/ viernes 9 de febrero de 2018

Del comunismo elemental

VIENTOS

Básicamente la teoría comunista o doctrina comunista se soporta en aquello de que los medios de producción deben ser propiedad común, es decir, colectiva. Y eso significa ir en contra de que tales medios sean de propiedad privada.

Todos los sectores entenderán así que esta lucha ni siquiera ha tenido un inicio victorioso por más que alude en favor de los más; y así, una supuesta elevación social, política y económica, de quienes han sido explotados tradicionalmente por los dueños del capital y por lo mismo, de los medios de producción.

Quizá el problema radica en que se nos olvida un factor fundamental para corregir los rumbos de las opuestas teorías doctrinarias al capital y su función social: el ser humano, de por sí, es una muestra frontal y paradigma de la natural existencia de clases. Pero esto será tema de otra exposición. La historia de la concepción comunista es una pletórica de anécdotas de viejo cuño, como el caso del rey Agis IV (de Esparta también), que quiso restablecer la legislación justiciera de Licurgo indignado por los abusos de la oligarquía de entonces, y propuso, dice Montenegro (citado ya) para ejemplo social, a repartir sus tierras y otras propiedades personales, así como las de su madre, e incitó a que siguieran su ejemplo.

Pero los oligarcas se opusieron, lo destronaron y lo instaron a que se desistiera de sus ideas para salvar su vida. El destronado rey Agis se negó y a él y a su madre los ahorcaron públicamente en la Plaza Central como ejemplo para los otros valientes que osaran insistir en tan retrógrada ideología. Claro que las anécdotas son muchas.

Son los casos de los precursores de tales ideas justicieras que debieran irse ajustando en ambos bandos para llegar a un justo medio que parece irse adecuando ahora. Quizá porque la influencia cristiana ha ido empujando silenciosamente; no olvide el lector de estas líneas que Jesús “El Cristo”, así inició su marcha al calvario: pidiendo a quienes lo siguieran que abandonaran o regalaran sus bienes para ser merecedores del reino de “Su Padre”. En Platón, antes de Cristo también y en “La República”, un político ateniense y un filósofo social, propuso “la comunización de todos los bienes” y como dato curioso, incluía en su propuesta a las mujeres, como si fueran también cosas, asunto que los machos mexicanos y de otras geografías (incluso de Atenas), sería algo así como atentar contra la simbología testicular.

En los siguientes días espulgaremos las acciones de algunos de nuestros presidenciables que, desde lejos o muy cerca, tentalean con mucho temor tales ideologías. Ya será.

VIENTOS

Básicamente la teoría comunista o doctrina comunista se soporta en aquello de que los medios de producción deben ser propiedad común, es decir, colectiva. Y eso significa ir en contra de que tales medios sean de propiedad privada.

Todos los sectores entenderán así que esta lucha ni siquiera ha tenido un inicio victorioso por más que alude en favor de los más; y así, una supuesta elevación social, política y económica, de quienes han sido explotados tradicionalmente por los dueños del capital y por lo mismo, de los medios de producción.

Quizá el problema radica en que se nos olvida un factor fundamental para corregir los rumbos de las opuestas teorías doctrinarias al capital y su función social: el ser humano, de por sí, es una muestra frontal y paradigma de la natural existencia de clases. Pero esto será tema de otra exposición. La historia de la concepción comunista es una pletórica de anécdotas de viejo cuño, como el caso del rey Agis IV (de Esparta también), que quiso restablecer la legislación justiciera de Licurgo indignado por los abusos de la oligarquía de entonces, y propuso, dice Montenegro (citado ya) para ejemplo social, a repartir sus tierras y otras propiedades personales, así como las de su madre, e incitó a que siguieran su ejemplo.

Pero los oligarcas se opusieron, lo destronaron y lo instaron a que se desistiera de sus ideas para salvar su vida. El destronado rey Agis se negó y a él y a su madre los ahorcaron públicamente en la Plaza Central como ejemplo para los otros valientes que osaran insistir en tan retrógrada ideología. Claro que las anécdotas son muchas.

Son los casos de los precursores de tales ideas justicieras que debieran irse ajustando en ambos bandos para llegar a un justo medio que parece irse adecuando ahora. Quizá porque la influencia cristiana ha ido empujando silenciosamente; no olvide el lector de estas líneas que Jesús “El Cristo”, así inició su marcha al calvario: pidiendo a quienes lo siguieran que abandonaran o regalaran sus bienes para ser merecedores del reino de “Su Padre”. En Platón, antes de Cristo también y en “La República”, un político ateniense y un filósofo social, propuso “la comunización de todos los bienes” y como dato curioso, incluía en su propuesta a las mujeres, como si fueran también cosas, asunto que los machos mexicanos y de otras geografías (incluso de Atenas), sería algo así como atentar contra la simbología testicular.

En los siguientes días espulgaremos las acciones de algunos de nuestros presidenciables que, desde lejos o muy cerca, tentalean con mucho temor tales ideologías. Ya será.