/ jueves 10 de septiembre de 2020

El paquete económico del desaliento

Las malas noticias no vienen solas. El paquete económico para 2021 representa un desafortunado instrumento de política económica en medio de la peor crisis desde la gran depresión: Su instrumentación prolongaría el escenario de recesión.

La pandemia ha golpeado de manera frontal a la actividad económica, lo que ha obligado a que los gobiernos realmente progresistas destinen cuantiosos recursos de su Producto Interno Bruto para apoyar a empresarios, trabajadores y familias. Ésta ha sido la apuesta acertada al ofrecer una opción real para personas que hoy podrían caer en la pobreza. Pero el gobierno actual ha decidido ignorar a la ciudadanía dando apoyos que no llegan siquiera a un punto porcentual del PIB, además ha incrementado la carga fiscal, contrario a las promesas de campaña, incluso planteando cobrar impuestos retroactivos a la industria maquiladora, profundizando el desempleo y la crisis.

La política social de este gobierno, sin reglas de operación, sin un padrón confiable y único de beneficiarios y sin mediciones de impacto camina a ciegas, con efectos devastadores, ya que el CONEVAL ha calculado que a raíz de la pandemia habrá cerca de 10 millones de nuevos pobres, para los cuales los programas clientelares y electoreros serán insuficientes.

El gobierno mantiene una política de austeridad en lo que le conviene y de gasto exorbitante para alimentar el ego presidencial con proyectos faraónicos que tienen impactos negativos en las finanzas públicas, a la vez que se merma más la capacidad del Estado en materia de política exterior con un recorte inaceptable de cerca de mil millones de pesos. La decisión de gastar en Pemex y CFE empresas que están en quiebra y de disminuir recursos a la estrategia de transición para promover el uso de tecnologías verdes y combustibles menos contaminantes, es un error histórico que se combina con consultas a modo y decisiones caprichosas que todos los días ahuyentan inversiones que son indispensables para el país.

Ante la pandemia, el aumento del gasto en salud -que es apenas del 6% en términos reales- es ridículo y abiertamente insuficiente para hacer frente a la crisis sanitaria y a un posible rebrote en invierno. Por último, el gasto federalizado y las participaciones federales caen de manera importante: Habrá menos recursos para que las entidades prosperen a costa de un centralismo que hoy es inaceptable.

En resumen, el desalentador presupuesto 2021 nos aleja de las metas de crecimiento y nos sume más en una crisis de la que todavía no se ve el fin.

Las malas noticias no vienen solas. El paquete económico para 2021 representa un desafortunado instrumento de política económica en medio de la peor crisis desde la gran depresión: Su instrumentación prolongaría el escenario de recesión.

La pandemia ha golpeado de manera frontal a la actividad económica, lo que ha obligado a que los gobiernos realmente progresistas destinen cuantiosos recursos de su Producto Interno Bruto para apoyar a empresarios, trabajadores y familias. Ésta ha sido la apuesta acertada al ofrecer una opción real para personas que hoy podrían caer en la pobreza. Pero el gobierno actual ha decidido ignorar a la ciudadanía dando apoyos que no llegan siquiera a un punto porcentual del PIB, además ha incrementado la carga fiscal, contrario a las promesas de campaña, incluso planteando cobrar impuestos retroactivos a la industria maquiladora, profundizando el desempleo y la crisis.

La política social de este gobierno, sin reglas de operación, sin un padrón confiable y único de beneficiarios y sin mediciones de impacto camina a ciegas, con efectos devastadores, ya que el CONEVAL ha calculado que a raíz de la pandemia habrá cerca de 10 millones de nuevos pobres, para los cuales los programas clientelares y electoreros serán insuficientes.

El gobierno mantiene una política de austeridad en lo que le conviene y de gasto exorbitante para alimentar el ego presidencial con proyectos faraónicos que tienen impactos negativos en las finanzas públicas, a la vez que se merma más la capacidad del Estado en materia de política exterior con un recorte inaceptable de cerca de mil millones de pesos. La decisión de gastar en Pemex y CFE empresas que están en quiebra y de disminuir recursos a la estrategia de transición para promover el uso de tecnologías verdes y combustibles menos contaminantes, es un error histórico que se combina con consultas a modo y decisiones caprichosas que todos los días ahuyentan inversiones que son indispensables para el país.

Ante la pandemia, el aumento del gasto en salud -que es apenas del 6% en términos reales- es ridículo y abiertamente insuficiente para hacer frente a la crisis sanitaria y a un posible rebrote en invierno. Por último, el gasto federalizado y las participaciones federales caen de manera importante: Habrá menos recursos para que las entidades prosperen a costa de un centralismo que hoy es inaceptable.

En resumen, el desalentador presupuesto 2021 nos aleja de las metas de crecimiento y nos sume más en una crisis de la que todavía no se ve el fin.