/ miércoles 3 de octubre de 2018

“Lo que quiso decir…”

Vientos


El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, utiliza expresiones del lenguaje cotidiano para comunicarse con una población que él sabe que así lo entienden.

Lo hemos visto desde su larga campaña que abarca más de 12 años y que su liderazgo le ha resultado acomodándose al lenguaje del pueblo y, sobre todo, entendiendo los reclamos populares. Y en ese curso político, su triunfo de alguna manera se debe a las promesas enviadas en sus discursos y que son las esperanzas más sentidas por un pueblo engañado desde hace cientos de años y que de pronto, se encuentra con una especie de mesías banderando la buena nueva.

Si los comentaristas que discurren sus opiniones con algún sentido pasional, seguro han escrito y escribirán que eso es populismo. Y lo dirán con sentido peyorativo. Pero déjenme sorprenderlos, ya es tiempo: sí, se trata de populismo, ese que nació en Argentina hace ya un poco de menos de cien años. Populismo que busca solucionar los problemas del pueblo. Y eso nunca, ¡nunca!, será negativo. Sorpréndase más: es la base filosófica de la democracia que en Gettisburg concretó Abraham Lincoln: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y que de otra manera fraseológica se inscribe en nuestra Constitución Política. Y así, sobre el lomo de las esperanzas más sentidas y en todo caso más exigidas por los mexicanos todos, al final el voto decidió por el foco de la esperanza en el que algunos seguimos siendo incrédulos, paradójicamente, por conocer la volubilidad de nuestro pueblo que poco se une para exigir, pero que individualmente son mundos diferentes.

Ahora, novedad, AMLO dijo en León, Guanajuato, el lunes 1 de octubre en curso: “No vamos a ser una dictadura para arremeter contra los gobernadores y destituirlos como si fueran caciques”. El yo como Supremo Poder Ejecutivo, por delante, como si no existieran leyes especiales para juzgarlos. Pero López Obrador sabe que el pueblo no sabe de esas “pequeñeces” a las que los tienen acostumbrado los políticos del poder, los que un día llamó AMLO “la mafia del poder”. ¿Y ahora?

Y luego pidió “compostura” porque las campañas ya terminaron. Y claro, quiere un gobierno de paz hasta que termine su encargo. Entonces, que vuelvan las campañas, los gritos, los sombrerazos, las mentadas “de juguete” (según la concha política) y toda esa abundancia de fango que se tiran quienes luego partirán el pastel del poder, unos con la gran tajada y los demás, de acuerdo con sus resultados.

López Obrador quiso decir que lo dejen gobernar en paz y habrá luz… y que cada quien entienda qué significa la petición de tranquilidad hasta que su gobierno fenezca… o antes si el muerto es otro.


Vientos


El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, utiliza expresiones del lenguaje cotidiano para comunicarse con una población que él sabe que así lo entienden.

Lo hemos visto desde su larga campaña que abarca más de 12 años y que su liderazgo le ha resultado acomodándose al lenguaje del pueblo y, sobre todo, entendiendo los reclamos populares. Y en ese curso político, su triunfo de alguna manera se debe a las promesas enviadas en sus discursos y que son las esperanzas más sentidas por un pueblo engañado desde hace cientos de años y que de pronto, se encuentra con una especie de mesías banderando la buena nueva.

Si los comentaristas que discurren sus opiniones con algún sentido pasional, seguro han escrito y escribirán que eso es populismo. Y lo dirán con sentido peyorativo. Pero déjenme sorprenderlos, ya es tiempo: sí, se trata de populismo, ese que nació en Argentina hace ya un poco de menos de cien años. Populismo que busca solucionar los problemas del pueblo. Y eso nunca, ¡nunca!, será negativo. Sorpréndase más: es la base filosófica de la democracia que en Gettisburg concretó Abraham Lincoln: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y que de otra manera fraseológica se inscribe en nuestra Constitución Política. Y así, sobre el lomo de las esperanzas más sentidas y en todo caso más exigidas por los mexicanos todos, al final el voto decidió por el foco de la esperanza en el que algunos seguimos siendo incrédulos, paradójicamente, por conocer la volubilidad de nuestro pueblo que poco se une para exigir, pero que individualmente son mundos diferentes.

Ahora, novedad, AMLO dijo en León, Guanajuato, el lunes 1 de octubre en curso: “No vamos a ser una dictadura para arremeter contra los gobernadores y destituirlos como si fueran caciques”. El yo como Supremo Poder Ejecutivo, por delante, como si no existieran leyes especiales para juzgarlos. Pero López Obrador sabe que el pueblo no sabe de esas “pequeñeces” a las que los tienen acostumbrado los políticos del poder, los que un día llamó AMLO “la mafia del poder”. ¿Y ahora?

Y luego pidió “compostura” porque las campañas ya terminaron. Y claro, quiere un gobierno de paz hasta que termine su encargo. Entonces, que vuelvan las campañas, los gritos, los sombrerazos, las mentadas “de juguete” (según la concha política) y toda esa abundancia de fango que se tiran quienes luego partirán el pastel del poder, unos con la gran tajada y los demás, de acuerdo con sus resultados.

López Obrador quiso decir que lo dejen gobernar en paz y habrá luz… y que cada quien entienda qué significa la petición de tranquilidad hasta que su gobierno fenezca… o antes si el muerto es otro.