/ sábado 28 de marzo de 2020

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Una añeja columna sin crédito de autoría y de fecha anónima por soslayo inoportuno de este desorientado escribidor, apuntaba la muerte del Partido Revolucionario Institucional, el “requiescat in pace” con cierta fruición anímica, olvidándose, como muchos lo hacen de cotidiano, todo lo desarrollado y logrado en el largo tramo de persecución democrática sujeto (el Partido) a un autoritarismo que minaba los mejores propósitos de la Constitución de 1917 para defenderse de las feroces tarascadas de sus enemigos políticos apapachados por una iglesia rencorosa y sobrada de malos instintos.

Visto a veinte años de distancia y siguiendo el curso de la opinión política del autor de tal columna, pudiera uno imaginar que el juicio adverso contra el PRI consignaba con certeza que el agotamiento del Institucional se debía al debilitamiento del discurso cansino del Partido, el que había dejado sus banderas victoriosas a los pies de otro partido político que con otros colores, venía arrastrándose desde su lastrado origen sinarquista, en pos del poder y lo alcanzaría con Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, cuya impotencia e incapacidad administrativa y por falta de fuerza política real, hubieron de regresarle el poder al PRI a un Peña Nieto -perdido hoy- cuya consigna era acabar con PRI y PAN para una transformación de tipo imperialista que se le fue de las manos enfrente de un líder político que venía a transformar con su avisado “Un proyecto alternativo de nación” que Grijalbo le editó en 2004 y que antidemocráticamente domina el Congreso de la Unión y transforma lo que desea ad hoc, pero que terminará por chocar con el referente implacable del vecino del norte.

Supongo que el PRI sigue vivo. Veo un despertar con un guía joven seguramente limpio de las viejas taras que enmarañaron la herencia de la Revolución Mexicana que a muchos atraganta, porque la imaginan como páginas de la historia que huelen a rancio sin mayor destino. Pero el error, el desatino del o los juicios que matan al PRI, se olvidan que la Revolución Mexicana es un proceso, como todas las revoluciones del mundo, sujetas a cambios y correcciones en un largo proceso sin fin. Y aún más, el sexenio de Andrés Manuel López Obrador es parte del proceso de la Revolución Mexicana, que no altera los nervios de los intelectuales de la política y la sociología, mayormente si son ajenos a pasiones partidistas que distorsionan todos los escenarios que se pretenden estudiar cuando se intenta un sano juicio político.

Por supuesto que si alguna vez sufriera de un “coronavirus” mortal el Institucional, quien lo espere tendrá que resentir los pasos de la ancianidad por sus carnes y aún así, quizá, no lo verán. Hay partidos políticos que resisten los embates de las chusmas, de la desilustración, de la estulticia. Los principios los sostienen y recomiendo, para enfriar las calenturas de los “asesinos” de partidos, que estudien la historia de México desde sus fuegos independentistas y su paso siempre en lucha contra los conservadores (que ignoro si son los mismos a los que se refiere cansinamente AMLO) que fueron aupados por la Iglesia Católica con sentido de poderes inquisitivos vergonzosos, mientras los liberales que hoy serían los demócratas mexicanos, los de verdad, los que son ajenos a los extremos que sí suelen fundirse en la oscuridad con los tiempos, porque se alejan de la realidad que vivirán, siempre, los seres vivientes que constituimos el grueso de los pueblos con ansias de libertad e independencia, con sueños y esperanzas de justicia, que reconocen que el mundo siempre será dividido en clases por razón natural de sus capacidades y aptitudes en todos los sentidos. ¿Duele? ¡Claro que duele!... pero siempre habrá quienes ganen menos y quienes ganen más. Y en esto de los niveles económicos, solo caben los “smart” como dicen los gringos, que son algo así como los listos de los listos. Y ahí no caben los tontos que son tan usables para otras tareas...


VIENTOS

Una añeja columna sin crédito de autoría y de fecha anónima por soslayo inoportuno de este desorientado escribidor, apuntaba la muerte del Partido Revolucionario Institucional, el “requiescat in pace” con cierta fruición anímica, olvidándose, como muchos lo hacen de cotidiano, todo lo desarrollado y logrado en el largo tramo de persecución democrática sujeto (el Partido) a un autoritarismo que minaba los mejores propósitos de la Constitución de 1917 para defenderse de las feroces tarascadas de sus enemigos políticos apapachados por una iglesia rencorosa y sobrada de malos instintos.

Visto a veinte años de distancia y siguiendo el curso de la opinión política del autor de tal columna, pudiera uno imaginar que el juicio adverso contra el PRI consignaba con certeza que el agotamiento del Institucional se debía al debilitamiento del discurso cansino del Partido, el que había dejado sus banderas victoriosas a los pies de otro partido político que con otros colores, venía arrastrándose desde su lastrado origen sinarquista, en pos del poder y lo alcanzaría con Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, cuya impotencia e incapacidad administrativa y por falta de fuerza política real, hubieron de regresarle el poder al PRI a un Peña Nieto -perdido hoy- cuya consigna era acabar con PRI y PAN para una transformación de tipo imperialista que se le fue de las manos enfrente de un líder político que venía a transformar con su avisado “Un proyecto alternativo de nación” que Grijalbo le editó en 2004 y que antidemocráticamente domina el Congreso de la Unión y transforma lo que desea ad hoc, pero que terminará por chocar con el referente implacable del vecino del norte.

Supongo que el PRI sigue vivo. Veo un despertar con un guía joven seguramente limpio de las viejas taras que enmarañaron la herencia de la Revolución Mexicana que a muchos atraganta, porque la imaginan como páginas de la historia que huelen a rancio sin mayor destino. Pero el error, el desatino del o los juicios que matan al PRI, se olvidan que la Revolución Mexicana es un proceso, como todas las revoluciones del mundo, sujetas a cambios y correcciones en un largo proceso sin fin. Y aún más, el sexenio de Andrés Manuel López Obrador es parte del proceso de la Revolución Mexicana, que no altera los nervios de los intelectuales de la política y la sociología, mayormente si son ajenos a pasiones partidistas que distorsionan todos los escenarios que se pretenden estudiar cuando se intenta un sano juicio político.

Por supuesto que si alguna vez sufriera de un “coronavirus” mortal el Institucional, quien lo espere tendrá que resentir los pasos de la ancianidad por sus carnes y aún así, quizá, no lo verán. Hay partidos políticos que resisten los embates de las chusmas, de la desilustración, de la estulticia. Los principios los sostienen y recomiendo, para enfriar las calenturas de los “asesinos” de partidos, que estudien la historia de México desde sus fuegos independentistas y su paso siempre en lucha contra los conservadores (que ignoro si son los mismos a los que se refiere cansinamente AMLO) que fueron aupados por la Iglesia Católica con sentido de poderes inquisitivos vergonzosos, mientras los liberales que hoy serían los demócratas mexicanos, los de verdad, los que son ajenos a los extremos que sí suelen fundirse en la oscuridad con los tiempos, porque se alejan de la realidad que vivirán, siempre, los seres vivientes que constituimos el grueso de los pueblos con ansias de libertad e independencia, con sueños y esperanzas de justicia, que reconocen que el mundo siempre será dividido en clases por razón natural de sus capacidades y aptitudes en todos los sentidos. ¿Duele? ¡Claro que duele!... pero siempre habrá quienes ganen menos y quienes ganen más. Y en esto de los niveles económicos, solo caben los “smart” como dicen los gringos, que son algo así como los listos de los listos. Y ahí no caben los tontos que son tan usables para otras tareas...