para convertirnos en un gran país exportador, no de materias primas, sino de productos y servicios de alto valor. Nuestra “Convergencia Asiática” y nuestro nuevo modelo exportador deben ser los pivotes de nuestro futuro desarrollo.