/ jueves 14 de marzo de 2024

Hacia un servicio civil de carrera para México 

Gustavo de Hoyos Walther

Le debemos al genio chino incontables beneficios: El papel, la brújula, la seda, las filosofías confucianas y daoístas, entre muchos otros. Y es precisamente de las ideas de Confucio donde se deriva un arte de gobernar racional y razonable.

Foto: Cortesía / Freepik

Sabemos que fue a partir de este paradigma que existió el primer servicio civil de carrera en la historia humana. Aunque no en su forma moderna, en China se implementó por primera vez la idea de que era mejor contar con funcionarios públicos profesionales con un conocimiento superior sobre cómo administrar mejor el gobierno. Durante las dinastías imperiales después de Confucio, lo que se privilegiaba era la memorización de la sabiduría del maestro chino y su ejecución en políticas públicas.

Con la modernidad, se empezó a tomar en cuenta conocimientos más técnicos sobre economía, administración, Derecho y otras artes liberales.

Como quiera que sea, la idea de un servicio civil de carrera no sólo apunta a la mejor administración de las cosas públicas, sino también a evitar prácticas perniciosas como el nepotismo, el influyentismo y la corrupción.

El presente gobierno llegó al poder con la supuesta divisa de combatir estos flagelos. Hoy sabemos que fracasó. Una de las razones de ello fue su ataque en contra de todo lo que representa la racionalidad y la razonabilidad en el ejercicio de gobierno. El estilo autocrático de gobernar por parte del actual inquilino de Palacio Nacional no es compatible con la filosofía que coloca al servicio civil de carrera como la pieza central de una nueva infraestructura del Estado. Y no es que antes tuviéramos un verdadero servicio civil de carrera. Pero quizás ha llegado la hora de impulsarlo.

Habría que pensar bien el perfil de sus miembros, el tipo de evaluación que se les tendría que realizar, un esquema efectivo de salarios y prestaciones, sus formas de rotación de personal, su conexión con el sistema educativo, entre otras.

Sin duda se puede aprender de lo que ha hecho el Servicio Exterior Mexicano, que es el sistema meritocrático más cercano que tenemos a un servicio civil de carrera. Tenemos, sin embargo, que aprender también de otras experiencias en el mundo.

Lo que es cierto es que antes de analizar con más cuidado cómo se integraría el servicio civil de carrera mexicano en la nueva estructura de gobierno se necesita tener clara la lógica en que ésta se fundamentará. Recordemos que cualquiera que arribe al gobierno en 2024, tendrá dos desafíos frente a sí: El desmantelamiento de todo lo que ha hecho mal el obradorismo y el ensamblaje de una nueva estructura que evite las pifias de los gobiernos anteriores al régimen hoy dominante.

La mejor manera para llegar a acuerdos sobre la nueva fisonomía de la administración pública es mediante el gobierno de coalición, al interior del cual debe darse la negociación hacia una mejor gestión gubernamental.

Indudablemente, la puesta en marcha de un verdadero servicio civil de carrera será un elemento fundamental a discutir.

Gustavo de Hoyos Walther

Le debemos al genio chino incontables beneficios: El papel, la brújula, la seda, las filosofías confucianas y daoístas, entre muchos otros. Y es precisamente de las ideas de Confucio donde se deriva un arte de gobernar racional y razonable.

Foto: Cortesía / Freepik

Sabemos que fue a partir de este paradigma que existió el primer servicio civil de carrera en la historia humana. Aunque no en su forma moderna, en China se implementó por primera vez la idea de que era mejor contar con funcionarios públicos profesionales con un conocimiento superior sobre cómo administrar mejor el gobierno. Durante las dinastías imperiales después de Confucio, lo que se privilegiaba era la memorización de la sabiduría del maestro chino y su ejecución en políticas públicas.

Con la modernidad, se empezó a tomar en cuenta conocimientos más técnicos sobre economía, administración, Derecho y otras artes liberales.

Como quiera que sea, la idea de un servicio civil de carrera no sólo apunta a la mejor administración de las cosas públicas, sino también a evitar prácticas perniciosas como el nepotismo, el influyentismo y la corrupción.

El presente gobierno llegó al poder con la supuesta divisa de combatir estos flagelos. Hoy sabemos que fracasó. Una de las razones de ello fue su ataque en contra de todo lo que representa la racionalidad y la razonabilidad en el ejercicio de gobierno. El estilo autocrático de gobernar por parte del actual inquilino de Palacio Nacional no es compatible con la filosofía que coloca al servicio civil de carrera como la pieza central de una nueva infraestructura del Estado. Y no es que antes tuviéramos un verdadero servicio civil de carrera. Pero quizás ha llegado la hora de impulsarlo.

Habría que pensar bien el perfil de sus miembros, el tipo de evaluación que se les tendría que realizar, un esquema efectivo de salarios y prestaciones, sus formas de rotación de personal, su conexión con el sistema educativo, entre otras.

Sin duda se puede aprender de lo que ha hecho el Servicio Exterior Mexicano, que es el sistema meritocrático más cercano que tenemos a un servicio civil de carrera. Tenemos, sin embargo, que aprender también de otras experiencias en el mundo.

Lo que es cierto es que antes de analizar con más cuidado cómo se integraría el servicio civil de carrera mexicano en la nueva estructura de gobierno se necesita tener clara la lógica en que ésta se fundamentará. Recordemos que cualquiera que arribe al gobierno en 2024, tendrá dos desafíos frente a sí: El desmantelamiento de todo lo que ha hecho mal el obradorismo y el ensamblaje de una nueva estructura que evite las pifias de los gobiernos anteriores al régimen hoy dominante.

La mejor manera para llegar a acuerdos sobre la nueva fisonomía de la administración pública es mediante el gobierno de coalición, al interior del cual debe darse la negociación hacia una mejor gestión gubernamental.

Indudablemente, la puesta en marcha de un verdadero servicio civil de carrera será un elemento fundamental a discutir.