“Mareado por el calor, me pareció de pronto que no pisaba el suelo, sino el tiempo, que debajo del empedrado se acumulaban osamentas de próceres y espadas tintas en sangre, municiones y decretos, proclamas a la nación y casacas militares hechas jirones, un gran panteón de ambiciones restituidas al polvo”. Enrique Serna en “El seductor de la patria”.
La madrugada del 16 de septiembre de 1810 el cura del pueblo de Dolores, Guanajuato, Miguel Hidalgo, hizo sonar las campanas de su iglesia para convocar a los feligreses a que escucharan de manera sorprendente las proclamas: ¡Viva Fernando VII y muera el mal gobierno! Lo que implicaba un reconocimiento al rey ibérico, así como una recriminación al Virreinato de la Nueva España, cuyas autoridades menospreciaban a distinguidos criollos, cuyos intereses y propiedades eran perjudicados.
Entre los años 1812 y 1813 las tropas de los insurgentes Morelos, Galeana y Matamoros dominan gran parte del sureste del país. Morelos -en su documento Sentimientos de la Nación- perfila lo que debería ser una nueva patria generosa y apegada a los valores humanistas. Sin embargo, en los años siguientes este movimiento desarticulado casi es borrado del mapa por los ejércitos realistas. De no ser por un militar perteneciente a las tropas defensoras del Virreinato, Agustín de Iturbide, quien decide romper con Fernando VII para abrazar la causa independentista junto a otros prominentes militares como Bustamante, Santa Anna, Filisola, enarbolando el Plan de Iguala, pactan la consumación de la independencia con el jefe guerrillero Vicente Guerrero.
Iturbide y Guerrero encabezando al Ejército Trigarante, formado en su mayoría por soldados realistas, le dan fin a la Guerra de Independencia de México el 27 de septiembre de 1821, fecha que le da origen a nuestra nación independiente. Don Agustín de Iturbide I, el titular del primer Imperio de México, se mantuvo en el poder por diez meses, tiempo en el que los masones yorkinos pretendieron crear un país liberal y federalista estilo norteamericano, mientras los seguidores de un ideal centralista, conservador, deseaban mantener una tradición añeja enraizada por el longevo Virreinato Español.
Los pleitos entre las logias masónicas yorkinas y escocesas causan que el primer Presidente del México independiente, el mulato guerrerense Guadalupe Victoria, se enfrentara con su vicepresidente Nicolás Bravo. De ahí en adelante todo el siglo XIX estará marcado por sublevaciones, levantamientos y disputas entre los caudillos y jefes político-militares de nuestra amada patria.
