/ jueves 11 de octubre de 2018

“A ti te lo digo, Juana…”

Vientos


El poder político, indubitablemente, es el objetivo de quienes encabezan pequeños, medianos o grandes grupos humanos.

Es el principio, para no andar con rodeos, de las religiones todas en donde el brujo o sacerdote mayor es el dueño del poder como el caso –sólo un ejemplo de escándalo- de Adolph Hitler que se dio el lujo de anticipar en su obra “Mein Kampf” (Mi lucha) su atisbo y publicitación del significado de la fuerza política (el poder) y el cómo arribar a él explotando los sentimientos nobles nacionalistas cuya cama de descanso sin duda es el socialismo perturbado (nazismo) o el fascismo deslumbrante que oropelescamente brilla y concita por lo mismo al espíritu siempre dispuesto al sacrificio cuando es convencido de los premios en el más allá de los sacrificios valerosos por la Patria. Pero como todo lo sustentable en el vacío, falló.

La dinámica social es, en intensidad, la misma en cualquier sociedad. No es asunto de razas, es cosa humana. Y no importa cuántas teorías se hayan escrito al respecto. Lo cierto es que al final ese poder político que llegó de diversos modos al jefaturar familias, clanes, tribus, pueblos, ciudades, países, se ha buscado y se busca aún en estos momentos, su dilución en varias entidades o poderes de tal modo que su uso sea menos lesivo a las sociedades. Eso nos llevó a descubrir la democracia en donde el ideal es que el pueblo sea el soberano y gobierne para el pueblo y por razones de justicia populares. Y digo ideal, teoría, porque hasta hoy sigue siendo un agradable mito para el vestimiento propagandístico de la granujería política. Lo dijo con claridad Andrés Manuel López Obrador: “la mafia del poder”. Pero eso es otro disfraz, porque siendo un presidente electo, ya hace sentir el poder político de su muy próxima investidura y avisa, para que nadie se equivoque, cómo será su poder y su práctica, escondiendo, únicamente, lo que no reformará: el artículo 80 constitucional que lo hará el SUPREMO PODER EJECUTIVO, que no es otra cosa que el cargo del “brujo mayor de la tribu”, el que platica con los dioses, el que manda absolutamente.

Y conste: no es crítica gratis. Creo firmemente que México aún no está preparado para la democracia porque nos falta cultura política y educación general con disciplina. Por lo mismo, en estos momentos los mexicanos requieren de un poder político fuerte que ya delineó el tabasqueño que bajo ningún embrujo acabará con las fuerzas militares y sí, en cambio, las reforzará con 50 mil elementos jóvenes disciplinados para poner orden en donde sea necesario, no para desfiles septembrinos… ¿Me entiende el lector?


Vientos


El poder político, indubitablemente, es el objetivo de quienes encabezan pequeños, medianos o grandes grupos humanos.

Es el principio, para no andar con rodeos, de las religiones todas en donde el brujo o sacerdote mayor es el dueño del poder como el caso –sólo un ejemplo de escándalo- de Adolph Hitler que se dio el lujo de anticipar en su obra “Mein Kampf” (Mi lucha) su atisbo y publicitación del significado de la fuerza política (el poder) y el cómo arribar a él explotando los sentimientos nobles nacionalistas cuya cama de descanso sin duda es el socialismo perturbado (nazismo) o el fascismo deslumbrante que oropelescamente brilla y concita por lo mismo al espíritu siempre dispuesto al sacrificio cuando es convencido de los premios en el más allá de los sacrificios valerosos por la Patria. Pero como todo lo sustentable en el vacío, falló.

La dinámica social es, en intensidad, la misma en cualquier sociedad. No es asunto de razas, es cosa humana. Y no importa cuántas teorías se hayan escrito al respecto. Lo cierto es que al final ese poder político que llegó de diversos modos al jefaturar familias, clanes, tribus, pueblos, ciudades, países, se ha buscado y se busca aún en estos momentos, su dilución en varias entidades o poderes de tal modo que su uso sea menos lesivo a las sociedades. Eso nos llevó a descubrir la democracia en donde el ideal es que el pueblo sea el soberano y gobierne para el pueblo y por razones de justicia populares. Y digo ideal, teoría, porque hasta hoy sigue siendo un agradable mito para el vestimiento propagandístico de la granujería política. Lo dijo con claridad Andrés Manuel López Obrador: “la mafia del poder”. Pero eso es otro disfraz, porque siendo un presidente electo, ya hace sentir el poder político de su muy próxima investidura y avisa, para que nadie se equivoque, cómo será su poder y su práctica, escondiendo, únicamente, lo que no reformará: el artículo 80 constitucional que lo hará el SUPREMO PODER EJECUTIVO, que no es otra cosa que el cargo del “brujo mayor de la tribu”, el que platica con los dioses, el que manda absolutamente.

Y conste: no es crítica gratis. Creo firmemente que México aún no está preparado para la democracia porque nos falta cultura política y educación general con disciplina. Por lo mismo, en estos momentos los mexicanos requieren de un poder político fuerte que ya delineó el tabasqueño que bajo ningún embrujo acabará con las fuerzas militares y sí, en cambio, las reforzará con 50 mil elementos jóvenes disciplinados para poner orden en donde sea necesario, no para desfiles septembrinos… ¿Me entiende el lector?