/ sábado 5 de octubre de 2019

Tutti frutti sabatini

Vientos


Si usted, lector, es inclinado a observar la realidad de su entorno, habrá advertido que en el corto o largo tramo de su existencia, México ha cambiado cuantitativa y cualitativamente.

La primera expresión que significa -todavía- incapacidad para detener nuestro crecimiento demográfico, nos lleva a entender, en paralelo, que nuestro desarrollo económico no tiene un crecimiento que satisfaga la solución de la pobreza que el crecimiento poblacional provoca por graves y viejos errores administrativos. Y así, el observador lector podrá entender que es el principal motivo del resto de nuestras severas insatisfacciones que pomposamente alumbra con palabras nuestra Constitución, que es el producto de la entrega, el sacrificio, de millones de mexicanos que se perdieron en la Revolución de 1910, para soslayar, por vergüenza, claro, los que se causaron desde el movimiento independentista y los sucesivos altercados (!) civiles internos, que fueron y siguen siendo motivados por la gran ausencia: el verdadero patriotismo. No el septembrino anual que festejamos tan ruidosamente y ahora, con la modernidad de lo austero…

Todo este manifiesto de inconformidad sirve para hacer notar sin eufemismos, que somos unipersonalistas, pues lo cualitativo sólo alcanza a una minoría “selecta” (siempre ha sido así en nuestra historia desde la existencia prehispánica). Así, los encumbrados ricos llevan a sus hijos a las mejores escuelas privadas incluyendo las profesionales y luego maestrías y doctorados, porque los pobres se quedan en la pura ilusión que la pobreza genera sin encontrar respuesta, hasta ahora que el presidente López Obrador imagina solventarla con su concepción de bienestar social que estamos pendientes de mirar sus resultados quienes podamos vivir para verlo y que infortunadamente no es mi caso.

Mire usted: para resolver la capacidad de aprendizaje de los niños y jóvenes mexicanos, primero deben de alimentarse bien. Un cuerpo saludable tiene capacidad cognitiva que el pobre cerebro carente de la alimentación adecuada. Por eso el problema de las estancias infantiles que de un plumazo borró AMLO, contradicen su obsequiosa posición de alimentar los bolsillos de los estudiantes de niveles educativos de media superior y superior.

Vienen mal preparados desde las preprimarias, primarias y secundarias. Y los maestros, cada vez más llegan a la docencia con menor preparación magisterial. Y no es acusación, es observación de quien sabe lo que fue la educación preprimaria en 1934 y subsecuentes hasta la profesional. Sólo como ejemplo, nosotros aprendimos álgebra en sexto año de primaria y salimos conociendo el idioma sin comparación con el que hoy se muestra en las redes digitales.

Nuestro entorno ha cambiado. La era digital puede ser de magníficos resultados y aprovechamientos, si superamos el conocimiento de las palabras para entendernos mejor; si los ingresos a las escuelas preparatorias tienen ya definida una vocación; si las carreras profesionales se logran amando su materia. Lo demás es demagogia.

Y finalmente una recomendación oportuna: si la docencia se estaciona en la fijación del salario como condición de servir, México está perdido sin remedio. La docencia es vocación casi misional de sacrificio, que no aconsejamos tampoco, pero debe amarse como se ama a una mujer fiel, como se ama a los hijos e hijas, como se ama a Dios cuando la fe es verdadera y no costumbre dominical…

Y ya no habrá botana sabatina por largo tiempo. Son los años… arrivedercci.

Vientos


Si usted, lector, es inclinado a observar la realidad de su entorno, habrá advertido que en el corto o largo tramo de su existencia, México ha cambiado cuantitativa y cualitativamente.

La primera expresión que significa -todavía- incapacidad para detener nuestro crecimiento demográfico, nos lleva a entender, en paralelo, que nuestro desarrollo económico no tiene un crecimiento que satisfaga la solución de la pobreza que el crecimiento poblacional provoca por graves y viejos errores administrativos. Y así, el observador lector podrá entender que es el principal motivo del resto de nuestras severas insatisfacciones que pomposamente alumbra con palabras nuestra Constitución, que es el producto de la entrega, el sacrificio, de millones de mexicanos que se perdieron en la Revolución de 1910, para soslayar, por vergüenza, claro, los que se causaron desde el movimiento independentista y los sucesivos altercados (!) civiles internos, que fueron y siguen siendo motivados por la gran ausencia: el verdadero patriotismo. No el septembrino anual que festejamos tan ruidosamente y ahora, con la modernidad de lo austero…

Todo este manifiesto de inconformidad sirve para hacer notar sin eufemismos, que somos unipersonalistas, pues lo cualitativo sólo alcanza a una minoría “selecta” (siempre ha sido así en nuestra historia desde la existencia prehispánica). Así, los encumbrados ricos llevan a sus hijos a las mejores escuelas privadas incluyendo las profesionales y luego maestrías y doctorados, porque los pobres se quedan en la pura ilusión que la pobreza genera sin encontrar respuesta, hasta ahora que el presidente López Obrador imagina solventarla con su concepción de bienestar social que estamos pendientes de mirar sus resultados quienes podamos vivir para verlo y que infortunadamente no es mi caso.

Mire usted: para resolver la capacidad de aprendizaje de los niños y jóvenes mexicanos, primero deben de alimentarse bien. Un cuerpo saludable tiene capacidad cognitiva que el pobre cerebro carente de la alimentación adecuada. Por eso el problema de las estancias infantiles que de un plumazo borró AMLO, contradicen su obsequiosa posición de alimentar los bolsillos de los estudiantes de niveles educativos de media superior y superior.

Vienen mal preparados desde las preprimarias, primarias y secundarias. Y los maestros, cada vez más llegan a la docencia con menor preparación magisterial. Y no es acusación, es observación de quien sabe lo que fue la educación preprimaria en 1934 y subsecuentes hasta la profesional. Sólo como ejemplo, nosotros aprendimos álgebra en sexto año de primaria y salimos conociendo el idioma sin comparación con el que hoy se muestra en las redes digitales.

Nuestro entorno ha cambiado. La era digital puede ser de magníficos resultados y aprovechamientos, si superamos el conocimiento de las palabras para entendernos mejor; si los ingresos a las escuelas preparatorias tienen ya definida una vocación; si las carreras profesionales se logran amando su materia. Lo demás es demagogia.

Y finalmente una recomendación oportuna: si la docencia se estaciona en la fijación del salario como condición de servir, México está perdido sin remedio. La docencia es vocación casi misional de sacrificio, que no aconsejamos tampoco, pero debe amarse como se ama a una mujer fiel, como se ama a los hijos e hijas, como se ama a Dios cuando la fe es verdadera y no costumbre dominical…

Y ya no habrá botana sabatina por largo tiempo. Son los años… arrivedercci.