/ viernes 11 de enero de 2019

Tutti frutti sabatini

Vientos


¿Me extrañaron? Si así fue, qué bien para el escribidor: quiere decir que me leerían de cotidiano. Gracias. Pero ya no estaré más todos los días -nunca en domingo- como antes. Y les expliqué que SU VOZ estaba en un proceso de ajuste administrativo y ya se cumplió. Ahora sólo los acompañaré en su desayuno sabatino.

Chorros lacrimógenos, salados (más que nunca) cruzan mis ancianos cachetes… como los ríos causan sus cauces… (suena a redundancia)… así mis lágrimas de ausencia formarán nuevas arrugas en eso que un día fue tersa piel juvenil y radiante de salud… menos mal que los ajustes me dejaron la salud y mi siempre espíritu guerrero se me quedó intacto… Pero es el destino: para unos bueno… para otros, críticos… como sea Pepito aquí estará de vez en vez… Y su opositora Rebequita de mayor prosapia imprudencial y majadera… Y los gallegos (no nuestros magníficos amigos cachanillas de ese apellido)… Me refiero a los de allá, de la Madre patria o Patria madre… expresión burra pues o se es pater o se es mater… aunque la modernidad tiene sus sorpresas… Y vámonos recio: en la ciudad de México, cuando viví de estudiante, me enteré de un asunto muy penoso: se abrían las relaciones diplomáticas entre México y Japón luego de terminada la II Guerra Mundial… Y el nuevo embajador Kiro Wada (nunca lo comprobé), trajo a su esposa cuyo nombre se convirtió en problema: se llamaba Kakita y cuando casó con Kiro, asumió su apellido… aquello fue una conmoción, me contaron… Y que desde entonces tuvo que reducir su nombre a Kaki… Dicen que entre sus virtudes intelectuales sumaba la de su belleza física… es un mero cuento, pues nada de eso sucedió, sino que lo inventaron los chinos para venganza china… y una anécdota que sí es cierta porque la viví, es que tuve en la Secundaria Federal 17 de Ensenada, en los años cuarentas del siglo pasado, una muy linda compañerita que se llamaba (y espero que se siga llamando) Kieko Wada… La anécdota es muy sencilla, al pasar lista, como era la última (W) pues no había apellidos con X, Y o Z… la nombraban los profesores: “Señorita Kieko”… Imposible llamarla “señorita Wada”… Pero llegamos al final de esta dolorosa encomienda: seguirá habiendo botanas: hoy serán tilapias a la disca en salsa de almejas a la Antonio Hernández Armenta, el mejor chef que ha parido Mochis… Y una salsa tan picante que si aún nos acompañara el inolvidable licenciado Luis Ángel Gutiérrez Lemini, sería el primero en gustarla… Y me largo hasta el próximo sábado, si no siguen los ajustes… pero ésta es (espero que todavía) mi casa y donde manda capitán, ya saben, los marineros a la… se me olvidó la expresión de la marinería cuando se les ordena subir a los mástiles en las escuelas navales… En fin, arrivedercci. Nota: si ven por ahí rodando una hoja parroquial, es de mi autoría… no tengo derecho a sujetar mi libertad de expresión y menos dejar de ser lo que soy… Y gracias, muchas gracias por todo el tiempo que me aguantaron… sus críticas, incluso en contrario, siempre fueron agradecidas de mi parte: el no coincidir ideológicamente es la naturaleza de nuestra existencia. Vale.

Vientos


¿Me extrañaron? Si así fue, qué bien para el escribidor: quiere decir que me leerían de cotidiano. Gracias. Pero ya no estaré más todos los días -nunca en domingo- como antes. Y les expliqué que SU VOZ estaba en un proceso de ajuste administrativo y ya se cumplió. Ahora sólo los acompañaré en su desayuno sabatino.

Chorros lacrimógenos, salados (más que nunca) cruzan mis ancianos cachetes… como los ríos causan sus cauces… (suena a redundancia)… así mis lágrimas de ausencia formarán nuevas arrugas en eso que un día fue tersa piel juvenil y radiante de salud… menos mal que los ajustes me dejaron la salud y mi siempre espíritu guerrero se me quedó intacto… Pero es el destino: para unos bueno… para otros, críticos… como sea Pepito aquí estará de vez en vez… Y su opositora Rebequita de mayor prosapia imprudencial y majadera… Y los gallegos (no nuestros magníficos amigos cachanillas de ese apellido)… Me refiero a los de allá, de la Madre patria o Patria madre… expresión burra pues o se es pater o se es mater… aunque la modernidad tiene sus sorpresas… Y vámonos recio: en la ciudad de México, cuando viví de estudiante, me enteré de un asunto muy penoso: se abrían las relaciones diplomáticas entre México y Japón luego de terminada la II Guerra Mundial… Y el nuevo embajador Kiro Wada (nunca lo comprobé), trajo a su esposa cuyo nombre se convirtió en problema: se llamaba Kakita y cuando casó con Kiro, asumió su apellido… aquello fue una conmoción, me contaron… Y que desde entonces tuvo que reducir su nombre a Kaki… Dicen que entre sus virtudes intelectuales sumaba la de su belleza física… es un mero cuento, pues nada de eso sucedió, sino que lo inventaron los chinos para venganza china… y una anécdota que sí es cierta porque la viví, es que tuve en la Secundaria Federal 17 de Ensenada, en los años cuarentas del siglo pasado, una muy linda compañerita que se llamaba (y espero que se siga llamando) Kieko Wada… La anécdota es muy sencilla, al pasar lista, como era la última (W) pues no había apellidos con X, Y o Z… la nombraban los profesores: “Señorita Kieko”… Imposible llamarla “señorita Wada”… Pero llegamos al final de esta dolorosa encomienda: seguirá habiendo botanas: hoy serán tilapias a la disca en salsa de almejas a la Antonio Hernández Armenta, el mejor chef que ha parido Mochis… Y una salsa tan picante que si aún nos acompañara el inolvidable licenciado Luis Ángel Gutiérrez Lemini, sería el primero en gustarla… Y me largo hasta el próximo sábado, si no siguen los ajustes… pero ésta es (espero que todavía) mi casa y donde manda capitán, ya saben, los marineros a la… se me olvidó la expresión de la marinería cuando se les ordena subir a los mástiles en las escuelas navales… En fin, arrivedercci. Nota: si ven por ahí rodando una hoja parroquial, es de mi autoría… no tengo derecho a sujetar mi libertad de expresión y menos dejar de ser lo que soy… Y gracias, muchas gracias por todo el tiempo que me aguantaron… sus críticas, incluso en contrario, siempre fueron agradecidas de mi parte: el no coincidir ideológicamente es la naturaleza de nuestra existencia. Vale.