/ sábado 13 de noviembre de 2021

Giovanni Botero, pensador genial

VIENTOS

Cosas del destino, limpiando un desván del edificio del Salón Mutualista “Progreso” de Ensenada, entre arañas y otros bichos del mismo jaez tropecé con un libro que elevaba la personalidad de un italiano trascendente, del que uso nombre y apellido para encabezar este modesto prólogo.

La fotografía de su cara y tórax lo revela con cara de “pocos amigos”. Y lo creo todavía. Nacido en Bene Vagienna del Piamonte (Italia) en 1544, a los quince años ingresó en el Colegio de los Jesuitas de Palermo. Y antes de seguir leyéndome, sitúese en el año de su nacimiento y el de su muerte (1584), es decir, que apenas vivió 40 años y la época participa en su desarrollo intelectual y por eso sorprendente.

Fue profesor de Retórica en Italia y luego en Francia; enseña en la provincia de Lombardía, entre Padua y Milán. Pero es en San Carlos Borromeo de donde recibe auxilio para escapar, en forma honorable de la Compañía (de Jesús). Así entra en la Orden de los Oblatos en la que permanece como secretario hasta su muerte. Sus obras escasas son: “Delle cause della grandezza delle cittá”; “Della ragion di stato” y “Le relazione universali”.

Por supuesto y porque lo siguiente puede serle de buen consejo a nuestro presidente López Obrador - el tramo es largo y el horizonte asumiendo receptoría de oportunismo a pesar de la distancia... Así que, si usted tiene interés en el tema sígame dos sábados para su ilustración. Lo que sigue quedará escrito y publicado como obra póstuma - en su caso -. Avanti pues…

Los conceptos que leí entonces (1943) me impactaron a pesar de la corta visión de mi edad (15 años) y la natural neblinosidad intelectual. De hecho (mi memoria es fotográfica) se me grabó la cara de Botero, como otras muchas, por la adustez de su faz. Guardé el libro tan lejano a todos. Pero tuvieron que pasar 28 años para encontrarme con la misma cara: mi inolvidable amigo Enrique Almaraz Tamayo (+). Nos reímos ambos del parecido y días después le regalé el libro. Enrique fue un intelectual muy modesto pero muy ilustrado.

Corrieron los días y mi investigación, ya profesional, me llevó a bibliotecas, pues soñé escribir un libro sobre el personaje de marras que será reducido a estas tres colaboraciones y nada más.

Botero, adelantado, escribió: “El Estado es un dominio establecido sobre los pueblos y razón de Estado es el conocimiento de los medios aptos para fundar, conservar y ampliar tal dominio...”. Y luego aducía “con mayor rigor la conservación, que las otras y de éstas más la ampliación. Pero el arte de fundar y ampliar es el mismo, ya que tanto los principios como los medios de uno y otro, son de una misma naturaleza. Y si bien todo aquello que se hace por los motivos antes dichos, se dice por hacerse en razón de Estado, mayormente se dice que aquellas cosas que no pueden reducirse a la razón ordinaria y común”. Pero seguiremos el próximo sábado.

jaimepardo1928@gmail.com


VIENTOS

Cosas del destino, limpiando un desván del edificio del Salón Mutualista “Progreso” de Ensenada, entre arañas y otros bichos del mismo jaez tropecé con un libro que elevaba la personalidad de un italiano trascendente, del que uso nombre y apellido para encabezar este modesto prólogo.

La fotografía de su cara y tórax lo revela con cara de “pocos amigos”. Y lo creo todavía. Nacido en Bene Vagienna del Piamonte (Italia) en 1544, a los quince años ingresó en el Colegio de los Jesuitas de Palermo. Y antes de seguir leyéndome, sitúese en el año de su nacimiento y el de su muerte (1584), es decir, que apenas vivió 40 años y la época participa en su desarrollo intelectual y por eso sorprendente.

Fue profesor de Retórica en Italia y luego en Francia; enseña en la provincia de Lombardía, entre Padua y Milán. Pero es en San Carlos Borromeo de donde recibe auxilio para escapar, en forma honorable de la Compañía (de Jesús). Así entra en la Orden de los Oblatos en la que permanece como secretario hasta su muerte. Sus obras escasas son: “Delle cause della grandezza delle cittá”; “Della ragion di stato” y “Le relazione universali”.

Por supuesto y porque lo siguiente puede serle de buen consejo a nuestro presidente López Obrador - el tramo es largo y el horizonte asumiendo receptoría de oportunismo a pesar de la distancia... Así que, si usted tiene interés en el tema sígame dos sábados para su ilustración. Lo que sigue quedará escrito y publicado como obra póstuma - en su caso -. Avanti pues…

Los conceptos que leí entonces (1943) me impactaron a pesar de la corta visión de mi edad (15 años) y la natural neblinosidad intelectual. De hecho (mi memoria es fotográfica) se me grabó la cara de Botero, como otras muchas, por la adustez de su faz. Guardé el libro tan lejano a todos. Pero tuvieron que pasar 28 años para encontrarme con la misma cara: mi inolvidable amigo Enrique Almaraz Tamayo (+). Nos reímos ambos del parecido y días después le regalé el libro. Enrique fue un intelectual muy modesto pero muy ilustrado.

Corrieron los días y mi investigación, ya profesional, me llevó a bibliotecas, pues soñé escribir un libro sobre el personaje de marras que será reducido a estas tres colaboraciones y nada más.

Botero, adelantado, escribió: “El Estado es un dominio establecido sobre los pueblos y razón de Estado es el conocimiento de los medios aptos para fundar, conservar y ampliar tal dominio...”. Y luego aducía “con mayor rigor la conservación, que las otras y de éstas más la ampliación. Pero el arte de fundar y ampliar es el mismo, ya que tanto los principios como los medios de uno y otro, son de una misma naturaleza. Y si bien todo aquello que se hace por los motivos antes dichos, se dice por hacerse en razón de Estado, mayormente se dice que aquellas cosas que no pueden reducirse a la razón ordinaria y común”. Pero seguiremos el próximo sábado.

jaimepardo1928@gmail.com