/ miércoles 28 de febrero de 2024

La apuesta por la innovación 

Gustavo de Hoyos Walther

Se dice que una economía desarrollada es la que está organizada de tal manera que impulsa la creatividad y la innovación entre los emprendedores. El teórico de la administración de empresas, Peter F. Drucker, llamó a esto innovación social.

Foto: Imágen Ilustrativa | Freepik

Silicon Valley en California es el caso más citado de un lugar que se organizó para ayudar a los espíritus creativos a llevar sus ideas, por más fantásticas que éstas parecieran, a una concreción empresarial. Sin duda, fue y ha sido un modelo exitoso. ¿Puede replicarse?

El co-creador de Pay Pal y primer inversionista de Facebook, Peter Thiel, considera que sería mala idea que un país decidiera imitar exactamente Silicon Valley. Un Silicon Valley 2.0 es ya un error conceptual, pues al copiar el modelo niega su carácter fundamentalmente original.

En China existe la ciudad de Shenzhen -a la que algunos denominan el Silicon Valley chino- que se ha convertido ciertamente en un lugar de desarrollo postindustrial fundado en la tecnología de vanguardia. Sin embargo, al menos hasta ahora, este modelo promueve más la imitación y el mejoramiento de invenciones realizadas en otros lados, sobre todo en Sillicon Valley.

En Europa está Silicon Fen, también conocido como el Cambridge Phenomenon, la zona alrededor de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido. Sin duda, lo más parecido que hay en todo Europa a Silicon Valley. El problema del Cambridge Phenomenon es que las compañías líderes son muy pequeñas comparadas con sus pares en San José. Lo que hace pensar en el retraso en innovación de Europa respecto a Asia y Estados Unidos.

En México no hemos sabido o podido todavía establecer un modelo a la vez exitoso y autóctono de innovación social. Aunque hemos tenido muchos empresarios exitosos y generosos, el ecosistema empresarial mexicano todavía necesita dar un gran salto que permita la gestión de empresas creativas e innovadoras de nivel mundial.

Ese debe considerarse el gran desafío económico mexicano. Algunas cosas pueden empezar a hacerse. En primer lugar debemos aumentar la inversión en investigación y desarrollo de una manera dramática. Nuestro país invierte sólo el 0.3% del PIB en investigación y desarrollo (I+D), porcentaje que de acuerdo con la Unesco coloca a nuestro país entre los que menos gasta en este rubro.

Es necesario incrementar este gasto en los próximos años y ello sólo se puede hacer mediante 1) Una gran reforma educativa que impulse la innovación, 2) una política posindustrial que promueva las tecnologías de la cuarta revolución industrial, 3) una reforma administrativa que facilite trámites para que nuestros inventores tengan más patentes, 4) acuerdos con Estados Unidos para elevar exponencialmente el número de estudiantes mexicanos en universidades de ese país, sobre todo en lo que se refiere a disciplinas STEM.

Todo está puesto para el gran despegue mexicano hacia el paradigma postindustrial. Así lo dictan las grandes tendencias geopolíticas, económicas y demográficas. Pero quienes necesitamos dar los pasos correctos somos nosotros.

Gustavo de Hoyos Walther

Se dice que una economía desarrollada es la que está organizada de tal manera que impulsa la creatividad y la innovación entre los emprendedores. El teórico de la administración de empresas, Peter F. Drucker, llamó a esto innovación social.

Foto: Imágen Ilustrativa | Freepik

Silicon Valley en California es el caso más citado de un lugar que se organizó para ayudar a los espíritus creativos a llevar sus ideas, por más fantásticas que éstas parecieran, a una concreción empresarial. Sin duda, fue y ha sido un modelo exitoso. ¿Puede replicarse?

El co-creador de Pay Pal y primer inversionista de Facebook, Peter Thiel, considera que sería mala idea que un país decidiera imitar exactamente Silicon Valley. Un Silicon Valley 2.0 es ya un error conceptual, pues al copiar el modelo niega su carácter fundamentalmente original.

En China existe la ciudad de Shenzhen -a la que algunos denominan el Silicon Valley chino- que se ha convertido ciertamente en un lugar de desarrollo postindustrial fundado en la tecnología de vanguardia. Sin embargo, al menos hasta ahora, este modelo promueve más la imitación y el mejoramiento de invenciones realizadas en otros lados, sobre todo en Sillicon Valley.

En Europa está Silicon Fen, también conocido como el Cambridge Phenomenon, la zona alrededor de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido. Sin duda, lo más parecido que hay en todo Europa a Silicon Valley. El problema del Cambridge Phenomenon es que las compañías líderes son muy pequeñas comparadas con sus pares en San José. Lo que hace pensar en el retraso en innovación de Europa respecto a Asia y Estados Unidos.

En México no hemos sabido o podido todavía establecer un modelo a la vez exitoso y autóctono de innovación social. Aunque hemos tenido muchos empresarios exitosos y generosos, el ecosistema empresarial mexicano todavía necesita dar un gran salto que permita la gestión de empresas creativas e innovadoras de nivel mundial.

Ese debe considerarse el gran desafío económico mexicano. Algunas cosas pueden empezar a hacerse. En primer lugar debemos aumentar la inversión en investigación y desarrollo de una manera dramática. Nuestro país invierte sólo el 0.3% del PIB en investigación y desarrollo (I+D), porcentaje que de acuerdo con la Unesco coloca a nuestro país entre los que menos gasta en este rubro.

Es necesario incrementar este gasto en los próximos años y ello sólo se puede hacer mediante 1) Una gran reforma educativa que impulse la innovación, 2) una política posindustrial que promueva las tecnologías de la cuarta revolución industrial, 3) una reforma administrativa que facilite trámites para que nuestros inventores tengan más patentes, 4) acuerdos con Estados Unidos para elevar exponencialmente el número de estudiantes mexicanos en universidades de ese país, sobre todo en lo que se refiere a disciplinas STEM.

Todo está puesto para el gran despegue mexicano hacia el paradigma postindustrial. Así lo dictan las grandes tendencias geopolíticas, económicas y demográficas. Pero quienes necesitamos dar los pasos correctos somos nosotros.