/ miércoles 12 de diciembre de 2018

Del álbum de recuerdos

Vientos


Creo que para entender la razón de los gobiernos que hemos tenido en nuestra historia, es preciso conocer también las condiciones sociológicas por segmentos colectivos y nunca hacer juicios generales mezclando diversas culturas. El presidente Echeverría tuvo mucho cuidado con ello.

Avelino Tiltitzin, purépecha “clavado”, amigo inolvidable que entregó su vida como luchador social en las hermosas y feraces tierras michoacanas desde los veinte años hasta los cincuenta que cumplió muriendo en una fecha histórica: 15 de septiembre de 1978, en una ciudad tan lejos de su adorado terruño: Los Ángeles, California, USA. Y bien, él afirmaba que la política en México era un desastre “desde siempre, porque no tenemos políticos serios aunque haya muy pocas excepciones, pero sí bandoleros de la política, oportunistas que medran en el ejercicio público con toda impunidad; son gentes que siempre miran a su yo soslayando el nosotros desde las alturas de su imaginación política enfangada”.

Avelino me produjo una seria composición mental política que fue como un privilegio de esos que de pronto una no capta. Y de hecho me indujo a estudiar el fenómeno político mexicano inserto en nuestra historia, con sentido filosófico, porque es ahí, me decía, “en donde encontrarás las mejores herramientas para un estudio de una materia tan esquiva como es la política a la mexicana”.

La última vez que tuve oportunidad de charlar brevemente con don Luis Echeverría, con quien tuve contacto gracias a mi calidad de ahijado de don Adolfo Ramírez Méndez, platicamos de Avelino. Echeverría ya no era presidente y Avelino ya había fallecido. Curiosa vida en que el muerto y este escribidor coincidíamos en respetar y entender a don Luis y su forma política de conducir al país sin que él jamás lo supiera porque así son los afectos sinceros, los reconocimientos valederos.

A don Luis Echeverría quisieron sus críticos despedazarlo. El canibalismo político mexicano así es. Pero don Luis fue más grande que sus críticos y cualquier intento negativo en su contra se ha estrellado en su mejor blindaje: su vida pública y privada, sana, ejemplar, constructiva. Sólo le faltó tiempo y eliminar muchas “víboras prietas” de su entorno. Pero hasta en eso fue magnánimo y grande.

Abrir las páginas de un álbum ya entelarañado, resulta fácil cuando se cifran años más allá de los noventa.

Una bonita historia que se perderá irremisiblemente mañana… en menos de 24 horas quizá. Avelino decía (era doctor en medicina) que a los 90 cualquier zumbido de un zancudo era suficiente pretexto para quitarse las arrugas. Tal vez…

Vientos


Creo que para entender la razón de los gobiernos que hemos tenido en nuestra historia, es preciso conocer también las condiciones sociológicas por segmentos colectivos y nunca hacer juicios generales mezclando diversas culturas. El presidente Echeverría tuvo mucho cuidado con ello.

Avelino Tiltitzin, purépecha “clavado”, amigo inolvidable que entregó su vida como luchador social en las hermosas y feraces tierras michoacanas desde los veinte años hasta los cincuenta que cumplió muriendo en una fecha histórica: 15 de septiembre de 1978, en una ciudad tan lejos de su adorado terruño: Los Ángeles, California, USA. Y bien, él afirmaba que la política en México era un desastre “desde siempre, porque no tenemos políticos serios aunque haya muy pocas excepciones, pero sí bandoleros de la política, oportunistas que medran en el ejercicio público con toda impunidad; son gentes que siempre miran a su yo soslayando el nosotros desde las alturas de su imaginación política enfangada”.

Avelino me produjo una seria composición mental política que fue como un privilegio de esos que de pronto una no capta. Y de hecho me indujo a estudiar el fenómeno político mexicano inserto en nuestra historia, con sentido filosófico, porque es ahí, me decía, “en donde encontrarás las mejores herramientas para un estudio de una materia tan esquiva como es la política a la mexicana”.

La última vez que tuve oportunidad de charlar brevemente con don Luis Echeverría, con quien tuve contacto gracias a mi calidad de ahijado de don Adolfo Ramírez Méndez, platicamos de Avelino. Echeverría ya no era presidente y Avelino ya había fallecido. Curiosa vida en que el muerto y este escribidor coincidíamos en respetar y entender a don Luis y su forma política de conducir al país sin que él jamás lo supiera porque así son los afectos sinceros, los reconocimientos valederos.

A don Luis Echeverría quisieron sus críticos despedazarlo. El canibalismo político mexicano así es. Pero don Luis fue más grande que sus críticos y cualquier intento negativo en su contra se ha estrellado en su mejor blindaje: su vida pública y privada, sana, ejemplar, constructiva. Sólo le faltó tiempo y eliminar muchas “víboras prietas” de su entorno. Pero hasta en eso fue magnánimo y grande.

Abrir las páginas de un álbum ya entelarañado, resulta fácil cuando se cifran años más allá de los noventa.

Una bonita historia que se perderá irremisiblemente mañana… en menos de 24 horas quizá. Avelino decía (era doctor en medicina) que a los 90 cualquier zumbido de un zancudo era suficiente pretexto para quitarse las arrugas. Tal vez…