/ miércoles 12 de septiembre de 2018

Las derrotas del PRI

In memoriam de mi hermano espiritual Mario Medina Robles, recién fallecido


Vientos


Las derrotas que el PRI ha sufrido en el curso de su corta existencia (nació en 1946) como partido político no se debe a su Plataforma de Principios ni a su Programa de Acción: se debe a su estructura piramidal y sobre todo a sus directivos.

Sus estatutos, bien examinados, no son democráticos. Y los dispositivos que sí lo son se han venido violentando desde que el Partido Nacional Revolucionario (PNR), se transformó, para formar el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) con mi general Lázaro Cárdenas, cuya inclinación socialista (deslavada) se apoyó en los sectores obrero y campesino, asumiendo los costos operativos del partido con la supresión silenciosa de las cuotas que terminó extendiéndose a los sectores militar y el llamado Popular. Su corta vida fue cercenada por el capitalismo (deslavado también) del licenciado Miguel Alemán Valdés en la nueva transformación paridora del Partido Revolucionario Institucional (PRI). A partir de ahí, el Partido que pretendió la bandera de los sacrificados por la Revolución Mexicana que abatió el gobierno dictatorial de don Porfirio Díaz, perdió piso y substancia. Hay que conocer la historia política mexicana.

A partir pues de estas transformaciones desequilibrantes en lo medular, el Partido llamado Oficial se convirtió en el contentillo presidencial a quien empezó a llamársele “el primer priísta” de México, que terminó por consolidar el título constitucional de Supremo Poder Ejecutivo al presidente de la República (solo faltó que se le llamara de nuevo Alteza Serenísima, como a don Antonio López de Santa Anna). Apareció la “dictadura blanda” que decreció con Ernesto Zedillo Ponce de León para que don Vicente Fox Quesada la fulminara (¡ya, ya, ya!) al asumir la primera alternancia presidencial convirtiendo su presidencia en chacoteo que recobró Felipe Calderón Hinojosa (segunda alternancia del PAN) cuya acción presidencial devino retorno priísta con una revolución “glasnot” que revolvió el fango político y entregó la presidencia a la incógnita que es por ahora el señor Andrés Manuel López Obrador.

Las derrotas del PRI están en sus estatutos. Ahí nada se mueve si no es por el presidente del Comité Ejecutivo Nacional: él convoca a la Asamblea Política Nacional. Si no lo hace, no hay reunión. Y es también convocante del Consejo Nacional Político que es el “ejecutivo”. Es decir, la dictadura es Presidente de México + presidente del CEN tricolor + gobernadores tricolores + presidentes de los PRI locales. Y el pueblo… como decía irónicamente mi fallecido hermano espiritual Mario Medina Robles: “¿Qué es eso?”. Por eso, poco a poco se gestó la escandalosa derrota del PRI en 2018. Las razones del PAN y el PRD un día de estos se las contaremos. ¡Se parecen tanto!


In memoriam de mi hermano espiritual Mario Medina Robles, recién fallecido


Vientos


Las derrotas que el PRI ha sufrido en el curso de su corta existencia (nació en 1946) como partido político no se debe a su Plataforma de Principios ni a su Programa de Acción: se debe a su estructura piramidal y sobre todo a sus directivos.

Sus estatutos, bien examinados, no son democráticos. Y los dispositivos que sí lo son se han venido violentando desde que el Partido Nacional Revolucionario (PNR), se transformó, para formar el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) con mi general Lázaro Cárdenas, cuya inclinación socialista (deslavada) se apoyó en los sectores obrero y campesino, asumiendo los costos operativos del partido con la supresión silenciosa de las cuotas que terminó extendiéndose a los sectores militar y el llamado Popular. Su corta vida fue cercenada por el capitalismo (deslavado también) del licenciado Miguel Alemán Valdés en la nueva transformación paridora del Partido Revolucionario Institucional (PRI). A partir de ahí, el Partido que pretendió la bandera de los sacrificados por la Revolución Mexicana que abatió el gobierno dictatorial de don Porfirio Díaz, perdió piso y substancia. Hay que conocer la historia política mexicana.

A partir pues de estas transformaciones desequilibrantes en lo medular, el Partido llamado Oficial se convirtió en el contentillo presidencial a quien empezó a llamársele “el primer priísta” de México, que terminó por consolidar el título constitucional de Supremo Poder Ejecutivo al presidente de la República (solo faltó que se le llamara de nuevo Alteza Serenísima, como a don Antonio López de Santa Anna). Apareció la “dictadura blanda” que decreció con Ernesto Zedillo Ponce de León para que don Vicente Fox Quesada la fulminara (¡ya, ya, ya!) al asumir la primera alternancia presidencial convirtiendo su presidencia en chacoteo que recobró Felipe Calderón Hinojosa (segunda alternancia del PAN) cuya acción presidencial devino retorno priísta con una revolución “glasnot” que revolvió el fango político y entregó la presidencia a la incógnita que es por ahora el señor Andrés Manuel López Obrador.

Las derrotas del PRI están en sus estatutos. Ahí nada se mueve si no es por el presidente del Comité Ejecutivo Nacional: él convoca a la Asamblea Política Nacional. Si no lo hace, no hay reunión. Y es también convocante del Consejo Nacional Político que es el “ejecutivo”. Es decir, la dictadura es Presidente de México + presidente del CEN tricolor + gobernadores tricolores + presidentes de los PRI locales. Y el pueblo… como decía irónicamente mi fallecido hermano espiritual Mario Medina Robles: “¿Qué es eso?”. Por eso, poco a poco se gestó la escandalosa derrota del PRI en 2018. Las razones del PAN y el PRD un día de estos se las contaremos. ¡Se parecen tanto!