/ sábado 19 de septiembre de 2020

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Hacía largo tiempo que no tenía frente a mis ojos un reportaje tan bien armado como el de nuestro reportero del Sol de México, Rafael Ramírez, referido a cómo las “tribus” de “Morena” en el Congreso de la Unión fracturan a su partido y con ello, la unidad de sus bancadas.

El antecedente es simple: la búsqueda del relevo de la presidencia del partido político que inventó, para bien o para mal, Andrés Manuel López Obrador, de mi hoy sincera y afectuosa empatía en cuanto su tono suave revolucionario (4T) que pocos han entendido bajo el peso de una cultura casi milenaria de explotación de un pueblo sometido que tal vez en menor tiempo del esperado sea cuando lo logre el respiro justo para su humana presencia.

No se olvide el lector justo, sin pasiones, que López Obrador levantó las banderas de la Revolución de 1913 (lo de 1910 fue un fiasco) que abandonaron los “herederos” de tal movimiento, cuando la Revolución se convirtió en PNR, PRM y PRI, que en su monolitismo y siempre bajo la égida del Ejecutivo Nacional como Jefe Nato –se decía- que terminó con la entrega de las ilusiones del pueblo a manos del Partido Acción Nacional, que proveniente del sinarquismo oprobioso surgió en 1939 para vencer al final por dos sexenios estériles al partido que surgió, teóricamente, para el progreso y desarrollo justo, humanitario, del pueblo que soñó, como ahora, salir de las trampas de la injusticia social.

Del reportaje mucho qué hablar, mucho qué pensar, como los que hoy, opositores de Morena, van cuestionando: ¿Cómo restarle fuerza a la figura guía del líder nacional López Obrador? De pronto en el PAN y los círculos patronales, alguien les sopló el cómo maquiavélico: “Divide y vencerás”. Ante esto, el Ejecutivo no puede hacerse pedazos ni tiene el don de la ubicuidad. Y no puede cuidarse las espaldas de los traidores que tiene infiltrados seguramente en sus filas u otros que siendo leales, pretenden ser más panistas que el Papa Francisco y que destruyen con sus alzamientos inusitados como Fernández Noroña, por citar un solo caso y hoy varios más dubitables de lealtad que se despedazan en lo personal desgranando la unidad, persiguiendo, como Porfirio Muñoz Ledo, el saltimbanqui de la política, la presidencia de Morena, que tan bien atisbó Rafael Ramírez.

¿No parece raro que la Polevnsky quiera volver a una presidencia que tuvo y malgastó en detrimento de Morena? Y se pueden seguir varios rastros del “divide y vencerás” y seguirse preguntando: ¿Quién alienta y sufraga tales movimientos? No son, desde luego, los líderes de las bancadas de Morena en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, Mario Delgado y Ricardo Monreal, en ese orden, ambos fieles y habilidosos políticos. Pero ¿cómo amarrar los últimos sueños del anciano, ya casi mudo, tembleque, de Porfirio Muñoz? La terquedad y ceguera del anciano es enfermiza, pero ahí está imaginando que la única inteligencia política de la Tierra es él y que el resto de los mexicanos solo son taqueros emocionales…

Cuando le cuestionaron a López Obrador el lío para nombrar al o la presidenta de la Cámara de Diputados, el presidente mexicano respondió democráticamente: “Hay que respetar los acuerdos”, pero Noroña le dio contras utilizando un derecho de opinión personal. ¿Qué cosechas esperará Fernández Noroña con tales pujidos y con la derrota encima? ¿Seguirá la ruta de la lealtad o la propia alentada…? ¿Por quién? Pronto sabremos el final de esta “terrorífica” historia… porque todo principio tiene un final. ¿O no?



VIENTOS

Hacía largo tiempo que no tenía frente a mis ojos un reportaje tan bien armado como el de nuestro reportero del Sol de México, Rafael Ramírez, referido a cómo las “tribus” de “Morena” en el Congreso de la Unión fracturan a su partido y con ello, la unidad de sus bancadas.

El antecedente es simple: la búsqueda del relevo de la presidencia del partido político que inventó, para bien o para mal, Andrés Manuel López Obrador, de mi hoy sincera y afectuosa empatía en cuanto su tono suave revolucionario (4T) que pocos han entendido bajo el peso de una cultura casi milenaria de explotación de un pueblo sometido que tal vez en menor tiempo del esperado sea cuando lo logre el respiro justo para su humana presencia.

No se olvide el lector justo, sin pasiones, que López Obrador levantó las banderas de la Revolución de 1913 (lo de 1910 fue un fiasco) que abandonaron los “herederos” de tal movimiento, cuando la Revolución se convirtió en PNR, PRM y PRI, que en su monolitismo y siempre bajo la égida del Ejecutivo Nacional como Jefe Nato –se decía- que terminó con la entrega de las ilusiones del pueblo a manos del Partido Acción Nacional, que proveniente del sinarquismo oprobioso surgió en 1939 para vencer al final por dos sexenios estériles al partido que surgió, teóricamente, para el progreso y desarrollo justo, humanitario, del pueblo que soñó, como ahora, salir de las trampas de la injusticia social.

Del reportaje mucho qué hablar, mucho qué pensar, como los que hoy, opositores de Morena, van cuestionando: ¿Cómo restarle fuerza a la figura guía del líder nacional López Obrador? De pronto en el PAN y los círculos patronales, alguien les sopló el cómo maquiavélico: “Divide y vencerás”. Ante esto, el Ejecutivo no puede hacerse pedazos ni tiene el don de la ubicuidad. Y no puede cuidarse las espaldas de los traidores que tiene infiltrados seguramente en sus filas u otros que siendo leales, pretenden ser más panistas que el Papa Francisco y que destruyen con sus alzamientos inusitados como Fernández Noroña, por citar un solo caso y hoy varios más dubitables de lealtad que se despedazan en lo personal desgranando la unidad, persiguiendo, como Porfirio Muñoz Ledo, el saltimbanqui de la política, la presidencia de Morena, que tan bien atisbó Rafael Ramírez.

¿No parece raro que la Polevnsky quiera volver a una presidencia que tuvo y malgastó en detrimento de Morena? Y se pueden seguir varios rastros del “divide y vencerás” y seguirse preguntando: ¿Quién alienta y sufraga tales movimientos? No son, desde luego, los líderes de las bancadas de Morena en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, Mario Delgado y Ricardo Monreal, en ese orden, ambos fieles y habilidosos políticos. Pero ¿cómo amarrar los últimos sueños del anciano, ya casi mudo, tembleque, de Porfirio Muñoz? La terquedad y ceguera del anciano es enfermiza, pero ahí está imaginando que la única inteligencia política de la Tierra es él y que el resto de los mexicanos solo son taqueros emocionales…

Cuando le cuestionaron a López Obrador el lío para nombrar al o la presidenta de la Cámara de Diputados, el presidente mexicano respondió democráticamente: “Hay que respetar los acuerdos”, pero Noroña le dio contras utilizando un derecho de opinión personal. ¿Qué cosechas esperará Fernández Noroña con tales pujidos y con la derrota encima? ¿Seguirá la ruta de la lealtad o la propia alentada…? ¿Por quién? Pronto sabremos el final de esta “terrorífica” historia… porque todo principio tiene un final. ¿O no?