/ sábado 20 de marzo de 2021

Tutti frutti sabatini

Vientos


A veces suelen arraigarse - por diversos fenómenos indescriptibles por la ignorancia temática - ciertos imborrables recuerdos que gratifican, pero en otras ocasiones llegan en paralelo con las tristezas.

El jueves anterior (18) fue un aniversario más de la “Expropiación Petrolera” que por cierto en su momento generó la creación del Partido Acción Nacional, que a 83 años de distancia fraternizan hoy como dos pollos de la misma gallina, con el PRI, lo que debe de haber hecho saltar los restos de don Manuel Gómez Morín en su tumba. Y como soy de la “escuela cardenista” cuando entre otras canciones e himnos agresivos cantábamos “La Internacional”, el himno soviético que se inicia con estas palabras: “Arriba víctimas hambrientas, arriba todos a luchar, por la justicia proletaria...” etcétera.

Imagine el lector las rabias de norteamericanos, ingleses y holandeses que explotaban nuestro petróleo sin freno. El socialismo inminente, dijeron y los “indios” mexicanos ¿qué harán? Y don Lázaro, impertérrito, creó el Instituto Politécnico Nacional que “coló” la educación de industrias extractivas y la cosa siguió caminando. Y para hacer valer el introito, la misma fecha, pero ésta como mi tragedia de hace un año: el fallecimiento de mi esposa doña Marina Mendoza Arellano.

Empatadas las fechas mencionadas si una se me arraigó hace ya 83 años, imagínese cómo se arraigará el tiempo que de vida me queda la pérdida de la compañera de mi vida matrimonial. Recuerdo al poeta Enrique González Martínez, en uno de sus poemas que decía: “...como hermana y hermano, vamos los dos cogidos de la mano...”. Los viejos matrimonios transforman el amor apasionado que los unió, en una suave y feliz fraternidad.

No soy creyente a la manera en que sucumben los que creen en un Dios universal y bienhechor que los ampara. Mi Dios es el que me dio la vida en el instante Supremo en que un espermatozoide de mi padre humano penetró el óvulo maduro de mi madre y estalló mi vida. Y ese modesto y vigoroso dador de mi vida es mi Dios que también será causa de mi muerte cuando se le pegue la gana que, por cierto, ya está próxima con las fallas ya intermitentes que me avisan, en mis fatigas sin aparente razón, que ya vuelan los zopilotes sobre mí antes erguida testa. Y en ese momento mi corriente vital se integrará a su corriente que debe ser similar a la corriente eléctrica. Y hasta ahí la vida sin más allá.

Dicen las voces de algunos de fe divina, que hay un más allá y hasta imaginan un paraíso en premio a las almas buenas y también un infierno donde Satanás impera y los castigos son como los imaginados por Dante Alliggeri en “La Divina comedia”. Son los que perciben a ratos ciertos ruidos o señales de presencias espirituales; fantasmas en vagancia. Y si como al abrir el cajón del buró de mi esposa difunta, recojo el olor de su perfume porque cerrado como quedó guarda, claro, su olor... pero ya no está, ni volverá a estar como no sea en mi pensamiento y en el de sus hijos y hermanos y gente que la quiso. Todo es imaginación.

De mi factible muerte, me duele no haber terminado los libros que empecé y no terminé. Y el más importante: el misterio sobre cómo al primer gobernador de Baja California, licenciado Braulio Maldonado Sández, se le ocurrió incluir como parte del territorio bajacaliforniano la isla de Cedros que es, constitucionalmente, federal. Pues que otro tome las riendas de este viejo animal.

Vientos


A veces suelen arraigarse - por diversos fenómenos indescriptibles por la ignorancia temática - ciertos imborrables recuerdos que gratifican, pero en otras ocasiones llegan en paralelo con las tristezas.

El jueves anterior (18) fue un aniversario más de la “Expropiación Petrolera” que por cierto en su momento generó la creación del Partido Acción Nacional, que a 83 años de distancia fraternizan hoy como dos pollos de la misma gallina, con el PRI, lo que debe de haber hecho saltar los restos de don Manuel Gómez Morín en su tumba. Y como soy de la “escuela cardenista” cuando entre otras canciones e himnos agresivos cantábamos “La Internacional”, el himno soviético que se inicia con estas palabras: “Arriba víctimas hambrientas, arriba todos a luchar, por la justicia proletaria...” etcétera.

Imagine el lector las rabias de norteamericanos, ingleses y holandeses que explotaban nuestro petróleo sin freno. El socialismo inminente, dijeron y los “indios” mexicanos ¿qué harán? Y don Lázaro, impertérrito, creó el Instituto Politécnico Nacional que “coló” la educación de industrias extractivas y la cosa siguió caminando. Y para hacer valer el introito, la misma fecha, pero ésta como mi tragedia de hace un año: el fallecimiento de mi esposa doña Marina Mendoza Arellano.

Empatadas las fechas mencionadas si una se me arraigó hace ya 83 años, imagínese cómo se arraigará el tiempo que de vida me queda la pérdida de la compañera de mi vida matrimonial. Recuerdo al poeta Enrique González Martínez, en uno de sus poemas que decía: “...como hermana y hermano, vamos los dos cogidos de la mano...”. Los viejos matrimonios transforman el amor apasionado que los unió, en una suave y feliz fraternidad.

No soy creyente a la manera en que sucumben los que creen en un Dios universal y bienhechor que los ampara. Mi Dios es el que me dio la vida en el instante Supremo en que un espermatozoide de mi padre humano penetró el óvulo maduro de mi madre y estalló mi vida. Y ese modesto y vigoroso dador de mi vida es mi Dios que también será causa de mi muerte cuando se le pegue la gana que, por cierto, ya está próxima con las fallas ya intermitentes que me avisan, en mis fatigas sin aparente razón, que ya vuelan los zopilotes sobre mí antes erguida testa. Y en ese momento mi corriente vital se integrará a su corriente que debe ser similar a la corriente eléctrica. Y hasta ahí la vida sin más allá.

Dicen las voces de algunos de fe divina, que hay un más allá y hasta imaginan un paraíso en premio a las almas buenas y también un infierno donde Satanás impera y los castigos son como los imaginados por Dante Alliggeri en “La Divina comedia”. Son los que perciben a ratos ciertos ruidos o señales de presencias espirituales; fantasmas en vagancia. Y si como al abrir el cajón del buró de mi esposa difunta, recojo el olor de su perfume porque cerrado como quedó guarda, claro, su olor... pero ya no está, ni volverá a estar como no sea en mi pensamiento y en el de sus hijos y hermanos y gente que la quiso. Todo es imaginación.

De mi factible muerte, me duele no haber terminado los libros que empecé y no terminé. Y el más importante: el misterio sobre cómo al primer gobernador de Baja California, licenciado Braulio Maldonado Sández, se le ocurrió incluir como parte del territorio bajacaliforniano la isla de Cedros que es, constitucionalmente, federal. Pues que otro tome las riendas de este viejo animal.