/ sábado 9 de abril de 2022

Más allá de la voluntad

V I E N T O S

Uno, como producto nacido sin precisión objetiva de la naturaleza, termina fatalmente en un agüjero terrenal - con fanfarrias o sin ellas - luego de un paseo terrenal productivo o no con aplausos, sin ellos, pero fatalmente en el olvido.

Claro, si en la vida el hoy difunto fue distinguido por sus valores - diversos los modos y orígenes tiene de momento la “gloria” jalada de los pelos; ganada quizá a pulso y a veces sin buscarlo - pero cuyas guirnaldas van desapareciendo con el tiempo reducidas a vagos recuerdos o muy precisos y aplaudidos por los insertos en la materia. Pero al final el silencio se encarga de ir restando méritos de los cuales hasta los familiares pierden.

Se tiene que ser alguien excepcional para conservar el trono. Lo nuevo se convierte en el “borrador” de lo antiguo - y es natural - y así es como también se formalizan el ayer y de alguna manera se predice el futuro que forman - a veces - el patrimonio de alguien o algunos que nada hicieron para construirlo.

Soreto Kranagzsi bajó a las tinieblas o arañó los cielos - muérase para saberlo - por una pastilla que pocos saben que él logró en el silencio de su laboratorio y con la estrechez de medios. Y se multiplicaron los nombres, pero no el dinero. Si uno pudiese escarbar en los méritos de los grandes hombres y mujeres, se asombraría de su reducción social. Usted se toma, pongamos un ejemplo, marca Bayer, pero claro, ignora en su caminar cuántas modificaciones ha sufrido y hasta el apellido se esfumó.

En fin, estamos abonando espacios más por ejercicio “calenturiento” que por otra cosa. Es muy importante saberlo... pero nadie paga el premio. Y mientras tanto ya buye la corriente sanguínea en su vejez inútil buscando, cuando la muerte acaricia los aldabones de nuestra próxima inutilidad. Todo sea como justificación que nadie pide.

jaimepardo1928@gmail.com

V I E N T O S

Uno, como producto nacido sin precisión objetiva de la naturaleza, termina fatalmente en un agüjero terrenal - con fanfarrias o sin ellas - luego de un paseo terrenal productivo o no con aplausos, sin ellos, pero fatalmente en el olvido.

Claro, si en la vida el hoy difunto fue distinguido por sus valores - diversos los modos y orígenes tiene de momento la “gloria” jalada de los pelos; ganada quizá a pulso y a veces sin buscarlo - pero cuyas guirnaldas van desapareciendo con el tiempo reducidas a vagos recuerdos o muy precisos y aplaudidos por los insertos en la materia. Pero al final el silencio se encarga de ir restando méritos de los cuales hasta los familiares pierden.

Se tiene que ser alguien excepcional para conservar el trono. Lo nuevo se convierte en el “borrador” de lo antiguo - y es natural - y así es como también se formalizan el ayer y de alguna manera se predice el futuro que forman - a veces - el patrimonio de alguien o algunos que nada hicieron para construirlo.

Soreto Kranagzsi bajó a las tinieblas o arañó los cielos - muérase para saberlo - por una pastilla que pocos saben que él logró en el silencio de su laboratorio y con la estrechez de medios. Y se multiplicaron los nombres, pero no el dinero. Si uno pudiese escarbar en los méritos de los grandes hombres y mujeres, se asombraría de su reducción social. Usted se toma, pongamos un ejemplo, marca Bayer, pero claro, ignora en su caminar cuántas modificaciones ha sufrido y hasta el apellido se esfumó.

En fin, estamos abonando espacios más por ejercicio “calenturiento” que por otra cosa. Es muy importante saberlo... pero nadie paga el premio. Y mientras tanto ya buye la corriente sanguínea en su vejez inútil buscando, cuando la muerte acaricia los aldabones de nuestra próxima inutilidad. Todo sea como justificación que nadie pide.

jaimepardo1928@gmail.com